Segunda Opinión
LOS SERVICIOS DE COMUNICACIÓN AUDIOVISUAL
La presentación ante la consabida claque oficialista, de un anteproyecto de ley de radiodifusión encierra no pocas zonas oscuras en materia de libertad de prensa y demasiada politiquería
La presidenta de la Nación presentó en el teatro Argentino de La Plata el anteproyecto de una ley destinada a sustituir la vieja norma proveniente del gobierno militar en un marco de referencia político partidista, indigno desde cualquier punto de vista que se lo mire, para tal presentación.
Primero habrá que decir que el pasado peronista, y el presente inclusive, no ha sido referencial para la libertad de pensar en la Argentina. Desde sus albores antidemocráticos con el golpe de Estado del 4 de junio de 1943, Perón atacó a la prensa en todas sus formas posibles. El acto más vandálico fue el de la expropiación del diario La Prensa, en ese entonces y por varias décadas el órgano periodístico de mayor difusión y prestigio en el país, y uno de los 10 primeros del mundo.
En la presentación del anteproyecto, las gradas estaban ocupadas por grupos de punteros y conchabados que gritaban en contra del diario Clarín siguiendo, evidentemente, las órdenes de Néstor Kirchner, sin que la señora pidiera ni siquiera por cortesía con el mundo civilizado, que la horda hiciera un piadoso silencio para que ella, justamente, pudiera hablar. Del mismo modo que no hace tanto le pidió al de la corneta que se callara. Por supuesto que la cortesía que mencionamos, no es más que un rasgo de urbanidad esperado. Porque el fondo de esta cuestión es que el proyecto de servicios de comunicación audiovisual pretende ser el paradigma de la libertad de prensa, tal como se lo describe en medios oficiales y oficialistas, al mismo tiempo que la claque insulta a medios que ejercen tal libertad porque lo que dicen o hacen no es de su agrado. O más bien no es del agrado del matrimonio presidencial.
Estamos entonces ante la realidad histórico política de que el lobo en el gallinero pide por la liberación de las gallinas, más o menos. Mientras se trina a los cuatro vientos que la vieja ley de Radiodifusión proviene de la dictadura militar, se hace un vergonzante mutis respecto de que el ComFeR también proviene de un gobierno militar. Y es precisamente en el seno de este Comité, de claro origen y rango fascista, de donde surge la redacción del modelo que confunde adrede la libertad de expresión con un difuso servicio. Esto, que puede parecer irrelevante, no lo es. Porque un servicio, si es público, entra en un rango muy diferente al del artículo 14 de la Constitución Nacional respecto de la difusión de ideas sin censura previa.
Nuevamente vemos aparecer trabajos relacionados con la manera de difundir en los medios ciertos actos o situaciones de la vida cotidiana. Los argumentos que se vierten respecto de estos, son los mismos que utiliza el matrimonio presidencial. Un crimen difundido 33 veces, hace pensar a la población que hubo 33 crímenes. De tal modo que el ComFer o la nueva ley regulatoria y su reglamentación serán los encargados de decirnos cuántas veces, cómo, dónde, por qué y a qué hora y por qué medio habrán de difundirse estas noticias. Y esto en nombre de la libertad de expresión.
La impresionante carga de autoritarismo reinante no llega sola. Hay un caldo de cultivo evidente en la propia población, que muchas veces por una razón o por otra termina consintiendo con su voto la anormal creencia de que la culpa de lo que pasa es de los mensajeros. Es por eso que personajes francamente irrelevantes y marginales como Pérsico o D Elía pasan a tener una preponderancia pública que jamás tendrían en las urnas.
El gobierno kirchnerista ha ocupado buena parte de su mandato en mentirle a la gente de la manera más artera. Desde la reiterada emergencia económica votada año tras año por genuflexos diputados y senadores, pasando por el robo a las AFJP, la constante búsqueda de enemigos o el suministro de datos amañados del INdeC. Todo ha sido posible en estos años. Un personaje de historieta como Guillermo Moreno, patotero que aparece en una Plaza de Mayo grotescamente “liberada” por el apañamiento policial kirchnerista, secundado por patovica de poca monta. O un D Elía golpeador mañero y tramposo tomado por las cámaras de una televisión que luego fue cuestionada nada menos que por el decanato de Ciencias Sociales que sin embargo mucho se cuidó de mencionar siquiera la agresión consentida por el gobierno todo, incluida la propia presidenta que dos días después tuvo al cobardón piquetero junto a ella en un acto en Parque Sarmiento. Y ni qué decir de las expresiones de ese mismo personaje respecto de su odio de clases manifestadas en un programa radial conducido por un actor devenido en periodista.
