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miércoles, 27 de junio de 2018

EL PROBLEMA ES EL DÉFICIT FISCAL (21/6/18)

Segunda Opinión
EL DÉFICIT FISCAL ES EL PROBLEMA
        “En economía puede hacerse cualquier cosa, menos evitar las consecuencias”

         No por reiterada, la frase con la que encabezamos este comentario deja de ser absolutamente cierta.
         Reiteremos entonces lo que tantas veces hemos expresado: el problema crónico que tiene la economía argentina es el déficit fiscal. Porque su financiamiento requiere de mayor deuda pública, mayor presión tributaria y emisión de moneda. De tal forma, no existe posibilidad alguna de que no termine decayendo la actividad económica y exacerbándose el proceso inflacionario.
         El peso argentino se devaluó en más del 50% en algo más de 5 meses. Y todos los esfuerzos de las autoridades por intentar frenarlo fueron inútiles. O casi. El valor del peso tenía que terminar acomodándose a la situación real de la economía. La cotización del dólar se había quedado atrás respecto del índice de precios al consumidor por una sola razón: porque abundaban los dólares. Por el endeudamiento, por el ingreso de capitales “golondrina” para colocarlos en Lebacs, por el blanqueo, por el incremento de las exportaciones en el inicio del actual gobierno debido a la quita de las retenciones, etc.
        La situación cambió cuando el déficit de la balanza comercial fue en aumento.  Es que el atraso cambiario es un buen incentivo para importar lo que sea, desde bienes de capital hasta automóviles, desde elementos electrónicos hasta bienes de consumo masivo, como textiles y calzado.
        Cuando la situación de la economía es absolutamente deficitaria, solo cabe esperar que el peso en algún momento pierda el valor tanto como crece la emisión de moneda sin respaldo. Y eso es inexorable. Cualquier estadística lo muestra: más temprano que tarde se vuelve al punto de equilibrio.
        Pero, claro, cuando se llega al punto de inflexión, aparece la idea de una crisis. Las autoridades se asustan, la gente se asusta. Todo el mundo sale corriendo y es lógico.
        No vamos a hacer leña del árbol caído o a  ponernos duros con lo que ha venido ocurriendo. Pero sí destacar al menos lo más trascendente.
        Por un lado nos vimos obligados a recurrir al FMI para lograr financiamiento. Por el otro se anunció finalmente una baja del gasto público de orden del 15%. Se subieron las tasas de interés por encima del 40%. Se hicieron cambios en el gabinete. Las conferencias de prensa del ministro Dujovne en horas de la mañana mostraron, a nuestro criterio, que el caballo seguía estando detrás del carro. Y sigue estando lamentablemente.
        El ministro nos contó que habíamos tenido una mala cosecha por efecto de la sequía. Que las tasas de interés en EEUU habían aumentado y eso perjudicaba a la Argentina. También que llegarían unos 15.000 millones de dólares del FMI en el primer tramo del acuerdo. Todo esto es cierto.
        Pero con todo el respeto del que somos capaces, sólo podemos decir que el ministro nos relató el problema. Y la función de las autoridades es prevenir las dificultades. Quienes construyen edificios antisísmicos toman en cuenta que éstos deben resistir y no caerse cuando el siniestro ocurra. Lo mismo quienes fabrican aviones, deben hacerlos tan resistentes como sea posible a las tormentas y descargas eléctricas.
         Por eso mismo es que creemos que el ministro Dujovne no ha aportado nada en lo que a tranquilizar el mercado se refiere. Sólo nos ha dicho que no habían previsto lo que finalmente ocurrió.
         Entre los cambios de los funcionarios se destaca el del presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, que presentó su renuncia, según se informó,  y en su lugar fue designado Luis Caputo. Pero en el mercado lo que se sostiene es que Sturzenegger fue invitado a renunciar, o sea que fue desplazado de su cargo. Desde aquel aciago 28 de diciembre en que se anunció la “recalibración” de las metas de inflación, que el jefe del Banco Central venía siendo muy cuestionado.
         Casi todos los especialistas han explicado que Caputo es un técnico, que tiene buenos contactos y que ayudará a corregir los problemas. Su política intentará desarmar la bola de nieve de las Lebacs y seguramente todo se tranquilizará.
          Muy bien, sin querer ser agoreros nosotros tenemos no pocas dudas respecto de cómo siguen las cosas. El desplazamiento del Presidente del Banco Central muestra que la poca o mucha independencia indispensable de esa institución ha quedado en el plano de las buenas intenciones.
