egunda Opinión
LA INFECTOLOGÍA IDEOLÓGICA
Los virus no se matan, sino que se desactivan. Y las ideas ninguna de las dos cosas.
La verdad es que el asunto de la gripe de nombres diversos pero que inicialmente conocimos como porcina ha dado para todo tipo de declaraciones, apreciaciones, construcciones y declamaciones. En la mayoría de los casos toda esta gama semántica no pasó de ser (al menos para nosotros) una proverbial sanata, para recordar la vigencia, al menos en este punto, de la Academia del Lunfardo.
En realidad hoy mismo no tenemos en claro en dónde estamos parados al respecto. Y aseguramos haber leído cuanto comentario escrito llegó a nuestras manos, amén de seguir programas televisivos y radiales en los cuales los más variados expertos infectólogos intentaron aclararnos, suponemos, el panorama.
Creemos que al decir esto quienes se toman el trabajo de leernos seguramente estarán asintiendo nuestras apreciaciones.
Hoy por hoy no sabemos a ciencia cierta si corresponde usar barbijos, dónde, cuándo y por cuánto tiempo. Tampoco sabemos si podemos asistir a espectáculos públicos o restaurantes. Mucho menos si podemos viajar en subte, tren o colectivo.
No tenemos en claro dónde puede conseguirse la droga conocida comercialmente como Tamiflú, ni quién habrá de recetárnosla si no contamos con el adecuado diagnóstico que a su vez suponemos habrá de surgir de un hisopado de fauces cuyo análisis tampoco sabemos cuánto tiempo tardará en realizarse y por ende cuándo estarán los resultados.
Sabemos, sí, que es imperioso iniciar el tratamiento con dicha sustancia lo antes posible. Tal vez en las primeras 48 horas a más tardar. Un plazo exiguo que aumenta nuestra ansiedad por saber dónde podremos obtener un diagnóstico rápido y certero en caso de percibir síntomas que pudieran hacernos pensar siquiera que la gripe multidenominable se ha convertido en nuestro huésped indeseado.
En las últimas horas, se sucedieron las reuniones entre ministros, médicos, funcionarios y especialistas varios tendientes a ponerse de acuerdo respecto de cómo encarar las cosas. Y así, hemos oído en el día de hoy que ante ciertos síntomas (como por ejemplo fiebre superior a 38º, decaimiento y dolores musculares) es aconsejable que el médico nos recete el mágico elixir curativo.
En otras palabras, lo que hasta ayer era imperioso (el diagnóstico certero), hoy ya no lo es.
Por lo demás, nadie parece tener muy en claro si hay que lavarse las manos con jabón, con alcohol, con alcohol en gel, con alcohol diluido en agua, o con alguna otra cosa. Tampoco sabemos muy bien qué es mejor en qué casos.
Mientras se suspenden las clases se organizan finales del campeonato de fútbol y se sostiene, de manera muy circunspecta, que las clases son obligatorias y la asistencia a un partido de fútbol (o a un teatro, o a un cine), no lo son. Este insólito modo de razonar daría para un compendio particular vinculado con al sociología, suponemos.
La incongruencia llega al paroxismo cuando se afirma (como lo ha hecho el director del área del Hospital Fernández) que si todos los lugares públicos se cierran mucha gente se quedará sin trabajos básicos tales como la venta ambulante y similares.
Y precisamente en este verdadero maremágnum de contradicciones y absurdos, hemos encontrado además algunas perlas de carácter ideológico que hasta ahora nos parecían imposibles de imaginar. Es que el ideologismo da para todo.
El Dr. Pedro Kahn, jefe de infectología del Fernández, ha hecho una serie de declaraciones entre las cuales está la citada más arriba que personalmente nos han dejado pasmados.
Citaremos algunos ejemplos recurriendo simplemente a nuestra memoria. El profesional ha dicho que una crisis, una pandemia, saca a relucir lo mejor y lo peor de una comunidad. Y en este marco, ha señalado que quienes corren a comprar barbijos o a buscar el Tamiflú a países limítrofes por el temor que sienten a enfermarse no se comportan de manera solidaria y pertenecen, por lo tanto, a lo peorcito de nuestra sociedad.
Uno se pregunta por qué razón, quien recibe tantos mensajes contradictorios, confusos e incongruentes como los detallados más arriba habría de hacer otra cosa. Y se pregunta, además, qué cosa es la solidaridad y por qué razón ha de ser obligatoria para que funcione un estado de derecho. El profesional se yergue así en una suerte de patrón de la vereda de la solidaridad y pretende que la gente no tenga miedo y trate de protegerse ante tanta incongruencia.
El doctor no nos ha dicho por qué razón el medicamento no está en todas las farmacias como debería estar y como se había prometido que estuviera. Ese solo hecho bajaría dramáticamente la ansiedad y la insolidaridad que tan mal mide este hombre. Tampoco nos ha dicho por qué razón no se ha definido desde el vamos una política de emergencia con amplia difusión a nivel oficial y con la clara disposición respecto de a quién y a qué recurrir en caso de percibir los síntomas que describen la enfermedad, dada la premura respecto del inicio del tratamiento.