Este gobierno kirchnerista, plagado de antecedentes de arbitrariedad y autoritarismo, acusador desde sus tiempos de Santa Cruz de cuanto medio se dignara cuestionar algo de su accionar. Maniqueo, sectario, clasista, oportunista. Este gobierno, luego de haber bancado casi 6 años la ley de la dictadura sale ahora, en medio del impresionante desajuste provocado por el adelantamiento cobarde y maltrecho de las elecciones legislativas, más la amenaza del piquetero Pérsico de abandonar el barco, más el permanente ataque a la libertad de prensa manifestado no sólo en los insultos y descalificaciones, sino en los canales de televisión y la radio del gobierno, que son genuinos panfletos comparables únicamente con el recordado Pravda o con el incomprensible Granma, sino por el propio grupo de adulones presidenciales en un teatro de La Plata, más todo lo que acontece con el llamado campo, más la permanente alusión a medios como Clarín corroborada por panfletarios bastardos y torpes; este gobierno, decimos, pretende convertirse en paladín de la libertad de prensa, para lo cual envía un proyecto de ley confeccionado entre otros, por el “coordinador general” del ComFer, hito de la dictadura militar lanussista, Luis Lazzaro, que entre otras paparruchadas ha dicho y publicado lo siguiente:
La vieja ley de radiodifusión, sancionada durante la última dictadura militar (no como el ente que el coordina, que fue sancionado durante la anteúltima dictadura militar pero bien que se guarda de decirlo) y empeorada por el afán neoliberal de los 90 (y que 6 años de gobierno kirchnerista no se dignaron corregir) está hoy en el centro de los debates. Sólo algunos nostálgicos del autoritarismo militar (¿el ComFer?) o de mercado podrían negarse al debate propuesto por la presidenta... El sofisma es evidente. El militarismo es autoritario por definición y el mercado es la libertad por definición. Por lo tanto mencionar lo primero es redundante y lo segundo es absurdo e inconsistente. Aparte, claro está, de que el kirchnerismo adhirió en forma ferviente al modelo neoliberal al que se refiere seguramente sin tener idea de lo que dice, este señor. Y tal vez es por eso que mantuvo el esquema durante 6 largos años. Y si hubiera otra explicación debería darla él, ¿no es verdad?.
Lo dicho por este personaje es enriquecedor en materia de deseos de coartar libertades. Veamos un párrafo más.
Argentina (sic, por la Argentina) merece que las políticas de comunicación asuman que se trata de un bien social, que no puede estar esclavizado a las leyes de mercado en un puñado de ciudades. Lo de bien social es una vieja casete de los llamados progres argentinos, jamás definido y aclarado como jamás han definido ni aclarado prácticamente ninguna de sus consignas y etiquetas. Lo cierto es que en un país donde existe la propiedad privada crear una categoría intermedia donde determinadas propiedades pasan a ser sociales abre las puertas al grupo de iluminados del que seguramente Lazzaro cree formar parte que nos dirán qué cosa nos conviene más, y sobre todo nos lo dirán partiendo de las decisiones políticas de un gobierno a todas luces autoritario y casi monárquico que saca a relucir tal logro a 6 años de haber comenzado y no antes.
Acabamos de volver del Sur argentino. De ciudades como Esquel o pueblos como Trevelin. Podemos asegurar a quien quiera saberlo que allí solamente ingresa una AM: Radio Nacional, que tiene una programación similar a lo que podría ser en televisión el Canal Encuentro o la Televisión Pública, es decir un panfleto de poca monta al servicio de los políticos de turno en el poder hoy. ¿Dónde están los medios provenientes del puñado de grandes ciudades esclavizadas por la ley del mercado?
