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lunes, 20 de junio de 2016

LA APELACIÓN A LA BONDAD HUMANA 18/6/16

El Ágora
CUANDO LA APELACIÓN A LA BONDAD HUMANA ES ABSURDA


          Acabo de leer en un diario las declaraciones de la vicepresidenta de la Nación en el sentido de que “la Argentina no tiene futuro mientras existan los Báez, los López y los Jaime”.
          En esta simple definición se resume, de manera patética, el gran drama de nuestro país, que no es precisamente la existencia de estos personajes, sino que no exista un sistema jurídico legal lo suficientemente sólido como para evitar que tales individuos se enriquezcan a costa del erario.
         El pensamiento de la vicepresidenta es bastante común;  si todos fuéramos buenos, nobles y solidarios, el país sería otro.
          El error de este tipo de razonamiento es inconmensurable.  Nadie, a poco que lo piense, puede esperar que todos los habitantes de una Nación, la que  fuera, sean solidarios, buenos, nobles, generosos y dadivosos.  Pero todos podemos esperar que exista un sistema jurídico, lo que se llama un Estado de Derecho que impida los abusos y los actos irregulares de personas como las nombradas o tantas otras.
         Recuerdo palmariamente cuando en los años 80 se suscitó la cuestión de la importación de pollos para intentar regular el mercado avícola. En ese tiempo, el secretario de comercio, Ricardo Mazzorín, resolvió la importación de nada menos que 50 millones de dólares  de pollos congelados, la mayoría provenientes de Hungría, que a la  postre resultaron incomibles y terminaron en el Cinturón Ecológico luego de haber sido mantenidos años en costosas cámaras frigoríficas.
        Recuerdo, además, una reunión de este funcionario ante los representantes de la industria, en la cual manifestó, sin un atisbo de culpa, que si quería ponía el precio del kilo de pollo en 50 centavos y destruía definitivamente la actividad local en la materia.
        En aquellos años, debo confesar, todavía me enojaban y me asombraban algunas cuestiones.  Digamos que me enojaban más que ahora. Por lo que hasta llegué a enviar cartas a diarios que no fueron publicadas.
       Traigo a cuento esta anécdota no para hacer una autorreferencia que siempre resulta odiosa, sino para ubicar a mis amables lectores en una cuestión que supera largamente un determinado gobierno de tal o cual sesgo político.
       ¿Por qué razón el funcionario Mazzorín podía disponer de una cifra que hoy equivaldría a no menos de 250 millones de dólares para comprar pollos congelados, lamparitas chinas o lo que se le ocurriera? ¿Por qué razón tal funcionario podía hacer afirmaciones como la que acabo de contar sin que a nadie se le moviera un pelo  e incluso no diera lugar a que se publiquen cartas de lectores criticando semejante acto de autoritarismo y arbitrariedad con dinero del erario, además?
      Por eso, vuelvo ahora al presente. El problema no es que existan personas mal nacidas, coimeras, ladronas, inescrupulosas o lo que fuere, el problema es que el sistema permita desarrollar cierto tipo de operaciones sin los debidos reaseguros operativos que limiten drásticamente el accionar. Y por supuesto aún en caso de que ocurriera algún desliz, la sanción pertinente que no deje impunes a los responsables.
     Pretender que el problema se reduce a individuos inescrupulosos que si no existieran otro sería el cantar, es como pretender que al mundo le iría mejor si el clima fuera homogéneo, regular y las tierras fueran fértiles en el planeta entero.  Existen individuos inescrupulosos, avaros, envidiosos, aprovechadores, egoístas, coimeros y todo lo que se nos ocurra. Hay de todo en la Viña del Señor.
    Pero en los países más avanzados existe un sistema legal que limita el accionar de los funcionarios, la discrecionalidad en el manejo de los fondos públicos, que obliga rendir cuentas y que en definitiva NO AUTORIZA a que un funcionario disponga de fortunas para comprar pollos o respuestos de automóviles como si el tipo fuera un especialista en TODO, con dineros públicos.
     Por eso, la señora Michetti comete un error increíble. Posiblemente b asado en creencias religiosas, no lo sé. Y ese error es el de creer que si todos fuéramos buenos y santos estas cosas no ocurrirían.
    La verdad es que no podemos ni debemos esperar que todos seamos buenos y santos, porque en primer lugar no lo somos, y en segundo lugar ciertas actitudes, como la avaricia o la envidia, por ejemplo, exceden incluso el marco legal. Nadie puede obligar a nadie en un país libre a no ser avaro, por ejemplo. Sí puede obligarlo a que cumpla con la ley, aunque no quiera.
   Báez, o Jaime, o López, o quien fuere, operaron dentro de un sistema político que posibilitó licitaciones amañadas, pagos por adelantado sin controlar avance de obras, sobreprecios que no fueron debidamente auditados, y un sinfín de irregularidades que parten de la permisividad (por lo decir los buracos)  de un sistema legal y político inadecuado, para ser suave.
    Nadie puede en su sano juicio esperar que la sociedad funcione porque todos somos como la Madre Teresa, sí puede esperar que el sistema jurídico legal funcione de tal forma que ciertos abusos se impidan y en caso de cometerse sean detectados y quienes los violan sean sancionados.


Héctor Blas Trillo                                                                Buenos Aires, 18 de junio de 2016

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