Este profesional muestra una tendencia ideológica que nos resulta familiar y que tiene ese tufillo clásico del déjenme a mí que soy bueno versus Uds. que no lo son. De tal modo que cuando las cosas no funcionan no es por mi culpa, profesional de la infectología, sino de Uds. que no son solidarios.
Otra observación por demás curiosa hecha por este médico, estuvo vinculada a la labor de los medios en el entrevero. Si es que todavía nuestros pelos no estaban de punta, cuando apareció esta referencia sin duda que se pararon hasta crisparse como si hubieran recibido un impulso eléctrico tal como puede observarse en los dibujos.
En efecto, el Dr. Kahn dijo algo así como que los medios (es decir los diarios, las revistas, las radios, la televisión y demás) no se habían ocupado debidamente del asunto de la gripe multinombre antes del 28 de junio. No aclaró, por suerte, si se refería únicamente a los medios no estatales, pero dado que entre sus muchas referencias a cuestiones que no van al fondo del asunto respecto de la pandemia que nos aqueja, hubo algunas referidas a la medicina pública como una especie de panacea (justamente) universal, no podemos dejar de pensar que NO incluyó a los medios estatales.
Tenemos una especial aversión, lo confesamos, a todas esas referencias difusas a cuestiones que no van al fondo de las cosas. Y mucho más sentimos esa sensación de ahogo cuando vemos que se entorna la puerta para ir de lo particular a lo general y no viceversa. Referencias indirectas o no a comportamientos sociales masivos y maliciosos, supuestas connivencias de centenares de medios de difusión, carencias universales de parte del sistema médico imperante versus la panacea señalada de un Estado omnímodo encargado de resolver todos los problemas, etc.
No dudamos de los conocimientos científicos de ninguno de los profesionales que se han multiplicado en los medios en estos días, pero la acusación a quienes ejercen el noble oficio de informar de ocultar o posponer datos de gran relevancia para la salud y la vida de la población nos parece por lo menos ligera e indigna. Y no queremos usar calificativos que puedan considerarse injuriosos porque no es nuestra intención molestar a nadie.
Pero, digamos que dado que nosotros por naturaleza intentamos protegernos y seguramente tenderemos a adquirir los adminículos y la droga por si acaso los precisáramos y dada la incertidumbre reinante, estaríamos entonces en lo que el Dr. Kahn considera la parte mala de la sociedad. Mientras tanto, él, que atribuye a los medios el infame ocultamiento de la realidad respecto de una pandemia que causa muertes y angustia, estaría en la parte buena, como hemos dicho. Claro, con toda seguridad y sin el ánimo de golpear bajo la línea de flotación, el Doctor tendrá a mano el remedio en el momento adecuado. Pero nosotros no sabemos. Simplemente no lo sabemos.
No somos quiénes para salir a defender a ningún medio, ni estatal ni privado. Que cada quien se ponga el sayo si le cabe. Pero es evidente que la ligereza de un comentario como el vertido se parece bastante a una canallada.
Queremos creer que ha sido dicha al calor de la difícil situación por la que todos estamos pasando. Queremos ser benignos en el juicio. Pero confesamos que no podemos.
Al menos quienes seguimos la campaña política supimos desde hace bastante tiempo que el tema de la gripe venía tratándose de manera más o menos displicente esperando que pasaran las elecciones. Creemos que todos quienes pueden leer este comentario estarán contestes de que esto que acabamos de afirmar era vox pópuli. Algunos periódicos se ocuparon del asunto y bastante exhaustivamente en los días previos a la elección. Comentarios editoriales y colaboraciones firmadas lo hicieron claramente. Entonces ¿por qué este profesional dice que los medios no se ocuparon del asunto? Y la verdad de la milanesa, y esto también hay que decirlo, es que si alguien se ocupó de convocar a los medios para informar respecto de la situación, al menos hasta donde podía, fue la renunciada Graciela Ocaña. Mientras tanto, todos los profesionales médicos que hoy aparecen en programas de televisión de todo tipo y color, eran ilustrísimos desconocidos, salvo, tal vez, Stamboulian. Ocaña era una oveja negra en este asunto, señores, mientras el candidato oficialista y su esposa ni mencionaban el tema.
Sabemos que en la Argentina de los últimos tiempos se han ocultado unas cuántas cosas y no solamente el tema de la gripe. Desde los hechos de manifiesta corrupción hasta los aprietes diversos de parte de funcionarios y políticos como el propio Dr. Kirchner para lograr las oprobiosas candidaturas testimoniales. Sabemos que se ocultan índices de inflación, se disimulan índices de pobreza, se esconden bajo la alfombra números de la deuda pública y se recurre a artilugios como negar devoluciones de impuestos para disimular aumentos de la recaudación.
