El Ágora
LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA BARBARIE
“El que no llora no mama, y el que no afana es un gil...” - “Cambalache” E. Santos Discépolo
¿Alguien tiene alguna duda de que la nueva villa del parque Indoamericano llegó para quedarse y nunca será desocupado el predio? Lamentablemente esa es la realidad. Y sus ocupantes y los grupos ideológicos afines y los organizadores también lo supieron en todo momento y por eso dieron el paso que dieron.
La liberalización de la zona por parte del Gobierno Nacional provocó, por su parte, enfrentamientos y muerte ¿alguien esperaba otra cosa? Acaba de ocurrir el caso del militante trotskista Ferreyra, en Barracas.
Mientras en ese caso se acusó a la policía Federal de liberar la zona, en este caso el Gobierno Nacional le pidió que lo hiciera.
El jefe de gabinete sin embargo salió ridículamente a decirnos, entre otras banalidades, que el personaje de pantalón rojo y gorrita que vimos todos en la televisión llevando un arma en su mano derecha, es en verdad un empleado de la Obra Social del Gobierno de la Ciudad.
Si todo lo que hemos visto hasta ahora fue un acto de absoluta insensatez y desidia, lo peor de todo fueron las sucesivas declaraciones de este funcionario. Desde las argumentaciones sobre que la policía era necesaria en otras zonas de la Capital, hasta la negativa pública a acatar un fallo judicial.
Hubo sin embargo un momento previo de gran estupefacción: fue cuando el ministro Alak leyó un breve comunicado en el que decía que la responsabilidad en el parque era del gobierno de la Ciudad, que la Policía Metropolitana cuenta con varias veces más efectivos que los que fueron necesarios para desalojarlo en el primer intento, y que en definitiva el Gobierno Nacional nada tenía que ver.
El grado de infantilismo, dejadez y franca estupidez de parte de nuestros gobernantes tuvo su evidente cuota adicional cuando el Jefe de Gobierno salió a acusar a la inmigración ilegal que no es controlada por el gobierno nacional y que posibilita estas ocupaciones de espacios públicos. Horas más tarde, en un acto por el día de los “derechos humanos” transmitido en cadena nacional, la presidenta de la República acusaba sin nombrarlo a Macri de xenófobo, mientras en el parque Indoamericano, pobres contra pobres se agredían y mataban terciados por bandas y patotas varias vinculadas algunas a las llamadas Hinchadas Unidas Argentinas.
Hace muchos años que vemos cómo la Nación Argentina ha entrado en un cono de sombra moral e institucional de proporciones cósmicas. Pero confesamos que nunca esperamos ver semejante grado de desidia y liviandad como el que apreciamos en estas últimas 48 horas.
El Gobierno Nacional anunció que no reprimiría a los ocupantes del predio, luego de haberlos reprimido un par de días antes. El gobierno comunal reiteró que no tenía recursos suficientes en su flamante Policía Metropolitana.
La batalla campal pudimos verla en la tele hasta que la cadena nacional interrumpió las tomas de los canales de noticias para dar paso a un escenario montado en el llamado “salón de los patriotas latinoamericanos” en el que una presidenta sonriente flanqueada por la señora de Bonafini y la señora de Carlotto, nos hablaba de los “derechos humanos”. Un montón de chicos sentados en el suelo frente a ella, sonreían y aplaudían recordando los programas infantiles de la animadora brasileña Xuxa. La cámara mostraba también a Martin Luther King III, al juez español Baltasar Garzón, y a otras personalidades internacionales vinculadas al tema de los derechos citados. Más allá, algunos artistas y cantantes afines al gobierno aplaudían los dichos de la primera mandataria. También algunos funcionarios como el ministro Randazzo, Aníbal Fernández, el canciller Timerman (estos dos últimos bromeando entre sí) y gobernadores como Capitanich. Todos ellos aplaudían a rabiar cada uno de los dichos obvios de la presidenta, sobre la actitud del gobierno que preside para con la cuestión central. Un cuadro de un relieve surrealista hasta el paroxismo. Un momento antes se interrumpía la transmisión de las fogatas, las corridas, el incendio de algunas carpas y una verdadera batalla campal en la cuasi penumbra del Parque Indoamericano. Era como superponer a la imagen de la realidad, otra fraguada por un marco decorativo y sonriente.
Sin embargo, la presidenta hacia el final de su disertación se refirió a los hechos. Habló de la xenofobia, en nuestra opinión con absoluta razón, y también anunció la creación del Ministerio de Seguridad, separándolo del de Justicia, el del inefable Alak del discurso esquizofrénico.
Es evidente que pese al escenario, a los “invitados” y a los niños sonrientes, la señora de Kirchner tenía bien en claro el problema que estaba afrontando. Y no podemos menos que reconocérselo, más allá de cualquier otra consideración.
Hoy, la comedia de enredos teñida de sangre siguió su curso. El gobierno nacional decidió finalmente convocar a Macri “de urgencia” para poder al menos encarar una solución conjunta al problema. Es decir, luego de haber negado toda responsabilidad, de haber desconocido un fallo judicial, de haber dicho y reiterado públicamente que quien debía hacerse cargo del asunto era el gobierno de la ciudad, el Poder Ejecutivo aceptaba buscar una salida conjunta.
Hoy, asistimos al final previsto. Se arribó a un “acuerdo” en el que participaron representantes de los ocupantes ilegales y también de una verdadera gama de agrupaciones políticas que nada tenían que hacer allí y que en su totalidad responden a ideologías afines a la violencia callejera disfrazada de “pueblo”; que en muchos casos no pasan de ser meros sellos de goma con un par de dirigentes más o menos conocidos, y que por lo general se autocalifican de “sociales” siendo así denominadas especialmente por los medios de radio y televisión.
