El Ágora
ECONOMÍA Y POLÍTICA
En
estas horas difíciles que,
a nuestro entender, está viviendo la República, se conjugan los
enojos
presidenciales, las declaraciones destempladas de los políticos
en general, y
la increíble falta de profesionalismo de los encargados de
dirigir la economía
del país.
La
contundencia con que aplico
esta última calificación surge, justamente, de las insólitas afirmaciones del
ministro de
economía en oportunidad de dar a conocer el nuevo índice de
precios elaborado
por el INDEC. Y es bueno aclarar que al hablar de falta de
profesionalismo no
estamos pretendiendo juzgar los conocimientos en materia
económica del actual
ministro, sino sus expresiones, sus ataques a quienes no piensan
como él, y la
forma en que ha venido reiteradamente negando algo tan obvio
como la inflación
que carcome los bolsillos de millones de argentinos sin que el
gobierno haga,
hasta el momento, absolutamente nada. A menos que consideremos
que hacer algo
significa intentar una y otra vez acuerdos de precios para
algunos productos en
una moneda que ha perdido toda valía.
Haber
pasado de un índice de
precios que durante varios años arrojó un coeficiente mensual
creciente de no más de
0,8%, y una tasa anual que apenas
alcanzaba el 10%; a otro índice que arroja en esta primera
oportunidad nada
menos que un 3,7% no es un tema menor, ni producto únicamente de
un cambio
metodológico. Aquel valor promedio se multiplicó por cuatro en
esta
oportunidad. Es evidente
que semejante
diferencia no puede ni debe ser atribuida a simples cambios en
las
ponderaciones o donde sea.
La
verdad es que el ministro ha
decidido una vez más ignorar la realidad, como cuando, a poco de
su
designación, se negaba sistemáticamente a utilizar la palabra
“inflación”. Y
aún hoy sigue haciéndolo. Y es precisamente este punto el que
particularmente
nos hace hablar de falta de profesionalismo. Porque por más
motivaciones
políticas que se tengan, por más verticalismo que exista, hay
siempre un cierto
punto por encima del cual ningún profesional pasa. Y creemos que
este señor ha
pasado sin ponerse colorado. Y encima pontificando y agraviando
a quienes no
piensan como él, en una muestra más de la intolerancia reinante.
El INDEC fue intervenido por el ex secretario
Guillermo Moreno a instancias
de Néstor Kirchner, con el único objetivo de adulterar los
índices de precios. Ese
tragicómico personaje ocupó literalmente con su gente el ente
encargado de las
estadísticas y a partir de entonces, sin cambio alguno de
metodología y sin
ninguna otra razón que tuviera algo que ver con la marcha de los
precios de
toda la economía, las cifras oficiales comenzaron a alejarse
cada vez más de la
realidad. Siempre hacia abajo.
Es obvio y sabido por todos que la
intención fue política, y fue incluso públicamente reconocida
por el personaje
de marras en más de una oportunidad. Porque el señor Moreno, en
sus increíbles
cortas luces, llegó a afirmar que de ese
modo la Argentina se ahorraba miles de millones de
dólares por el pago
de la renta de los bonos indexados, emitidos por el mismo
gobierno de Néstor
Kirchner un par de años antes de la intervención señalada. Esta
gente no previó
que alterar los índices en teoría “ahorraba” dinero al Estado,
pero al mismo
tiempo hacía perder valor a
los títulos
en posesión de, por ejemplo, la ANSES, que como todos sabemos se
quedó de un
plumazo con los aportes de millones de futuros jubilados en las
AFJP. Y tampoco
previó que la adulteración de los índices produjo una
sobrevaluación del
crecimiento del PBI, dando lugar a que más fácilmente se supere
el crecimiento del 3,22%
del PBI obligando al
país a abonar la renta de los bonos emitidos con cláusula de
crecimiento. Y ni qué
hablar de la ridiculez a que se llegó
de fijar índices de pobreza tan bajos que supuestamente una
persona podría
comer con 6 pesos por día.
Los daños provocados por semejante estafa se
sentirán por muchos años.
Pretender supuestamente salir de ella, pero teniendo como
laderos del ministro
justamente a los dos hacedores del desastre estadístico, tales
como Norberto Itzcovich
y Ana María Edwin verdaderamente colma la capacidad de asombro.
