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domingo, 11 de mayo de 2008

LA CUERDA ESTÁ ROTA

No caben dudas de que en estos últimos tiempos el temido "enfriamiento" de la economía ha hecho pie en nuestras playas de manera categórica.
El conflicto con el campo parece ser, sin duda alguna, una especie de detonante seguro y señero. Más allá de los argumentos de cada parte interesada o no, lo cierto es que el modelo económico despilfarrador del dólar alto terminó estallando cuando el principal proveedor de recursos: el campo, se plantó y dijo basta. Pero no es que antes de esto nada ocurría en materia de deterioro económico.
En efecto, ya desde las primeras escaramuzas con los precios, allá por 2005, sosteníamos que la compra de divisas a precios encarecidos artificialmente por el gobierno, generaba una emisión monetaria espuria que terminaba volcada al mercado presionando sobre los precios. Es que desde 2002 iniciamos un modelo inflacionario que sigue hasta el momento incólume. El modelo inflacionario era (y es, claro está) acompañado por intervencionismo creciente que generaba (y genera) una mar de incertidumbres por la falta de seguridad jurídica, lo que a su vez desembocaba (y desemboca) en retiencia en las inversiones, afectando de ese modo el crecimiento real de la economía.
Los "acuerdos de precios" de Lavagna y la "sanción" en que se habían convertido los "impuestos distorsivos y transitorios" como las retenciones, afectaban (y afectan) día a día la producción y la productividad de la economía. De manera creciente cuanto más reticentes son los políticos a reconocer la realidad y fijar reglas claras y permanentes.
La situación actual es planteada como una especie de "desborde golpista" por la presidenta y sus colaboradores, cuando en realidad no es más que la gota que ha rebalsado el vaso. Las necesidades financieras crecientes de un Estado despilfarrador y que se maneja políticamente con "la caja" han llegado al previsible techo. "Nada es para siempre", dice la conocida canción. Y el gasto público irrefenable e irrefenado no puede seguir adelante sin consecuencias funestas. El artilugio monetario que nos convierte en competitivos allí donde no lo somos, termina inexorablemente.
Por supuesto que lo de "golpismo" y cosas por el estilo no es más que una defensa política ante lo inevitable. El gobierno busca chivos expiatorios para zafar de la situación que ha creado. Ha llegado el momento que tantas veces previmos de acusar "al mercado" de los desvaríos gastomaníacos de un populismo barato y sin sentido. Lo que nos pasa no nos pasa porque hicimos las cosas mal, nos pasa porque los angurrientos y avaros de siempre han decidido golpear donde más duele para derrocar al gobierno y seguir disfrutando de sus bienes y sus riquezas. Es decir, han decidido decir "basta", cosa que hasta ahora no habían hecho.
Naturalmente que detrás de esta línea "conspirativa" se enrolan importantes sectores de nuestra sociedad, que han comprado el discurso vertido desde hace décadas por los mismos políticos cuyo retiro definitivo los mismos sectores pedían hace apenas un lustro. Como tantas veces hemos señalado, el problema monetario denominado "inflación" no tiene otro artífice que el ente emisor de la moneda, que depende íntegramente del Estado, lo cual significa que en definitiva es el gobierno quien toma la decisión de emitir moneda para comprar divisas a precios superiores a los de mercado durante más de 5 años como tantas veces los mismos funcionarios oficiales lo han señalado, como si se tratara de un acto de beneficencia o algo así, sin tomar en cuenta el absurdo que esto signfica.
Lo dijimos antes y lo decimos ahora: emitir moneda para pagar más caro lo que vale menos es un acto antieconómico cuya consecuencia inexorable es la inflación.
Pero volvamos al comienzo de estas consideraciones. El gobierno ha incentivado con este mecanismo perverso la demanda de bienes y servicios y ha considerado que si mientras tanto contenía la suba de precios, finalmente las inversiones aumentarían la oferta para equilibrar la demanda agregada excedente, y así compensar oferta y demanda equilibrando las cosas y corroborando, de paso sea dicho, la existencia de la ley del mercado negada una y otra vez. Como era lógico y sigue siéndolo no lo ha logrado ni lo logrará.
Básicamente no lo ha logrado porque la demanda de bienes generada artificialmente por el exceso de moneda provoca una presión sobre los precios que solamente un ritmo creciente sostenido de la oferta habrá de compensar. Y tal ritmo sólo puede sustentarse en inversiones crecientes, que son reticentes a llevarse a cabo en un medio decididamente hostil hacia los inversores. Es aquí donde la seguridad jurídica hace base y el llamado "clima de negocios" muestra su inexistencia. Los gobernantes se han manifestado una y mil veces hostiles hacia empresarios, inversores, productores y "ganadores" del "modelo", cosa que como es obvio no puede ser de ninguna forma incentivadora de las inversiones. Los controles de precios, los cierres o limitaciones a las exportaciones de bienes y otras lindezas no son otra cosa que la concreción de las violaciones de derechos básicos sobre la disposición de bienes y por lo tanto afectan seriamente las decisiones de inversión. Estas y no otras son las razones por las que, pese a la recuperación de nuestra economía "a tasas chinas" en estos últimos años, ha sido necesario, también una y otra vez, recurrir a esquemas de promoción de inversiones, otorgamiento de créditos subsidiados, rebajas impositivas y viajes a los centros de inversión mundiales para tratar de arrimar algunos dólares al proceso productivo argentino.
