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viernes, 27 de noviembre de 2015

Segunda Opinión
REFLEXIONES PARA EL DOMNIGO
       
    Siempre he tenido la idea de que el famoso “voto secreto y obligatorio” establecido por la llamada “ley Sáenz Peña” tiene un sentido bastante diferente al que suele dársele.
    Al menos hasta donde llega mi conocimiento el sentido de la obligatoriedad tuvo mucho que ver con evitar el fraude, dado que si los caudillos no podían condicionar el voto de la gente, bien podían, mediante aprietes, evitar que fueran a votar. En cuanto al secretismo, siempre lo he entendido como el hecho de que nadie sabe lo que finalmente cada uno de nosotros introduce en el sobre cuando está en el cuarto oscuro.
   Esto viene a significar que en realidad, lo secreto del voto está relacionado con que nadie pueda aplicar represalias de ningún tipo al votante.
   Sin embargo, hemos visto a lo largo de los años que mucha gente se escuda en aquello de que “el voto es secreto” para no decir a quién va a votar o a quién votó.
    Me parece mucho más práctico y honesto decir que no queremos contar a quién votamos porque no se nos da la gana, ¿no?. Porque no queremos, porque preferimos guardar el secreto, y dejar en paz a Sáenz Peña, libre de culpa y cargo en este sentido.
   Agotada por fin la campaña de publicidad de los distintos partidos políticos en radio y televisión, y cuando todos podemos descansar de esa verdadera metralleta de promesas muchas veces sin sentido alguno, todos y cada uno podemos reflexionar sobre lo que haremos en el cuarto oscuro. O a lo mejor simplemente barajar las alternativas para finalmente decidir en el último minuto.
  Todos sabemos que se juegan unas cuantas cosas en estas elecciones. Por empezar se juegan los próximos 4 años de gobierno.  Y todos quienes más o menos analizamos y vemos los números sabemos que las cosas no están demasiado bien que digamos en materia económica.
   En otros aspectos, existen falencias también. A veces muy graves.  No es la intención de este breve comentario volver a repetir todo lo malo que nos acontece. Desde la educación hasta la seguridad, desde el narcotráfico hasta el atraso tecnológico, desde la falta de infraestructura hasta las restricciones al comercio, desde la corrupción generalizada hasta la impunidad. Y así siguiendo.
   Pues bien, qué haremos. Qué haré yo personalmente.
   De los tres candidatos con posibilidades, dos son peronistas, y el tercero tiene también peronistas en sus filas. El peronismo está en todas partes, es como un dios pagano que se ha metido hasta el tuétano en este querido país que nos cobija.
   El peronismo está vinculado desde siempre con el populismo y también con el fascismo. Lo está desde sus orígenes. Por su origen, para mejor decir. Basta recorrer videos en YouTube para comprobarlo en expresiones del propio Perón y su segunda esposa Eva Duarte.
   Scioli es un hijo político de Carlos Menem. Massa fue parte del gobierno kirchnerista durante varios años. Macri es “hijo de” dado que su padre fue siempre parte de lo que otrora se llamaba la “patria contratista” y yo prefiero denominar “patria corporativa”.
  Stolbizer parece la candidata más honesta y pura. Aunque no comparto personalmente su pensamiento político. Pero es obvio que no tiene chance alguna. Del Caño tiene el infantilismo naif de la izquierda vernácula. Y Rodríguez Saa sólo parece representar al feudo puntano.
  Votar en blanco significa favorecer al que consiga más votos. Y todas las encuestas indican que quien saldrá primero es Scioli. Si bien el ex motonauta se diferencia demasiado de la actual presidenta, no deja de tener un pasado ominoso en materia de humillaciones por parte de la Prestante Dama. Y su segundo Zanini, es una especie de dinosaurio maoísta incapaz de aceptar siquiera que esto intenta ser una república.
  El resto es relleno. A mi entender.
  Vuelvo entonces para atrás. Qué nos queda.
 Macri forma parte de lo que ahora se llama un “espacio” que integra el radicalismo, cuyos fracasos políticos con Alfonsín y con De la Rúa (especialmente), son elocuentes. No me importan las razones, porque ya veo que me salen con los 13 paros. Acá el que gobierna sabe a qué tiene que enfrentarse, y si no puede doblegar lo que se le pone enfrente, es que no está en condiciones de gobernar. Sé que Alfonsín hoy es reivindicado por casi todo el mundo. Pero yo no opinio lo mismo. Con De la Rúa somos más los que estamos de acuerdo, aunque no faltan quienes culpan también a terceros del “golpe” que lo sacó del gobierno. Para que no te hagan, tenés que hacer. Y si no, no estás preparado, el cargo te queda grande. Punto.
  También integra el macrismo la Coalición Cívica de Elisa Carrió. Una política que no creo que valga la pena abundar en su descripción. Muchos la ven como mística, lo cual es cierto. También como eterna denunciadora, lo cual también es cierto.  Pero finalmente también lo es que muchas veces ha tenido razón en lo que ha dicho.
  En fin, es en este contexto que debemos optar, creo yo, por el mal menor. Y creo que el mal menor es Macri.
  Y en provincia de Buenos Aires, demás está decir que el mal menor es María Eugenia Vidal, ante la alternativa de que llegue a gobernador nada menos que Aníbal Fernández. Acá no gasto un renglón en explicar por qué.
 Otra cosa es que votemos para diputados, senadores o incluso intendentes.  O estos curiosos inventos burocráticos llamados al “Parlasur”.
 Esta es mi posición, por si a alguien le interesa.


HÉCTOR BLAS TRILLO                                                                          Buenos Aires, 23 de octubre de 2015

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