Segunda
Opinión
OTRA VEZ LA BURRA
AL
TRIGO
“Locura
es hacer lo mismo una y otra vez esperando
obtener resultados diferentes” (frase atribuida a
Albert Einstein,
aunque también a Mark Twain y a Benjamín Franklin)
Hay
cosas
que el común de los mortales podemos ver desde el punto de
vista de la
coherencia. Aún sin ser especialistas en un asunto. Podemos
saber si algo es
“sustentable” o no lo es. Para decirlo en otros términos:
podemos colegir si
será posible que algo ocurra o más bien nos parece que no lo
será.
No
haremos cálculos probabilísticos ni casuísticos. Sólo
aplicaremos un poco de
lógica.
Si
las
autoridades actuales piensan que un plan astringente que
cierra el grifo a la
fabricación de moneda hasta junio del año 2019 inclusive,
pretende “planchar”
el dólar en torno de los 40 pesos en promedio, paga tasas de
interés del 74% y
asegura que bajará la inflación a una tasa de crecimiento de
sólo el 23%, algo
de todo esto no podrá resultar así. A menos que algo se nos
escape, claro está.
Para
el
año 2018, los analistas más conservadores esperan una tasa de
inflación en
torno del 45%. Si las tasas de interés de las ahora novedosas
“Leliqs” (Letras
de Liquidez que el Banco Central coloca en el sistema
bancario) estamos
hablando, de manera anualizada, en tasas del orden del 30%
positivas. O, dicho
de otra forma, el 30% de rendimiento en dólares. Esto es lisa
y llanamente
absurdo.
Hemos
escuchado en estas horas opiniones de economistas de todo tipo
y factor en
cuanto a su orientación profesional e ideológica. Varios de
ellos han dicho que
tal situación no puede sostenerse por mucho tiempo, y que la
tasa de interés
debería tender rápidamente a la baja. Podemos decir que es
muchísimo mejor que
así sea, pero mientras tal tasa no baje, los tenedores de
Leliqs se alzarán con
ganancias en dólares del orden del 30% anualizado.
En
otras
palabras, la banca oficial, el Tesoro Nacional y todos
nosotros estaremos de
alguna forma u otra afrontando semejante costo para intentar
sostener una
situación claramente insostenible.
No
hay
misterios en esto.
La
ayuda
del Fondo Monetario Internacional ayudará y mucho a contar con
dólares
suficientes para afrontar una mayor demanda. Y los bancos
estarán chochos de
colocar su dinero en pesos en Leliqs a sabiendas de que de un
modo u otro el
Estado les pagará, dado que se trata de títulos en pesos. A su
vez esos mismos
bancos carecerán de incentivos para prestar a particulares o
empresas excepto
que las tasas de interés que cobren sean del doble de ese
porcentaje, o algo
por el estilo. Ni hablar de las tarjetas de crédito.
De
tal
manera el crédito privado prácticamente desaparecerá. El
financiamiento de las
empresas será nulo, se incrementará el incumplimiento de los
pagos, caerán las
ventas, la producción, aumentarán los despidos y etcétera. Es
decir, esto que
ya todos estamos viendo se verá corregido y aumentado.
Si
hacemos
un análisis rápido de todo lo que ha intentado hacerse desde
abril en adelante
para corregir la corrida cambiaria y sus coletazos, podemos
ver que se ha
intentado de todo pero siempre en el marco de los artilugios
monetarios.
Es
cierto que
las causas de corrupción derivadas del caso de los cuadernos,
han afectado la
continuidad de la obra pública. También lo es que la gran
incertidumbre, la
volatilidad y los malos augurios suman desconfianza en
cualquiera que quiera
venir a invertir un dólar al país. Pero la realidad es que
desde el punto de de
vista del gasto público como concepto global se ha hecho muy
poco o nada.
Nación,
provincias y municipios
siguen gastando
dinero a lo pavote. Seamos claros. Gobernadores, intendentes y
funcionarios a
cargo de diversas áreas intentan conservar su proverbial
“quintita” y que sean
otros quienes ajusten.
Convertir
ministerios en secretarias no sólo no es un ahorro, implica
incluso un gasto
adicional en papelería, tarjetas y demás rubros con nuevas
denominaciones. No
será un gasto importante esto, pero es un gasto extra.
Estamos
ante
una verdadera entelequia.
Que
mejore la
producción de petróleo o de gas es un buen dato. Lo es también
que haya
inversiones en el sector, o en las llamadas energías
renovables. También es un
buen dato que haya pasado la sequía y se proyecte una cosecha
buena para el
corriente año (aunque en este último caso se yerguen
nubarrones producto de la
guerra comercial entre EEUU y China). También que según se
afirma los bancos
internacionales se comprometan a apoyar los proyectos de
participación público
privada (PPP).
Pero
al mismo
tiempo estamos tratando de domesticar al dólar, para que se
mantenga en valores
más o menos estables en torno de los 40 pesos, lo cual
retrasará rápidamente el
tipo de cambio y desalentará las exportaciones, que ahora se
ven una vez más
afectadas por las llamadas “retenciones”, medida tomada para
aumentar ingresos
del Estado y no tener que afrontar como corresponde una
reducción del gasto.
Y a
todo esto
le sumamos la “banda cambiaria”, que los especialistas llaman
“crowling peg”
porque tal vez suena más snob. De una forma de otra, una banda
cambiaria es una
especie de “tablita” como la de Martínez de Hoz, o la
existente al comienzo de
la llamada convertibilidad. El tipo de cambio puede oscilar
entre un valor
superior de 44 pesos, y un valor inferior de 34 pesos. Si
supera el valor más
alto, el Banco Central interviene, pero vendiendo (o
malvendiendo) hasta 150
millones de dólares
por día, cifra que
no sabemos si alcanza para poner freno a la estampida. Y en el
rango inferior,
el Banco Central sale a comprar, se supone que sin emitir
moneda adicional. A
su vez se establece una pauta de ajuste del 3% mensual en este
esquema. Es
decir, tenemos asegurado un mínimo de 3% de grado de avance.
Si esto no es una “tablita”
nos preguntamos qué cosa lo es.
Lo
cierto
es que, de una forma o
de otra, cuando
el Estado interviene y fija tasas, banda cambiaria, tablita,
prohibición de
emitir moneda, retracción de la liquidez subiendo encajes
bancarios, lo que está
haciendo es intervenir en el mercado monetario y cambiario de
todas las formas
posibles. Y por qué lo hace:
porque
intenta, simplemente, que el mercado no haga lo que haría si
no hubiera
intervención. En otras palabras: se pretende generar confianza
dando la señal
de que no se tiene confianza. Porque todo intervencionismo es
siempre la
intención de evitar las consecuencias a las que nos lleva el
mercado. Es decir,
en lugar de corregir las causas que provocan los desvíos en la
economía, se
intentan evitar las consecuencias. Se abre el paraguas y se
dice que no llueve.
Pero la realidad es que llueve. Tal vez no es el mejor ejemplo
pero es bien gráfico.
El
camino
emprendido puede estar regado de buenas intenciones. Pero
debemos señalar que
salvo algunos detalles no es nuevo, y no hace más que traer a
nuestra mente la
sensación del más de lo mismo, aquello de que “otra vez (está
yendo) la burra
al trigo”
HÉCTOR BLAS TRILLO
Buenos
Aires, 7 de octubre de
2018
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