Mucha gente acompaña todavía la mentalidad gobernante. Son muchos los oyentes de las radios que hablan de las excepcionales ganancias, los empresarios "vivos", los abusivos productores y los avarientos "grupos concentrados". Pero esta mentalidad no es el producto de un análisis científico del funcionamiento de las variables económicas, sino una consecuencia de apreciaciones pasionales que tienen que ver con lo que se le repite constantemente desde el Poder y desde los medios genuflexos sostenidos con publicidad estatal, como el canal 7 o el canal "Encuentro", por ejemplo. Todo muy lindo pero la propaganda política y el sentimiento masivo no modifica la realidad. Así como el "gran público" pide "mano dura" o "pena de muerte" contra delincuentes, así también ese gran público pide aprietes a empresarios de manos de funcionarios decididamente imbuidos de un sentimiento fascista fundamentado en el resentimiento clasista. La conclusión es, siempre, una sola. La gente puede creer que tal o cual cosa es lo mejor, y sobre todo puede creerlo mayoritariamente si además es azuzada por la propaganda política desde medios de difusión supuestamente democráticos. Pero la vida no transcurre por donde va la propaganda política.
Los grandes feudos dictatoriales del mundo del siglo 20, para no ir más lejos, se derrumbaron como castillos de naipes ante la tecnología occidental y las comunicaciones. El mundo entero pudo ver al hombre en la Luna, y aunque los jerarcas chinos pretendieron en aquellos años ocultárselo a casi la cuarta parte de la población mundial, no pudieron. Apenas unos años después, Deng Xiao Ping tomaba las riendas de la "revolución capitalista" e iniciaba un proceso de reformas que aún no ha concluido, dado que China sigue siendo un acérrima dictadura violatoria de elementales derechos humanos, por más que nuestras "organizaciones defensoras" de tales derechos hagan el respectivo mutis por el foro, vergonzante y perverso durante décadas. Así las cosas, apenas 20 años después de la llegada a la Luna, justamente, el Muro de la vergüenza se derrumbaba con un estrepitoso trueno en medio del polvo y los pedazos de un régimen de oprobio que sometió a otra cuarta parte de la población mundial durante 70 años. Pero 2, 3 5 o 7 décadas no son nada para la historia de la humanidad. La llamada "revolución industrial" gestó el inicio del crecimiento de la productividad que permitió reducir la jornada laboral. Y la llegada del derecho de propiedad fue el gran incentivo para el mundo sometido y servil del medioevo. Recomendamos fervorosamente "El burgués gentilhombre" de Moliere, escrito al socaire de tal revolución y demostrativo de un cambio radical en la vida de entonces.
Bien, pero una vez más volvamos a nuestros días y a nuestro querido país. Es que los pantallazos de lo ocurrido en la historia reciente, creemos que son de utilidad para ilustrar lo que siempre hemos pensado.
La caída del "modelo" kirchnerista se inició en 2005, no ahora. Se inició cuando Lavagna y sus acompañantes consideraron que las "retenciones" dejaban de ser un impuesto distorsivo y por lo tanto transitorio para transformarse en una cláusula gatillo para castigar a los que aumentan los precios. Como si quienes aumentan los precios lo hicieran porque sí y sin ningún factor que pueda oponérsele.
Como hemos también sostenido mil veces los precios no suben si la gente no compra. Y la moneda en la que se venden los productos es emitida por el Estado nacional y por lo tanto no es un bien cuyo valor puede fijarlo Néstor Kirchner o Guillermo Moreno. En realidad, ningún valor puede ser fijado por los funcionarios.
Pero lo cierto es que los precios suben cuando la moneda pierde valor o cuando la gente tiene recursos y paga los nuevos valores. Si alguna de estas no ocurre, los precios vuelven a caer. Esto, que es tan elemental, no lo hemos oído de parte de funcionarios como los citados u otros, prácticamente nunca.
Sí hemos oído que llamen a la gente a no comprar tales o cuales bienes, como los tomates por ejemplo. O inclusive el irresponsable ex presidente llegó a mandar a las fuerzas de choque del clasista D Elía contra las estaciones de servicio de la Shell. En verdad, sin quizás comprenderlo, los anuncios para que la gente no "convalide" precios más altos no son otra cosa el reconocimiento de que "la fría ley del mercado" efectivamente existe. Y sí, claro que existe. Existe pese a la prepotencia, pese a los insultos, pese a la diatriba, pese a las acusaciones vacuas. Existe y termina marcando el rumbo no de la Argentina, sino del mundo entero.