Y ni qué hablar
de los intentos de estos funcionarios por explicar lo
inexplicable.
La nefasta intervención del INDEC hizo que no
solamente las consultoras
privadas, sino también varias provincias que calculaban índices
de precios
propios, comenzaran a distanciarse cada vez más del cálculo
oficial. Eso llevó,
como se recordará, al oscuro secretario a fijar multas y
prohibir la difusión
de los trabajos de las consultoras, al tiempo que políticamente
el gobierno
Nacional presionaba a las provincias para que dejaran de
calcular los índices
locales.
Que el ministro venga ahora a decir que las
consultoras mostraban índices
con “un fuerte contenido político” es bastante más que una falta
de respeto a
la gente; es, también, y ya bastante acostumbrados estamos a su
tono, una forma
de descalificar el trabajo de muchos y poner intencionalidad en
todos los
economistas profesionales que, tal como lo hacían antes de la
intervención,
vienen calculando con sus recursos el índice de precios. Pero,
claro, como es
costumbre, las acusaciones y los intentos descalificatorios
están siempre en la
boca de este ministro, que sigue, por lo que se ve, a pies
juntillas copiando
el estilo de la presidenta de la Nación. Mientras los índices
privados se
acercaban a los del INDEC ninguno de los encumbrados
funcionarios del gobierno
tuvo nada que objetar, cuando merced a la trapisonda descripta,
los índices oficiales
se volvieron ridículos aún para el más osado defensor de la
actual gestión,
entonces ahí apareció la intencionalidad política. Un recurso
tan pueril para
intentar zafar de la responsabilidad mueve a risa, a no ser por
lo trágico que
resulta.
¿Está o no
está a la vista al
conocer el “nuevo índice” que el cálculo privado estaba bastante
más cerca de
la realidad?
Ahora bien, el ministro también habló de una
“campaña fuerte, furiosa…(para
hacerse) de ganancias extraordinarias que no tienen
justificación”, cuestión
que atribuyó, como es costumbre, a empresarios y comerciantes.
Acá alguna vez estos señores van a tener que
explicar en qué consisten
tales “campañas”, cómo se gestan y cómo se llevan a cabo, con
nombre y
apellido, y no con pegatinas al mejor estilo fascista en el
Microcentro “escrachando”
a individuos supuestamente culpables, sin prueba alguna.
Qué cosa es una ganancia extraordinaria. Cómo la
mide el ministro. Cuál
sería la parte de la ganancia que no tiene justificación. Cómo
es posible que
los mayores precios que en principio posibilitarían tal mayor
ganancia, se
paguen si no hay inflación.
Porque una vez más hay que decirlo: los precios de
los bienes y servicios
son aquellos que la población puede pagar, no los que el
gobierno quiere que se
paguen. Fijar precios por debajo del punto de equilibrio produce
escasez o
mercado negro. Acá y en donde sea. Y esto el ministro lo sabe
muy bien. Porque
él es un economista supuestamente brillante. Y entonces no puede
ignorar lo
obvio. Y si no lo comparte debería explicar por qué cree que no
es así en lugar
de salir a insultar a la gente. Ser un poquito más profesional,
un poquito
menos pontificador, y un poquito más debatidor de sus razones y
motivaciones,
en lugar de avalar con su discurso la propaganda fascista que
solo sirve para enfrentar
a la gente. Falta de profesionalismo es, todavía, una
apreciación bastante
suave. Porque enfrentar a la sociedad acusando a algunos de
ladrones mientras
no se dice una sola palabra de qué piensa hacerse con el signo
monetario , que
pierde valor cada hora como consecuencia de la feroz emisión en
que se incurre
para pagar el déficit creciente, no es un tema menor.
Porque este señor, y la presidenta de la
República, no solo han venido
negando la inflación durante todos estos años, o la adulteración
de los
índices. También se han venido negando, y siguen haciéndolo, a
atacar las causas
de la inflación, que están en el desmanejo monetario que ahora
se intenta
tímidamente y sin decirlo, corregir al haber borrado de un
plumazo a la ex
presidenta del Banco Central para colocar en su lugar a un
técnico como Juan
Carlos Fábrega.
