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sábado, 3 de abril de 2010

PESCADOS TODOS 23/3/10

Segunda Opinión

ACTUALIDAD ECONÓMICA: PESCADOS TODOS





La inflación es la suba generalizada de los precios y solamente puede darse en determinadas condiciones. O se vuelca la circulación una mayor cantidad de moneda permaneciendo más o menos constante la cantidad de bienes y servicios, o disminuye la cantidad de tales bienes y servicios manteniéndose la cantidad de moneda en un mismo nivel.

Distintas corrientes de opinión consideran inflacionarios otros factores, tales como la velocidad de circulación de la moneda. Y también se habla y define una inflación de demanda, o de costos, etc.

Nosotros tenemos una visión según la cual la inflación es un fenómeno esencialmente monetario y consecuentemente matemático. La sola idea de suprimir la moneda para retornar a la economía de trueque elimina de raíz cualquier hipótesis inflacionaria, como es obvio.

Las líneas políticas basadas en el intervencionismo, el dirigismo y el voluntarismo, pretenden encontrar razones inflacionarias en aspectos tales como la eficiencia en la comercialización de ciertos bienes, la intermediación parasitaria –como suele denominársele- , la viveza de los comerciantes y otras consideraciones por el estilo. La verdad es que a poco que se analice esta cuestión, resulta bastante sencillo de demostrar que podrán ser caros ciertos productos, o encarecerse debido a malas prácticas, pero en sí mismos tales hechos no conforman el problema inflacionario.

Es por demás obvio que la ineficiencia en la comercialización (o cualquier otro factor vinculado con avivadas de los comerciantes, para mejor entendernos) de determinados productos afecta su consumo y produce desplazamientos hacia bienes sustitutos. Pero, globalmente considerados, los precios encarecidos de ciertos productos deben necesariamente significar la baja de otros, a menos que la cantidad de moneda en circulación se incremente (o baje la cantidad de bienes)

Y precisamente lo que está ocurriendo y con recurrente asiduidad es que la expansión monetaria sigue vivita y coleando y se incrementa a su vez (está hoy en el orden del 28%).

Y en este marco, y tal como ocurre cada vez que se aproximan fechas clave que incrementan la demanda de determinados productos, nuestros gobernantes han salido a “atacar” el problema del precio de la merluza. “Ataque” que tiene las mismas características que han tenido todos los “ataques” antiinflacionarios a lo largo de varias décadas en la Argentina: campañas de abaratamiento, “canastas” ad hoc, ventas especiales y toda la parafernalia de recursos voluntaristas de sobra conocidos.

La presidenta de la Nación inició una curiosa campaña en este caso: Pescado para todos, la denominó. Y automáticamente el autócrata Guillermo Moreno salió a cumplir la “orden”, para lo cual hizo migas con un empresario de apellido Mellano cuyos antecedentes lo vinculan, entre otras cosas, con el Mercado Central, faraónico emprendimiento llevado adelante en los años 80 con el objeto de eliminar los mercados concentradores existentes en ese entonces en el predio capitalino. Mellano tiene la concesión en el susodicho Mercado desde el año 1992, lo cual significa que es él quien alquila los puetos de comercialización minorista. Tiene otras actividades también, como la producción y comercialización de productos de la marca El Familiar y hasta la cría de cabras.

Mellano desarrolló en pocos días una feria itinerante de venta de merluza, luego de un acuerdo con el susodicho Moreno.

El empresario parece que le contó al periodismo dónde está el secreto para vender merluza barata: en el volumen. “Es lo mismo que hacen los supermercados, sólo que sin edificios, alquiler, aire acondicionado y demás”. Es decir, lo que todo el mundo sabe: la venta callejera donde no hay que pagar y mantener negocios instalados con todas las gabelas que soportan de parte de entes tributarios y municipios, puede lograr mejores precios de venta.

Claro, uno puede preguntarse por qué no se aplica el mismo sistema a toda la comercialización de todos los productos en todos los mercados. Es decir, por qué no hacer grandes ferias itinerantes a lo largo y a lo ancho del país, sin aire acondicionado además (lo que permite de paso ahorrar energía eléctrica) y desarrollar así campañas del tipo “lavarropas para todos”, “repuestos de autos para todos”, “lechuga para todos”, y así siguiendo hasta completar la lista de los millones de productos que consume cotidianamente una sociedad moderna.

Y no pretendemos hacernos los irónicos, sino más bien probar por el absurdo hasta dónde puede llegarse para intentar tapar el Sol con un dedo.

Cualquier comercialización callejera, “a capella” digamos, es más económica. Si toda la comercialización de todos los productos se realiza de la misma forma, todos los productos tendrán precios más bajos. Lo mismo ocurriría si por ejemplo bajara la carga tributaria porque el Estado gasta menos dinero. Y lo mismo ocurriría si se evitara la expansión monetaria incentivada por el crecimiento del gasto público, que entre otras cosas exacerba la demanda y produce las subas de los precios. Son recordadas las campañas de abaratamiento de otros tiempos, con puestos callejeros de origen oficial.

Ahora bien, siguiendo con el razonamiento del señor Mellano, si se convierte a la Argentina en un gran mercado persa ¿se reduce la inflación? Por supuesto que no, porque la inflación no es un problema originado en la cadena de comercialización de miles o millones de productos, sino un problema monetario. Es la expansión de la moneda lo que hace que los precios suban constantemente. Bajarlos a todos mediante el recurso indicado, no garantiza que no sigan luego subiendo.

Podremos mejorar incluso seriamente hablando la cadena comercializadora del pescado o de lo que fuere y bajar así el precio del producto, pero eso no resuelve el problema inflacionario.

Ahora bien: ¿cómo se logra que mejore la cadena comercializadora de cualquier producto? ¿mediante este tipo de campañas absurdas y diríase que surrealistas o con la competencia? ¿Es razonable que en un mercado como el de la merluza, que se vende a más de $ 20 el quilo, nadie intente venderla a menos comercializándola mejor?

Reiteramos que la inflación es la suba constante y generalizada de precios. Si suponemos que se logra seriamente una mayor eficiencia en la comercialización e intermediación de absolutamente todos los productos de la economía, tendríamos precios más bajos para todos. Pero ¿eso garantiza que a partir de ese momento los precios ya no volverán a subir? No, en absoluto. Dado que la suba de precios es un hecho dinámico y constante en un sistema inflacionario, la mejor eficiencia permite mejores precios, pero no resuelve el problema, porque no es ella la que lo origina. Los precios son más caros si se es ineficiente, pero no suben porque se lo sea.

Por eso, más que pescados para todos, estamos en realidad todos pescados dentro de un esquema que está lejos de revertirse, porque ni siquiera está reconociéndoselo. Hace años que nos debatimos en campañas y campañitas de todo tipo, acuerdos de precios, controles, intervenciones y hasta boicots mediante piquetes. Y el problema no sólo sigue sino que se incrementa día a día.













HÉCTOR BLAS TRILLO Buenos Aires, marzo de 2010

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