Si en la Argentina hay una esclavitud mediática esa es la que proviene de los medios públicos, regenteados por amigos y preferidos del poder político de turno, que llegan a todos los rincones de la república con su carga ideológica, perversa y sobre todo ignorante. Y son los poderes públicos los que tratan de digitar, publicidad oficial mediante, a los medios privados, como todo el mundo sabe desde hace varias décadas. Y si no logran así, los clausuran, como el líder del movimiento lo hiciera con el diario La Prensa, o los suspenden, como la tercera esposa del líder lo hiciera con el diario La Opinión. O los expropian a mano armada, como ocurriera con los canales de televisión en 1973. Y esto por citar algunos ejemplos, claro está.
En todo el artículo que estamos comentando (publicado por el Sr. Lazzaro en la edición de ayer sábado de Perfil) no hay una sola mención a los medios estatales de difusión. Como no suele haberla de los bancos estatales cuando se habla de los bancos. Ni suele haberla de los crímenes cuando se trata de los crímenes de los amigos del poder. Pero ahí están.
Y para no abusar, un parrafito final de este mismo señor se refiere a las comunidades alejadas donde muchas veces se encuentran nuestros pueblos originarios Ya citamos qué se oye y qué se ve en tales comunidades alejadas. Pero avancemos un poquito más: ¿nosotros no tenemos los mismos derechos que los llamados pueblos originarios? y si es así, ¿por qué la distinción, amigos del INADI?
Y si no es así, ¿por qué no es así? Alguna vez tendremos que empezar a preguntarnos qué cornos somos todos nosotros, si somos hijos o nietos o biznietos de inmigrantes, ya que originarios parece que no somos y cabe preguntarse qué destino nos cabe. Ello aparte, claro está, que un oriundo de un pueblo no originario como el Sr. Lázzaro, siguiendo sus parámetros, les diga a los pueblos originarios qué es lo que a ellos les conviene. Y a nosotros no.
Bien, y para terminar, haremos referencia también a un artículo publicado por Julio Bárbaro que supo ser interventor o como se llame del engendro dictatorial llamado ComFer durante todo el gobierno de Néstor Kirchner. Para no hacerlo demasiado largo (pedimos disculpas por eso), buscamos un párrafo que por su elocuencia dejará pasmado al más pintado.
Otro tema distinto es la publicidad del Estado, donde si algún juez liberal considera que les toca a todos por igual es porque desprecia la democracia. En nuestra realidad el Estado tiene adeptos y enemigos. Con Menem y Cavallo nos vendieron hasta lo que no teníamos, esas empresas son las que financian a los opositores al Estado, que al menos éste pueda sostener a los otros, a aquellos que por defenderlo no reciben publicidad privada.
Increíble y patético. Por un lado confunde de una manera casi infantil Estado con Gobierno, y no creemos que lo haga por casualidad. Por otro lado habla de un juez liberal que tal vez considere que la publicidad estatal debe repartirse a todos por igual, cuando la doctrina liberal, que sin duda Bárbaro conoce, no dice eso, sino que habla de la igualdad ante la ley. La Constitución habla de la igualdad ante la ley, Bárbaro. Bárbaro, o bárbaro, con minúscula.
La igualdad ante la ley distingue entre quienes son idóneos y quienes no lo son. Entre quienes son dignos y quienes no lo son. Pero la igualdad según la cual todos deben recibir lo mismo no es un principio liberal. Al contrario, es un principio totalitario según el cual cada uno debe aportar según su capacidad y recibir según su necesidad. Y ese principio, no es liberal, Bárbaro. Bárbaro.
Por eso cuando este señor habla de repartir la publicidad entre quienes la necesitan porque no reciben publicidad privada, lo que está diciendo es que hay que repartirla según la necesidad de ellos. Lo que está priorizando no es cuáles medios son los más leídos, sino cuáles son los más necesitados. Pero resulta, querido bárbaro, que la publicidad se hace justamente para que la lea o la vea la gente, no para que reciban dinero algunos medios que no reciben publicidad privada. Para eso están los subsidios, las desgravaciones impositivas o lo que sea, bárbaro.
El Estado da a publicidad sus actos y debe hacerlo por imperio constitucional. No hacer propaganda con los dineros públicos sino dar a publicidad sus actos. El Estado no tiene adeptos y enemigos, es el gobierno quien los tiene. Y así es la vida en democracia, justamente, Bárbaro, o bárbaro.
Lo que Menem hizo, con Cavallo o sin él, fue refrendado por las elecciones presidenciales del 95 luego de la reforma presidencial del 94, avalada entre otros por el matrimonio Kirchner. Y por el alfonsinismo.