Por eso China, por eso Rusia, por eso Cuba y su apertura al turismo. Por eso las penosas dictaduras fascistas terminaron sus rumbos en los años 70 aún a pesar de contar con el apoyo norteamericano. Sí, aún a pesar de ello, regímenes como el de Somoza en Nicaragua, Salazar en Portugal, Franco en España, Stroessner en Paraguay, Videla en la Argentina, Pinochet en Chile, Bordaberry en Uruguay y tantísimos otros terminaron como terminaron. Algunos más sofisticadamente, otros a los ponchazos con "revoluciones" muy truchas, todos se cayeron a pedazos. Y se cayeron porque de muchas maneras se negaban a reconocer que si no existe libertad política y económica la vida se vuelve insostenible. La gente se va, los capitales se van, las inversiones no vienen, el aire se torna irrespirable. Los regímenes comunistas subsistentes mantienen un modelo híbrido cuyo final es inexorable.
El "va a llover gasoil" de Guillermo Moreno pasó a ser una frase célebre como aquellas otras históricas: "hay que pasar el invierno", "el que apuesta al dólar pierde" o "les hablé al corazón y me contestaron con el bolsillo". Frases insólitas, ridículas, absurdas, dichas y sostenidas sin ponerse colorados sus dicentes. Es más, en el caso de Moreno éste sigue siendo funcionario y de los más firmemente sostenidos por un gobierno cada vez más acosado por una realidad inexorable.
No llovió gasoil, ni lloverá. Hay escasez de productos desde hace por lo menos dos años. Ha bajado la producción cárnica o láctea. Se ha retrasado de modo impresionante la tecnología, hay escasez de energía, cortes de luz, de gas, falta de gasoil, de naftas, carencia de renovación en el parque automotor de pasajeros, trenes ineficientes, aviones sin radares, rutas llenas de camiones que las deterioran día a día, provincias deficitarias, etc.
Hoy por hoy, la economía está en franco declive. El "enfriamiento" que tanto ha intentado evitar el matrimonio presidencial, viene produciéndose de hecho y no sólo por el paro del campo. Empezó con la falta de energía y la necesidad de parar la producción de bienes y servicios, siguió con la prohibición de exportaciones de carnes y trigos, continuó con la escasez energética por falta de inversiones, siguió con la escasez de procutos con precios controlados, la merma de servicios de transporte (aéreos y terrestres), la falta de infraestructura aeronáutica (radares), la inacción contra la delincuencia, la baja calidad de los servicios de salud, la creciente inseguridad jurídica...
El país ha entrado en un embudo del que no saldrá ni con discursos ni con frasecitas ridículas. Ni con acusaciones, ni con búsqueda de culpables.
Llegarán ahora los exégetas de los "golpes de mercado", el conocido latiguillo de quienes no quieren reconocer aquella famosa máxima de los enomistas que dice:
"en economía se puede hacer cualquier cosa. Todo, menos evitar las consecuencias"
Y lo que tenemos es una consecuencia de lo actuado. Lavagna se fue dando hurras por el costado izquierdo del escenario para intentar volver por el derecho. La Miceli inició su gestión con un discurso francamente inadmisible en un economista y terminó en un vodevil de bolsas con dinero en el baño, Peirano llegó con la ovación de los industriales de la UIA que creyeron tocar el cielo con las manos ante el enorme beneficio que les ha significado pasarse 5 años con sueldos bajos y limitaciones a la competencia importada, Lousteau terminó como empezó, y el nuevo ministro es apenas un secretario de segundo o tercer orden al que no le conocemos ni la cara ni la voz (y que fue nombrado de apuro quitándolo de la poderosa AFIP, de donde salió tan rápido como entró).
El termómetro indica claramente que el enfriamiento de la economía se ha iniciado y que no se detendrá. Porque lo que los dirigentes no quieren hacer, en economía ocurre igual.
Y la búsqueda de culpables puede ser efectivamente políticamente, especialmente para la gilada. Pero no es otra cosa que eso. Porque la realidad termina indicando que el camino del desarrollo económico no tiene grandes misterios: acumulación de capitales, inversiones, libertad económica, competencia, reglas de juego claras y permanentes, seguridad jurídica, bajo intervencionismo. No hay misterios cuando la realidad se asume. Pero los políticos argentinso han decidido seguir con la fiesta del gasto e incluso incrementarla día a día a costa de los sectores que todavía son superavitarios, como el agropecuario. Hasta que tiraron tanto de la cuerda que ésta se rompió. Y está rota. Lamentablemente.
Héctor Trillo (11/5/08)

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