El Ágora
Dicen
que dogmatismo y fanatismo comparten una suerte de pedestal de
la imbecilidad,
en el sentido de que ésta última implica lo que el diccionario
define como escasez de
razón.
En
todos estos años de vamos
por todo hemos
asistido a un verdadero empecinamiento de parte de la presidenta
y sus
allegados para intentar imponer condiciones que claramente
resultan inviables.
El entusiasmo y hasta la soberbia arreciaron en estos últimos
dos años, en los
cuales se avanzó raudamente en el intento unívoco de desmembrar
al grupo Clarín
o en la confiscación de la empresa Repsol-YPF. En el medio
quedaron intentos
vanos de someter aún más a una Justicia renga y de cortas miras
o, inclusive,
de una reforma constitucional que permitiera a la presidenta una
nueva
reelección.
La
falta de realismo, o, si se prefiere, el exceso de realismo
mágico, había
terminado por convencer a los gobernantes de que su declamado
“relato” era
cierto. Pero no fue así.
Luego
de las derrotas electorales de agosto y octubre pasados, empezó
a salir a la
superficie la verdadera historia,
ocultada durante años por
todo el
elenco gobernante, incluyendo provincias y municipios
oficialistas. Muchos
iniciaron el triste derrotero de abandonar el barco, pasándose a
las huestes de
supuestos opositores que no son tales. Otros adoptaron un perfil
todavía más solapado,
intentando sostener sus feudos acercándose a otros candidatos,
al tiempo que
formalmente mantienen su adhesión al modelo.
La
situación de la economía es verdaderamente delicada. Se diga lo
que se dijere.
La
confiscación de YPF provocó una verdadera parálisis inversora, y
también
represalias de parte de la Unión Europea, y especialmente de
España. La crucial
exportación de biodiesel al país ibérico terminó cortándose
definitivamente,
con las consecuencias obvias para el sector.
El
Banco Central, ocupado de manera claramente ilegítima por la
señora Marcó de
Pont, dejó una secuela de destrucción de reservas, emisión
espuria de moneda e
inflación galopante.
Los
llamados fondos buitre llevaron
ante
la justicia norteamericana la lógica implacable del acreedor que
tiene en su
poder un título que la Argentina se comprometió a pagar y no
quiso hacerlo. Y
así podríamos seguir con varios temas. Problemas de
importaciones y exportaciones,
cepo cambiario, tipo de cambio, etc. A
todo ello, un pavoroso déficit fiscal se ciñe sobre nosotros
como un verdadero
nubarrón que no hace más que presagiar la tormenta inminente,
con caída de
granizo garantizada.
En
materia comunicacional, la verdadera caja de resonancia
neofascista en la que
se convirtió al canal 7 de televisión o la radio Nacional ha
mostrado ser un
verdadero bumerán. Los programas de propaganda terminaron siendo
vistos
únicamente por los más fanáticos adherentes. Y en el fútbol, la
reiteración de spots
exaltando logros y descalificando
adversarios contribuyó al descrédito y hasta el fastidio. Es
sabido que en los
entretiempos, los televidentes huyen raudamente de la propaganda
oficialista. E
incluso durante los partidos, son muchos los que bajan el
volumen para no tener
que escuchar a ineptos relatores haciendo menciones del tipo “un
día
peronista”, o “hay que acabar con la corpo”
mientras Riquelme ensaya un pase de larga distancia. Incluso se
sabe que el
retraso de la transmisión televisiva respecto de la radial es
hecho adrede para
obligar a escuchar el relato oficial. Pese a lo cual son muchos
los que
utilizan el método de bajar el volumen.
El
jefe de gabinete desplazado tiene antecedentes de un fanatismo a
prueba de
contingencias. Y ni qué hablar del otro gran renunciado,
Guillermo Moreno, que
ahora se solaza con una recua de jóvenes y no tan jóvenes que le
hacen “el
aguante”, mientras se sabe que le pidió a la presidenta que lo
sacara del país.
El
grado de deterioro de las cuentas públicas obliga a las
provincias y a los
municipios a multiplicar su imaginación en materia tributaria,
intentando aún
ahora obtener más recursos a como dé lugar.
A
nivel nacional, a los cambios introducidos en el impuesto a las
ganancias para
gravar dos veces a los dividendos, o la compraventa de acciones
no cotizantes
en Bolsa, se agrega ahora un inconstitucional impuesto a “los
autos de alta
gama” a fin de frenar la sangría de dólares al cambio oficial
que se utilizan
para este tipo de transacciones. Una pintura que muestra, de
paso sea dicho,
que el propio gobierno descree del tipo de cambio, al que no
quiere tocar por
otras razones. Lo cierto es que las distorsiones de precios, la
inflación
galopante, y la creación de nuevos impuestos al socaire de
explicaciones de
índole populista, no corrigen el problema sino que lo agravan.
Mientras
tanto, el ministro Kicillof hace malabares para intentar
explicar que no dijo
lo que dijo en el caso YPF, siendo que está filmado tratando de
“tarados” y de
“papagayos” a quienes le advertían que un país no puede
confiscar empresas así
nomás. Ahora, el gobierno ha encarado un arreglo con España para
destrabar la
situación y facilitar así que alguien venga a poner dólares en
Vaca Muerta.
Aunque no es tan sencillo que los grandes capitales lleguen a la
Argentina
luego de años de no respetar nada, aparte de ovacionar a quienes
anunciaron al
mundo que no pagarían la
deuda.