Y por todos los que en ese momento tenían algo que ver con ese gobierno y hoy parece que nada tuvieron con él. Lo que Cavallo y Menem por otra parte pudieron haber hecho al vender lo que vendieron, nada tiene que ver con la libertad de prensa que nunca antes, y mucho menos ahora, estuvo tan garantizada como en esos años como lo dice cualquier periodista medianamente honesto que no tenga miedo de decirlo. Y aún si así no fuera, nada tiene que ver la privatización de lo que fuere con la ley de radiodifusión sostenida por el Matrimonio durante 6 años.
Quizás sobre recordar que este señor Bárbaro, además de interventor en el órgano de control por excelencia de los militares sobre los medios de difusión durante la era kirchnerista, supo ser secretario de cultura de Carlos Menem, y también asesor de Carlos Corach, según puede verse en varias páginas de antecedentes en Internet. Nada define a nadie, pero nadie deja de tener un pasado, señores.
Pongamos las cosas en su lugar primero, y luego si hay lugar para el debate debatamos, con todo gusto. Pero no dejemos de recordar que toda regulación es una limitación a la libertad. Y quienes sostienen, como Lazzaro, que el mercado es una tiranía, no parecen haber entendido lo que hoy mismo pasa en el mundo. El odiado mercado, tarde o temprano se devora a los peores. Y cuando el intervencionismo regulatorio pretende reemplazarlo, el mercado se devora al intervencionismo. Crudo, pero es así.
Pero no sólo eso, sino que además, estos señores pretenden reemplazar al odiado mercado por sus decisiones personales. Eso hicieron durante 70 años con la Agencia soviética Tass, por ejemplo. Eso intenta desde su creación hacer Télam entre nosotros. Ellos son los que habrán de decirnos cuáles son los contenidos culturales de los canales de televisión. Ya pasó en la Argentina, donde conductores como Roberto Galán o Mirtha Legrand fueron prohibidos por gobiernos supuestamente democráticos y peronistas, dado que sus programas no se condecían a su juicio con las necesidades de la población. Y estos señores llaman ahora autoritarios a quienes pretenden que el ejercicio de la radiodifusión sea libre. Increíble.
El caballito de batalla de que los grandes grupos económicos hacen lo que quieren con las opiniones de la gente, no se condice con la actitud asumida el monopolio estatal de canal 7 o de radio Nacional en todo el territorio de la República. Los grandes grupos económicos no pueden con Internet, no pueden con la difusión mediante mil maneras diferentes, incluso de mensajes de texto, de todas y cada una de las ideas.
Estos señores le tienen mucho miedo a la libertad de pensar. Es obvio. El matrimonio presidencial lo demuestra todos los los días en sus reiterativos y primitivos discursos de barricada. Le temen a Clarín, o a La Nación, o a Marcelo Tinelli. Y quieren reemplazarlos por la impresentable programación de canales y radios del Estado, al servicio de una propaganda pasada de moda, anquilosada. Propaganda que es sostenida además por la actitud de supuestos intelectuales que no trepidan en meter en sus bolsillos los dineros de las gentes mientras millones de argentinos se sumen en la pobreza, sabiendo por lo demás que la genuina libertad de expresión, sobre todo en un medio público, incluye desde siempre mostrar todos los pensamientos e ideas. Basta ver un par de horas el canal Encuentro para comprobar el grado panfletario que asume, como canal, y con sus cómplices.
Mientras tanto, leemos en el diario que Bauer ha sido retado por el ex presidente Kirchner, dado que no politiza lo suficiente al Canal 7.
¿Realmente alguien puede creer que esta gente está sinceramente persiguiendo una mejor asignación de los recursos mediáticos para que la población reciba toda clase de opiniones? ¿Estos gobernantes maniqueos, insultadores, descalificadores incluso a nivel internacional de medios de difusión pueden querer eso? ¿Quienes trabajan en organismos como el ComFer o el Observatorio de Medios pueden desear sinceramente la libertad de expresión?.
Acá hay que sacarse la careta de una buena vez, señores. Esta gente lo que desea es que los medios digan lo que ellos quieren, como hacía justamente Juan Perón. Y lo demuestran todos los días. Esta es la pura verdad. Les guste o no que se la digan.
HÉCTOR BLAS TRILLO Buenos Aires, 22 de marzo de 2009
No hay comentarios.:
Publicar un comentario