¿Y en qué consistió tal “acuerdo”? Básicamente en que los ocupantes y los grupos citados extorsionaron a ambos gobiernos afirmando que de allí no se irían sin una vivienda. Por su parte el Gobierno Nacional prometió enviar la Gendarmería y también la Prefectura a poner orden y proteger la ocupación violando todos los derechos de los vecinos y de la comunidad toda, dándole la razón a los violentos, a los extorsionadores y a los apropiadores.
Lo más insólito fue que de dispuso una hora: las 17. Es decir, en castellano era la comunicación oficial de que a esa hora se cerraría el chorro a quienes quisieran concurrir al festín y ocupar algún terrenito. Y obsérvese: la Policía Federal no se hará cargo, tal como lo afirmara el jefe de gabinete anteriormente.
Cómo seguirá la cuestión no lo sabemos. No sabemos cómo reaccionarán los vecinos. Estamos convencidos y lo dijimos al comienzo en que esta nueva villa llegó para quedarse y no creemos que ni el gobierno nacional ni el comunal tengan demasiadas ganas de cumplir con lo prometido.
Unos y otros intentaron frenar la barbarie institucionalizándola. A ello colaboraron algunos jueces con decisiones tales como las de acercarles agua, ponerles luz, y baños químicos a los intrusos; todo ello en lugar de ordenar que sean desalojados, que es lo que corresponde. A su vez el panorama discursivo quedó adornado de frases vinculadas a las necesidades de vivienda y a cuestiones más o menos agrupadas en el bastante gastado concepto de “sociales”.
La presión, la extorsión y hasta el crimen habían logrado el objetivo. Los grupos ideológicos antidemocráticos y extremistas asociados también. En el medio, por supuesto, los mafiosos que acercaron a los intrusos en diversos medios de transporte, y lucraron y lucran con los “alquileres” provenientes del “loteo”. Y a esto se le llamó “acuerdo”.
Para finalizar, nos parece importante llegar a una reflexión sobre estos hechos.
La población argentina en su mayoría hace muchos años que acepta un discurso vinculado con la necesidad de ayuda de parte del Estado. Así las cosas, los partidos políticos y grupos con posibilidades de disputar el poder, se muestran una y otra vez proclives al reparto de dádivas de todo tipo. Desde asignaciones universales por hijo hasta planes de ayuda de diversa índole, desde el otorgamiento de viviendas gratuitas, hasta los “adicionales” de fin de año para “los abuelitos”. Los gobernantes, en este caso Cristina Fernández, discursean sobre la necesidad de que el Estado intervenga en la economía para repartir y regalar. Planes, comida, dinero, “emprendimientos”, casas, asignaciones por hijo, mínimos jubilatorios masivos, etc.
Si uno observa el espectro ideológico con vistas a las elecciones, no hay partido o grupo político que no proponga y acepte como válido que los problemas sociales de los argentinos se resuelven con dádivas y subsidios, tarifas diferenciales o lo que fuere. Todo menos trabajar y recibir un sueldo digno para abonar el precio justo.
A ello se suma la internalización de que los usurpadores de espacios públicos o privados tienen “necesidades” que justifican la acción delictiva. Cualquiera medianamente informado sabe lo que cuesta legalmente “sacar” de su propiedad a un intruso o a un inquilino que no paga.
Así las cosas, en las villas de emergencia siempre se termina asignando predios, dando derechos de propiedad, regalando servicios públicos y otras menudencias que paga, por supuesto, el resto de la comunidad.
En el medio, la xenofobia parece un paliativo. La culpa a los inmigrantes sirve para mitigar el grado de desidia. Si no hubiera inmigrantes, señores, el problema existiría igual. Tal vez en un menor grado, pero igual. Porque las gentes que son incentivadas para vivir de la dádiva terminan siendo las principales víctimas del accionar clientelista de los gobernantes.
Porque el problema de fondo es que la sociedad argentina en su mayoría acepta como normal que un gobernante se haga cargo de repartir casas, comidas, dinero y juguetes para paliar la pobreza, sin alcanzar a entender que así lo que se logra es precisamente lo contrario. Esto es, radicalizar y oficializar la pobreza, convertir a los beneficiarios en esclavos del sistema de prebendas, quitarles su dignidad y transformarlos en lacayos que asisten a los “actos” o pierden el “plan”.
En las llamadas provincias feudales esto es tan obvio y desde hace tantos años que abruma.
Es entonces la población en general la que avala y justifica la acción demagógica e interesada de los políticos. Acá se considera normal que las ayudas cundan y se multipliquen hasta el infinito. A todo el mundo le parece que así se termina con la pobreza y que todo estará mejor.
Claro, parece que el límite son los extranjeros, que pueden morirse de hambre pero en su patria. Somos muy solidarios a menos que los necesitados sean extranjeros ilegales.
Y a menos que las villas se instalen frente a nuestras casas. Y a menos que sus ocupantes nos quiten los turnos en los hospitales.
Estamos ante el oprobio de que nuestros gobernantes no se atreven a enfrentar a mafiosos y delincuentes, que naturalmente están detrás de los ocupantes ilegales. Estamos en manos de grupos que organizan las ocupaciones ilegales como está más que a la vista. Estamos en manos de la barbarie y hablamos de “acuerdos”. Estamos ante la institucionalización de la barbarie.
Buenos Aires, 11 de diciembre de 2010 HÉCTOR BLAS TRILLO
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