Mientras
en el Banco Central se ha nombrado a una persona que todo el
mundo en el ambiente
reconoce como seria y profesional, uno no puede dejar de
preguntarse por qué
razón hace tres años pusieron al frente de esa institución a una
persona que
desde el comienzo mostró claramente su ineptitud, incluso en
declaraciones
públicas.
Evidentemente,
la situación de salud por la que pasa la presidenta, ha
precipitado ciertos
acontecimientos. La designación de Capitanich al frente del
gabinete, ha
marcado un indudable cambio de estilo. Pero hay que tener en
cuenta los
antecedentes del ahora gobernador chaqueño en uso de licencia.
Los bonos
nominados en ´dólares que pagó en pesos al cambio oficial
constituyen una
muestra de ese rasgo cuasi estafador que exhibe el gobierno
nacional en
prácticamente todo lo que hace. También en el discurso, el
chaqueño niega la
inflación, y tanto él como el ministro de economía hablan de
“variaciones en
los precios”, un eufemismo patéticamente elaborado desde la
vacuidad de quienes
prefieren mostrar que hay fantasmas y no realidades.
Incluso
el ministro Kicillof ha salido a decir que en la Argentina no
hay inflación
porque determinados precios (tarifas) no han subido durante
años. El ministro
no puede ignorar (y no ignora) que los precios que no han subido
es porque han
sido subsidiados, es decir que no se trata de que no hay
inflación, sino que la
hay, pero la diferencia por suba de precios la pone el Estado.
Esta
clase de eufemismos torpes no hacen sino alarmar a quienes
tienen esperanzas de
que algo cambie. Un profesional economista, por lo demás, ha de
saber que aceptar
usar explicaciones ridículas o bajadas de línea del tipo
“variaciones en los
precios”, no hace sino mostrar su sometimiento a la mentira más
desembozada. Y
un ministro entre otras cosas debe por lo
menos resultar creíble.
Hijos
del rigor, los gobernantes han empezado a aceptar una realidad
que siguen
negando desde el “relato”. Arreglar con el CIADI, arreglar con
los fondos buitre, arreglar
con el Club de
París, cambiar la imagen del programa neofascista 6,7,8; encarar
profesionalmente el Fútbol para Todos abriendo el camino a la
publicidad
privada y quitando la saturación de publicidad gubernamental son
indicios de
que el vamos por todo
ha chocado.
El
caso Clarín es también emblemático. Todo el mundo sabe que la
cuestión que
primó no fue la sanción de una pomposa ley de “medios
audiovisuales”, sino el
intento de desguazar al multimedios de la señora de Noble. Nadie puede tener dudas de
que si el grupo
Clarín no se hubiera enfrentado a los Kirchner nada hubiera
ocurrido, o incluso
hubieran ocurrido cosas en el sentido inverso, como pasó con la
autorización
para fusionarse de Cablevisión y Multicanal, firmada por Néstor
Kirchner.
Ya
desde hace un tiempo, el gobierno terminó aceptando que
encumbrados dirigentes
oficialistas concurrieran a programas políticos de TN. Porque
era obvio que si
tales dirigentes concurrían a 6,7,8 se producía una verdadera
masturbación
mental entre los dogmáticos que regentean ese programa, pero no
llegan al gran
público, que prefiere aquellos paneles donde los temas se
debaten. Y no una
bandada de genuflexos buscando adular al rey negando que está
desnudo.
Hay
algunos cambios importantes también en este aspecto. Incluso se
comenta que el
gobierno aprobará la presentación de Clarín para su “adecuación”
a una ley que
nació trucha, si se permite la expresión. Los acuerdos entre el
empresario
ultraoficialista Cristóbal López y Marcelo Tinelli muestran que,
además,
“business are business”.
La
verdad es que, efectivamente, están encarándose viejos problemas
que
fueron generados por la
propia
administración kirchnerista a lo largo de todos estos años. El
problema que se
observa es que están haciéndolo muy lentamente.
El
plan de eliminación de subsidios ha sido abandonado a poco de
largar en el año
2011, por ejemplo. Si bien
en nuestro
modo de ver el criterio discriminatorio para su reducción o
eliminación no es
adecuado, lo cierto es que al menos se intentaba algo. Es
inconcebible por
ejemplo que en los ferrocarriles urbanos prácticamente nadie
pague boleto. No
estamos hablado de grandes cosas, pero sí de obviedades. Por más
que se haga el
transporte público no puede funcionar si la gente no paga su
pasaje, aunque se
trate de cifras irrisorias.
El
cepo cambiario debe ser resuelto de alguna manera. Los países
serios del mundo
no tienen ese tipo de corsés.
Son
algunos ejemplos. Hay cosas que cuesta resolver y cuya
responsabilidad es de
este gobierno. Haber tardado tantos años en quitar del medio a
un personaje
nefasto por donde se lo mire como Guillermo Moreno nos lleva a
decir que “más
vale tarde que nunca”. Pero mejor hubiera sido echarlo hace
varios años, o que
no hubiera asumido siquiera.
En
el conjunto, todo permite suponer que están haciéndose algunos
ajustes por la
necesidad imperiosa de volver al financiamiento mundial. Algunos
señalan que
hubo presión de EEUU en ese sentido. Es muy factible, como
también lo es que no
era posible seguir así.
Lo
cierto es que, de una forma o de la otra, nuestros gobernantes
vuelven a
demostrar que, ciertamente, son hijos del rigor.
HÉCTOR BLAS TRILLO
Buenos Aires, 1º
de diciembre de 2013
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