Todo el mundo sabe que el llamado Consejo de la Magistratura es una caricatura patética antirrepublicana y antidemocrática. Sabemos que el Secretario de Medios, Sr. Albistur, salió a afirmar antes de las 18 hs del 28 de junio que el F.P.V. había ganado por 6 puntos cuando todos los datos serios decían otra cosa. Han sido publicados comentarios editoriales señalando que tal afirmación no fue casual y apuntaba a que los fiscales bajaran la guardia.
Sabemos que se ha ocultado el asunto de Antonini, el caso Skanska, la bolsa de Miceli, el enriquecimiento de los Kirchner y los fondos de Santa Cruz. Sabemos, en fin, que la transparencia brilla por su ausencia en esta Argentina en la que el Dr. Kahn ve como culpables a los medios, y no justamente a los medios públicos, por lo que puede colegirse.
Hemos visto lo que ha ocurrido con la SiGEN. Hemos visto en televisión al Dr. Kirchner decirle a un movilero que a él no le respondía porque representaba al medio de De Narváez.
Bien, no vale la pena seguir.
Pero sí un parrafito para el tema de Cristina Fernández y su viaje cruzado a Centroamérica para intentar devolver a su cargo al destituido presidente de Honduras merced a una asonada militar de todos conocida.
En el programa de Mirtha Legrand del día de hoy, alguien hizo referencia una vez más al hecho de que sería mejor que la Dra. Kirchner hubiera permanecido en el país debido a, entre otras cosas, la pandemia existente. El citado profesional una vez más incurrió en una especie de verborragia ideologizada al señalar que así es como empezaron los golpes de Estado en cadena en otras épocas, palabras más, palabras menos. Y por lo tanto había que salirles al cruce, digamos.
La falta de rigurosidad histórica en una afirmación de este tipo es evidente. Si el Doctor se refería como pareció a los golpes de Estado de los años 70, cabe recordar que en tiempos de la Guerra Fría y cuando la ex Unión Soviética exportaba su revolución a toda la región americana apoyando a todo tipo de grupos terroristas y favoreciendo el secuestro de aviones de pasajeros y de personas y los ataques cruentos contra blancos inocentes, la reacción de determinados grupos militares fue una consecuencia y no una causa. No hay que dejar de recordar que la política soviética apuntaba al papel mercenario cubano para ganar espacio en América, y por lo tanto no solamente se desarrollaban movimientos guerrilleros, sino que éstos contaban con apoyo y entrenamiento de Estados soberanos (o satélites de Estados soberanos), contra los cuales reaccionaron ciertos movimientos militares que este señor ve ahora como oscuros cucos que actuaron de motu propio y porque simplemente le vinieron ganas de hacerlo.
Si bien de ninguna manera podemos justificar golpes de Estado en ninguna parte y nos permitimos exigirle al Doctor que se expida por ejemplo respecto de qué opina de la falta de libertades en Cuba y por qué ni siquiera menciona el oprobio de un pueblo donde millones de personas han sido abandonadas a su suerte en balsas de mala muerte rumbo al exilio o a los tiburones sin preocuparse jamás de su salud, lo cierto es que tampoco podemos obviar que los movimientos guerrilleros de los años 70 de filiación marxista o maoísta hacían estragos y por lo tanto la intervención militar en varios países no fue un acto espontáneo para conculcar las libertades civiles. Con todo lo de despreciable que pueda tener la acción de cualquier grupo militar que ocupa el poder desplazando a un régimen democrático, analizar esta cuestión sin tomar en cuenta ni de mentas el marco de referencia general es un acto de infantilismo impropio de una persona medianamente culta e informada que se ubica en posición de hablar de asuntos geopolíticos cuando se le pregunta qué hacer con una gripe. Observar el escenario es el marco general para luego pasar al particular. No hacerlo es poner una vez más a determinados individuos en el papel de demonios sin analizar las causas. El profesional infectólogo olvida milimétricamente toda referencia a las causas para adentrarse en las consecuencias. Y supone, además, que para corregir esto hay que mandar a la presidenta a correr riesgos innecesarios en un avión que intenta aterrizar en un territorio convulsionado y con los militares en las calles.
Para justificar un acto, en suma, que francamente excede el marco que debe esperarse de una presidenta de la república, embarcada como estuvo la Dra. Kirchner en una cruzada organizada nada menos que por Hugo Chávez y un par de presidentes latinoamericanos de más que cuestionable accionar.
Cada cual tiene su corazoncito, como siempre señalamos. Y es razonable y atendible que así sea. Por eso, y porque nosotros también tenemos el nuestro, intentamos poner blanco sobre negro estas cuestiones.
Y le decimos con todas las letras al Dr. Kahn que si estuviéramos en su lugar, no intentaríamos adquirir el Tamiflú ni asegurarnos los barbijos o el gel. No buscaríamos la manera más rápida de contar con un diagnóstico aún pagándolo fortunas ni nos preocuparíamos por intentar determinar cuándo es procedente usar barbijos...
¡Pero no estamos en su lugar, querido Doctor!
HÉCTOR BLAS TRILLO
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