          Es verdad que al haber sido recategorizada la Argentina como país “emergente” (era hasta ahora país “fronterizo”) tenemos un buen aliciente.  Pero todos los puntos que hemos mencionado describen una situación: estamos tratando de cubrir el agujero, de calmar las aguas, de tranquilizar la plaza e incluso de pagar menos por el financiamiento. Y el problema de fondo es que tenemos que terminar con el cáncer que origina la necesidad de tal financiamiento: el déficit fiscal.
         No tenemos dudas de los esfuerzos que están haciéndose a nivel gubernamental para intentar mejorar el deteriorado cuadro. Se ha buscado parar la obra pública que no sea indispensable y que esté en marcha. Varias obras de infraestructura se han licitado para ser financiadas de manera participada por el sector privado  (los renombrados PPP, o sea contratos de participación público privada), y el anuncio de una baja del 15% en el gasto público como señalamos más arriba. A esto se agrega el congelamiento de vacantes en la administración pública, el intento hasta ahora en ciernes de reducir la cantidad de ministerios, la intención de sanear el sistema jubilatorio y pensionado, dando de baja aquellas pensiones o jubilaciones otorgadas de manera ilegal, y varios etcéteras.
         El problema es serio y a nuestro entender debió encararse en todos los planos desde el primer día. La tarea es ímproba si pensamos no sólo en la administración nacional, sino en las administraciones provinciales y municipales. Amiguismo, nepotismo, “desocupación disfrazada” en empleos públicos, asesores,  “contratados” y un sinfín de compras directas o licitaciones amañadas son la muestra elocuente del lugar al que ha llegado el país luego de tantos años de desmanejo. Está intentándose, como decimos, pero hay que apurarse y el intento debe ser integral y con consensos políticos.
         Obviamente cuando llega el ajuste a nadie le gusta, como decíamos. Hemos vivido con tarifas subsidiadas, con planes y ayudas varias que llegan hoy mismo a que más de 17 millones de habitantes reciban alguna forma de subsidio directo. Así las cosas, esto es inviable.
         Comprendemos que el trabajo es ímprobo, creemos que a nadie se le escapará esta realidad, que no teñimos ni por un momento de ideas políticas. Los argentinos hace décadas que vivimos de prestado. En los últimos 60 o 70 años siempre hemos tenido déficit que debió ser financiado y pagado o defaulteado. Es la realidad.
          Cuando llega el momento de comprobar que ya no podremos vivir como vivíamos si no crecemos y desarrollamos las capacidades personales, ahí es cuando despertamos ante la realidad.
          Queda el consuelo de saber que esto no es nuevo. Nos pasó con el “rodrigazo”. Volvió a pasarnos con la “tablita” cambiaria y su derrumbe estrepitoso. Siguió pasándonos con la hiperinflación y el “plan Bónex”. Volvió a ocurrirnos con la caída de la convertibilidad y la “pesificación asimétrica” más “corralito” y “corralón”. Una y otra vez hemos debido toparnos con una realidad desagradable.
              Consideramos que no estamos hoy por hoy ante una situación tan dramática como las mencionadas, pero sí estamos complicados. Y en nuestra opinión corresponde esperar un plan integral que permita mediante consensos políticos, abandonar las prácticas que hoy llamamos “populistas” y que en verdad son tan viejas como el mundo. Encauzar la economía significa reducir el déficit fiscal a montos manejables, acabar con la emisión de moneda que hoy mismo crece al ritmo del 30% anual, llevar adelante y a fondo una reforma del Estado que incluya una reforma impositiva total.  Generar la confianza y el respeto del Estado de Derecho. Garantizar una cierta y real libertad de comercio como marca la Constitución, honrar los compromisos y especialmente tener plena conciencia de que el dinero en sí mismo es una promesa de pago, no constituye riqueza. Porque la riqueza son los bienes, y la moneda es un pagaré.
               En definitiva, todas las medidas tomadas en estos últimos días son de carácter financiero y monetario. Intentan evitar que la sangre llegue al río. Pero por un lado le cuestan al país muchísimo dinero, y por el otro no son la solución de fondo. A lo sumo suavizan el aterrizaje. 
        
      

Buenos Aires, 21 de junio  de 2018                                        HÉCTOR BLAS TRILLO

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