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martes, 24 de marzo de 2015

LA CALMA CHICHA (1/2/15)

Segunda Opinión LA CALMA CHICHA Por estas horas estamos asistiendo a esa tranquilidad subalterna que se da en el medio de las tormentas, cuando uno queda en el ojo de ellas y no sabe cuándo ni cómo, pero sí está seguro de que algo grave sucederá. Empecemos por señalar lo obvio: no es razonable que el dólar oficial siga más o menos planchado a lo largo de prácticamente un año mientras la inflación roza el 40%y el billete verde en el mundo se revaloriza un 20% con respecto al euro y otras monedas. No es lógico que en un país acogotado por las restricciones cambiarias, se vendan dólares “ahorro” al irrisorio precio oficial para que centenares de miles de personas alimenten el “blue” y obtengan diferencias cercanas al 50% sin ningún esfuerzo. No es razonable que el gobierno siga sosteniendo un plan como el llamado “ahora 12” cuando se infiere de sus dichos y de sus cuentas que el salario real sigue mejorando, que la inflación sigue bajando, y que todo el mundo está feliz y veranea. El plan cuesta mucho dinero, y es ocioso decir que si todo está maravillosamente bien, no se entiende para qué está y sigue estando. No se condice con el “relato” que siga sosteniéndose un plan llamado “precios cuidados” para Capital y Gran Buenos Aires básicamente, que intenta por definición frenar precios que de todas maneras no subirían dado que la inflación es un invento de las consultoras vendidas a alguien más. No tiene demasiado sentido andar negociando “swaps” con China de manera casi desesperada para aumentar las reservas del Banco Central si no tenemos problemas con las reservas y sólo se trata de intentos “destituyentes” de opositores al gobierno los comentarios sobre las dificultades cambiarias. Tampoco es lógico que existan las restricciones que hoy se presentan sobre las importaciones de insumos, siendo que la balanza comercial sigue siendo favorable y según los dichos presidenciales acá el “cepo” es un invento de los medios. Podríamos seguir, pero entendemos que para ejemplos ya tenemos bastantes. El déficit primario acumulado en 2014 superó los 38.000 millones de peso. El financiero llegó a casi 110.000 millones, todo según información oficial. En el año 2013 las cifras habían sido de 18.000 millones y 79.000 millones respectivamente. Es decir, 148.000 millones contra 97.000 millones del año anterior, un 50% más. Ello así pese a la llamada contabilidad creativa, que incluye el uso de fondos de la ANSES, el de las “ganancias” provenientes de diferencias de cambio del Banco Central y el cómputo como recursos genuinos de los aportes de la ANSES. Todo lo cual estuvo presente en ambos ejercicios considerados. En estas condiciones es obvio que el retraso cambiario debería ser corregido. El dólar se mantiene en torno de los $ 8,60 con microdevaluaciones que no acompañan ni remotamente a la inflación, tanto la real como la que proviene del INDEC. Si a esto le sumamos el deterioro flagrante de los precios de las commodities (como la soja, por ejemplo) estamos ante un panorama bastante más que difícil. El gobierno pretende una vez más tirar la pelota hacia adelante, mientras se aferra a un “relato” tan pintoresco como alejado de la realidad. Los comentarios sobre el turismo y la felicidad el pueblo son por lo menos osados e imprudentes. Para saber qué ocurre realmente con el turismo hacen falta más datos, por ejemplo hace falta saber cuánta gente ha veraneado localmente y cuánta en el Exterior como dato final de la temporada. Y también hace falta conocer el gasto en los lugares turísticos y los días que duró el veraneo, ambos datos en promedio . Eso se sabrá con suerte a mediados de marzo, o más tarde. Pero por lo demás, este tipo de discursos sobre la gente que se va o no de vacaciones son casi tan viejos como la argentinidad. Parecería ser que esta cuestión jugara el rol de la medida de las cosas. De la “alegría del verano”, como ha dicho el curioso secretario del “pensamiento nacional”. No es serio razonar de manera tan superficial. Y especialmente no lo es para los propios mentores, que luego se chocarán, muy probablemente, con una realidad que una vez más no los acompaña. Es decir que nuestros gobernantes están agarrándose otra vez de un dato por el momento poco objetivo y que encierra un sofisma que es el siguiente: ¿Cómo puede ser posible que si millones de personas están fenómeno, repitan y sientan que no lo están? La explicación oficial es que se trata de la influencia de “los medios”, entre otras sibilinas razones esgrimidas. Sin embargo, los datos sobre la realidad de los ingresos de la población, la creciente presión impositiva por falta de ajustes en los valores imponibles y gastos deducibles, las dificultades para importar insumos, medicamentos o simplemente tampones, muestran una realidad en la cual no parecen tener mucho que ver “los medios”. Máxime cuando esos medios son en su mayoría oficialistas o directamente del Estado, como la agencia Télam, el Canal 7 o Radio Nacional. El hombre común no está ni de lejos radiante de alegría, tranquilo con su trabajo, y seguro de sí mismo guardándose los pesos en el cajón de la mesa de luz. La incertidumbre de un cambio político también juega un rol importantísimo. Y lo mejor que podría ocurrir es que el oficialismo comience al menos un diálogo con la oposición, orgánica o no, a los efectos de asegurar una transición ordenada y tranquila, en lugar de ver fantasmas por todos lados y acusar a todo el mundo de lo que sea. El relato oficial parecería abonar la hipótesis de que todos estamos más o menos bien o muy bien, pero las tapas de ciertos diarios no oficialistas nos hacen creer lo contrario, y nosotros lo creemos a pesar incluso de saber que no es cierto. Tal manera de razonar resulta pueril, irreal y hasta cargada de una cierta torpeza. O incluso prejuiciosa ante el periodismo disidente. Es difícil volver del ridículo. Sobre todo cuando ni siquiera se lo intenta. Así como durante la presidencia de Juan Carlos Fábrega en el Banco Central, dijimos en esta columna que se tomaban medidas para ganar tiempo, así lo repetimos ahora. Se inyectan dólares al mercado por vía del llamado “dólar ahorro”, se persiguen operaciones en contado con liquidación, se restringen los cupos de importaciones, se firman “swaps” para aumentar las reservas y se avanza en “acuerdos” que permitan una cierta distensión en los mercados de crédito (como acaba de ocurrir con Alemania) para de ese modo contar con las divisas necesarias para afrontar el año electoral. Pero todo esto se hace mientras se mantiene el dólar planchado, lo cual deriva en una creciente recesión con aumento del déficit fiscal. Es decir: una genuina bomba de tiempo que estallará aunque no sepamos cuándo. Igual que estalló la de Fábrega como lo habíamos anunciado en febrero del año pasado. Pensemos por un momento que los artilugios monetarios, o las mentiras estadísticas, los planes de ayuda tipo “ahora 12” u otros, las restricciones cambiarias y del comercio exterior y un sinnúmero de etcéteras, son medidas que se toman no porque la cosa funciona maravillosamente, sino porque como no funciona, se hacen necesarias. Con lo cual el mismo gobierno está diciéndole al pueblo argentino, que las cosas no funcionan como deberían. Promover y ayudar se promueve y se ayuda cuando las cosas no marchan bien, esto es obvio. Por eso expresamos nuestra opinión de que estamos ante la proverbial “calma chicha”. El esquema económico y financiero, tal como está, no puede durar demasiado. HÉCTOR BLAS TRILLO Buenos Aires, 1º de febrero de 2015

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