Y para terminar, algunas reflexiones sobre la
especulación, que es el
término más utilizado en estas horas por la casta política
gobernante.
Especular es un verbo que significa, literalmente, jugar con el
espejo, moverlo
para buscar el mejor ángulo y pode observar mejor aquello que se
pretende
mirar. La palabra tiene
varias
acepciones y una de ellas, por derivación, está vinculada a la
búsqueda de un
mayor provecho económico. En
términos
generales, todos los seres humanos especulan en la vida para
lograr un mejor
posicionamiento en donde sea. También lo hacen los animales. Y
los países. Y los
estrategas militares.
En los años 50, cuando la situación era parecida a
la vigente hoy, se
incitaba a la población a combatir “el agio y la especulación”,
frase a la que
se le agregaba: “denuncie al comerciante deshonesto”. Y por
supuesto deshonesto
era aquél que no vendía sus bienes al precio que el gobierno
quería y en el
momento en que el gobierno quería.
Pero, claro, el pequeño detalle es que una
transacción se hace en moneda
nacional. Se entregan bienes a cambio de pesos. ¿quién garantiza
en la Argentina
la conservación del valor del peso, que hace rato que viene
devaluándose y que
el gobierno pretende de manera increíble que la gente lo
conserve como forma de
ahorro?
Hace apenas unos meses se aprobó el Presupuesto
Nacional con una estimación
de valor para el dólar durante el año en curso de $ 6,30 por unidad. Apenas ha
transcurrido un
mes y medio y el billete norteamericano está cercano a los $ 8.-
Todas las
críticas efectuadas desde diversos sectores al cálculo
presupuestario chocaron,
como no podía ser de otro modo, con las descalificaciones
oficiales, los
insultos y las pontificaciones.
Sería bueno que más temprano que tarde el ministro
de economía se ocupara
de su labor específica, dejara de lado los ataques a quienes no
piensan como
él, y sobre todo ensayara un discurso coherente y demostrable.
Sería bueno
separar, al menos en lo posible, la política partidaria de la
economía. Y sería
bueno también terminar con el maniqueísmo, que es una
característica muy
marcada de este gobierno y de sus defensores en general,
incluyendo los “intelectuales”
de Carta Abierta, que no emiten un solo documento en el que no
se consideren a
sí mismos salvadores de patria enfrentados a las fuerzas del
mal, que vienen a
ser todos los habitantes del país que no concuerdan con su punto
de vista.
El reconocimiento de la inflación no ha tenido que
ver con un cambio
necesario para reflejar mejor la realidad estadística. Ha tenido
que ver con
las exigencias del FMI de hace ya varios años, pero que ahora
resultan
imprescindibles para arreglar la situación argentina ante el
mundo y lograr
alguna forma de financiación, cuestión que está vedada para una
Argentina que
rápidamente está quedándose sin recursos, merced a las pésimas
políticas en
materia de importaciones y exportaciones, al increíble déficit
energético
producto de años de congelamientos de tarifas; y la patética
política exterior
de enfrentamiento y bravuconería, que llevó a la presidenta a
afirmar en su
momento que jamás les pagaría un dólar a los llamados “fondos
buitre”,
cualquiera sea el fallo de la Corte norteamericana. Ahora, con la lengua
afuera, la señora, el
ministro y en general la cúpula gobernante, están tratando de
hacer ·”buena
letra”, como se sabe. Con el FMI, con Repsol, con el Club de
París, con los “fondos
buitre”. Esta es la verdad.
Los economistas, y máxime si llegan a ministros,
deberían intentar dejar de
lado la chicanas políticas, las acusaciones vacuas, los insultos
infantiles y
toda las pontificaciones, para pasar a analizar números,
política monetaria,
seguridad jurídica y condiciones para que
alguna vez algunas inversiones lleguen al país. Porque lo
cierto es que
no llegan, pese a que según esta gente nos va fenómeno. No solo
no llegan sino
que se van. Y esto debe ser explicado, y nada tiene que ver con
los panfletos
fascistas atacando a comerciantes, o con descalificaciones a
“neoliberales” que
incluyen a los propios peronistas, muchos de ellos formando
parte de este mismo
gobierno.
HÉCTOR
BLAS TRILLO
Buenos Aires, 14 de febrero de 2014
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