Segunda
Opinión
EL MITO DEL
“NEOLIBERALISMO”
Días
pasados, con motivo de la
celebración partidaria del denominado “Día de la Leatad
peronista” , la
diputada Graciela Camaño lanzó en Tucumán un encendido
discurso crítico contra
la política económica del actual gobierno.
Dejando
de lado estudiados
exabruptos presentados, a nuestro entender,
como espontáneos alaridos de queja dirigidos a la
obtención de votos de
los sectores más reaccionarios de la política, la señora
diputada acometió una
vez más contra el llamado “neoliberalismo” como el gran
culpable de la debacle
económica del país.
Efectivamente,
en medio de
palabrotas y acusaciones, metió un “nunca más un neoliberal”,
una frase que en
sí misma suena más que rimbombante, facciosa.
Que
unas u otras ideologías se
manifiesten en la democracia es parte del sistema en el que
hemos elegido
vivir. Y si tal expresión tiene como motivador una simple
expresión de deseos,
hubiera sido bueno que lo aclarara. Porque dicha del modo en
que lo dijo, la
verdad que más parece una amenaza.
Pero
como el motivo de este
comentario no es analizar las intenciones políticas de grupos
facciosos
interesados en mantener el poder o en recuperarlo, vayamos a
la cuestión
económica, que es lo que nos atañe.
La
Argentina es, aún hoy, uno de
los países económicamente más cerrados del mundo.
Según
el índice de libertad
económica que elabora la
Fundación
Heritage junto al Wall Street Journal , nuestro país ocupa en
2018 el puesto
156 sobre un total de 180 países que se incluyen en el
ranking. En 2017,
ocupaba el puesto 169 y en 2016, el
166. Ni vale la pena aclarar que el
puesto 180 lo ocupa el país más cerrado del mundo, que
según este
estudio es Corea del Norte.
Este
índice ha sido arduamente
criticado en diversos escenarios por las más diversas
posiciones ideológicas.
Se le atribuyen errores conceptuales, sesgos ideológicos, y
fallas de fondo en
la concepción de los principios que rigen la libertad.
Naturalmente
que entrar a analizar
las críticas excede largamente el criterio que hemos elegido
para expresar
nuestro punto de vista sobre el “neoliberalismo” o los “neoliberales” en
la Argentina actual,
a la luz de las declaraciones que estamos intentando
desmenuzar. Pero, aun
considerando todas las críticas que pudiera haber recibido o
reciba la
Fundación Heritage, parece bastante claro que si entre 180
naciones la
Argentina se encuentra en el puesto 156, ni las mejores
intenciones, ni las
mejores ideas, ni el mejor criterio estadístico, podrá cambiar
sustancialmente
este resultado.
En
otras palabras, dando crédito y
cabida a todas las críticas, la Argentina podría subir algunos
puestos, pero
para llegar a los primeros hace falta algo más. Bastante más.
La
diputada Camaño ataca a los
“neoliberales” porque es políticamente correcto y “garpa”,
esta es la verdad.
Porque
la Argentina es un país repleto
de regulaciones y controles en materia económica. Y ni falta
hace entrar en
detalles. Cualquiera
que quiere o quiso
habilitar un simple kiosco en cualquier rincón del país, lo
sabe.
La
libertad de trabajar también se
encuentra sumamente restringida. Los costos de incorporar un
empleado en
cualquier empresa son enormes, y las profesiones liberales se
encuentran
reguladas por el poder de policía del Estado que establece
todo tipo de
exigencias, entre las cuales se encuentran obligaciones de
aportar a una caja
jubilatoria específica y abonar una matrícula. NI qué hablar
del comercio
exterior, donde furibundos funcionarios prohibieron
exportaciones y regularon y
limitaron toda clase de importaciones a lo largo de los años
mediante el simple
recurso de levantar o bajar el pulgar. Son ejemplos que
mostramos para que
quede bien claro qué queremos decir cuando hablamos de
regulaciones o cierres
de la economía.
Es
curioso pero la visión crítica al
“neoliberalismo” y por extensión al capitalismo, también tiene
gran
predicamento en la Iglesia Católica. En
diversas oportunidades desde el Vaticano se ha señalado como
causa primaria de
la pobreza y de la decadencia a la libertad económica. Y en
los últimos años,
siendo el Papa un ciudadano argentino, han arreciado las
críticas al
capitalismo liberal en América Latina.
La
contradicción no podría ser más
flagrante. La Argentina lleva décadas de intervencionismo,
regulaciones,
prohibiciones, cierres de fronteras y toda clase de mecanismos
de supuesta
“ayuda social”.
En
términos económicos, el Estado
argentino triplicó su tamaño entre 1970 y el día de hoy. Y la
pobreza, desde
aquel año se sextuplicó.
Ni qué
hablar de lo que ocurre en
Venezuela o en Cuba, donde la miseria es una realidad que está
a la vista de
quien quiera verla.
Lo que
acá estamos resaltando es que
resulta muy evidente que no es cuestión de libertad económica
o de capitalismo
el empobrecimiento general que se cierne sobre nuestro país.
Hacia 1940 la
Argentina era el quinto país del mundo en la producción de
riqueza. Y a fines
del siglo pasado, llegó a ser el primero. Hoy estamos en torno
del puesto 60.
¿Quiénes
y cómo han gobernado el país
desde los años 40 hasta el presente? ¿Acaso podemos pensar que
el peronismo en
todas sus variantes ha sido “neoliberal”, si entendemos por
tal cosa alguna
forma de libertad económica? ¿Acaso en los años del último
gobierno peronista
la Argentina no contó con los precios internacionales más
altos de la historia
para sus productos exportables? ¿Acaso no quedamos con un
tercio de la población
por debajo de la línea de pobreza a fines de 2015?
Durante
los años del peronismo de
Carlos Menem, en la Argentina rigió un sistema bimonetario
basado en la llamada
“convertibilidad” que significaba mantener el precio fijo del
tipo de cambio.
¡Eso ocurrió durante más de 10 años hasta que finalmente voló
todo por los
aires! ¡El tipo de cambio es el precio de la divisa, es la
“madre de todas las
batallas” en materia de regulación de precios! ¿Cómo alguien
puede insinuar
siquiera que eso ha sido libertad económica?
El
principal problema que tiene hoy la
Argentina es justamente el intervencionismo económico. Es el
que ralentiza y
hace inviables emprendimientos y nuevas inversiones. Es la carga tributaria
para sostener un
Estado elefantiásico la principal causa de la decadencia
argentina a lo largo
de muchos años.
Pero
la señora Camaño grita a los 4
vientos que el problema es el “neoliberalismo”. Contra viento,
marea y toda
clase de datos estadísticos y empíricos. Y a nadie parece
movérsele un pelo
HÉCTOR BLAS TRILLO
Buenos
Aires, 4 de noviembre de
2018
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