EL TRIUNFO DE TRUMP
Finalmente, como todos saben, la dividida sociedad norteamericana optó por renovar su confianza en Donald Trump,. Siendo que el pueblo norteamericano ya lo tuvo como presidente y que tuvo el accidentado final que derivó en la toma del Capitolio, lo cierto es que desde hace ya varios años este particular personaje tiene prácticamente la mitad de los votos en su país.. Y eso quiere decir mucho.
Me refiero a que no es casualidad. Trump es un tipo autoritario, caprichoso y poco afecto a respetar las reglas establecidas. Ataca a la prensa, a sus adversarios, a quien se le oponga, de una forma totalemnte rústica y destemplada.
Pero su contracara es la llamada cultura "woke", que es conocida como la cultura de la cancelación, un boicot social y profesional, que suele realizarse a través de las redes sociales, contra individuos que actuaron o dijeron algo que para ellos es intolerable.
El llamado "progresismo" impone un culto que se convierte en dogma y al cual oponerse es herético. Prohibido socialmente. La palabra se convierte así en un arma que no puede utilizarse.
No está en absoluto lejos de lo que postula el ahora presidente electo.
Sin embargo esto no ha sido visto así, al menos hasta donde yo sé.
Lo correcto es ser "woke", lo incorrecto es aceptar a Trump. Así, los medios y las redes le han cortado incluso sus discursos, sus reportajes al aire, sus cuentas de X o de donde sea. Y periódicos como el New York Times pidió abiertamente a la ciudadanía votar por los demócratas por el bien de la Nación. Y especialmente no votar por los republicanos.
De donde podemos deducir que el republicanismo est{a mal, y el democratismo es lo correcto.
Muy bien, la sociedad no lo consideró asi, por lo visto.
Es más, que un diario de la influencia del citado hubiera necesitado pedir a la ciudadanía que vote en contra de Trump y a favor de Kamala no dejó de ser un presagio. Por algo lo hizo.
Ahora bien, Trump ha despertado una especie de fervor en el mundo entero. Al menos en el mundo Occidental o capitalista. Para simplificar.
En nuestro ´país, por lo que leo, Milei está exultante, y sus colaboradores también lo están, como debe ser.
Pero cabe recordar que Trump es un acérrimo nacionalista y proteccionista. Un tipo que cree que cerrar las fronteras a la importación favorece la industria norteamericana y el trabajo de su pueblo. No sé si les suena a nuestros historiadores. De eso se trató la política argentina durante décadas y constituyó la base de la decadencia económica de nuestro país. Fábricas e industrias "promovidas", protegidas, con todo tipo de ayudas, "recuperadas", lo que sea. Todo para fabricar productos en general no competitivos, fuera del mundo, caros y muchas veces de pésima calidad. El "compre nacional", si se lo observa por el lado de la eficiencia y la calidad, ha costado fortunas al país. Fortunas que nadie ha medido, que sepamos.
Muy bien, Trump tiene una muy marcada tendencia a proponer lo mismo. Por eso la guerra comercial con China.
Puesto de otro modo: EEUU no puede competir con China por sus precios, por lo tanto, cerramos a EEUU a China. Eso en lugar de volvernos competitivos. Qué resultado podría ofrecer semejante cosa. Como no puedo, no trato de poder. No. Te "cancelo", ¿verdad?
En materia sociopolítica, para ponerlo así, Trump no difiere del democratismo de su país. El mote de autoritario parece inapropiado cuando lo aplican los "woke", que vienen prohibiendo y censurando a quienes no se expresan como ellos creen que es lo correcto.
Cabe esperar que nuestros gobernantes no se engolosinen pensando que EEUU va a salir a sacar las papas del fuego y salvar a la Argentina. Es posible que brinde alguna ayuda, como lo hizo durante el gobierno de Macri, pero la tabla de salvación tenemos que construirla nosotros. Al mundo lo mueven intereses, decía Churchill
Y EEUU ha vuelto sus ojos de mala gana hacia América Latina al ver el interés que prestan en la región China y Rusia. Pero cualquier interés en la región no implica producir un cambio político de envergadura. Está demostrado de sobra que intentar implantar tal o cual ideología en otra nación, suele encontrarse con una tradición diversa que no está dispuesta a modificar su sistema de creencias y de preferencias. Pasó de sobra en Medio Oriente con EEUU y también con la URSS. También en África, y también en el Lejano Oriente. Y finalmente, los intentos de apoyo en América Latina condicionados a grandes cambios políticos, nunca han dado resultado.
Por eso, y como corolario, podemos decir: suponemos que es razonable que el gobierno argentino esté hoy feliz con el triunfo trumpista, pero el cambio de mentalidad, la llamada "batalla cultural", la debemos librar nosotros. O nada cambiará.