Un diario santacruceño puso el lunes 29 en tapa, a toda plana, el golpe de Estado ocurrido el domingo 28 en la república de Honduras. El diario de marras prefirió dar más importancia a esta noticia que a la derrota del kirchnerismo en las elecciones de medio término "plesbicitarias" celebradas en nuestro país. El dato es más que elocuente y exime de comentarios.
En el transcurso de su programa de almuerzos, la conductora Mirtha Legrand hizo una referencia a que a ella no le importa lo que pasa en Honduras, sino lo que pasa en la Argentina, básicamente por el tema de la gripe A y la situación político económica agravada en estas últimas horas. Otro dato también muy elocuente y que exime de comentarios.
El primero de los asuntos comentados, no dio, efectivamente, lugar a comentarios en los medios nacionales. Salvo tal vez alguno más o menos marginal.
Pero el segundo sí dio lugar a no pocas interpretaciones. Especialmente vinculando a la conductora televisiva con sectores afines a los golpes de Estado, la "derecha" y similares. Hemos oído bastante pasmados, por ejemplo, a Eduardo Aliverti atacar a la señora Legrand como en los viejos tiempos lo hacían quienes le prohibían el aire porque sus almuerzos eran "fastuosos" mientras la gente pasaba hambre.
Paréntesis: a lo largo de más de 40 años, por los almuerzos de Mirtha Legrand pasaron absolutamente todos los políticos más o menos conocidos, y también la inmensa mayoría de los actores y de los periodistas, aún los más conspicuos "progresistas" del ramo.
Nosotros no vamos a defender a nadie, pero sí vamos a decir con todas las letras que la situación en Honduras, con todo lo dramática que pudiera resultar para la democracia en el continente, no es ni de lejos comparable con las impresionantes contradicciones acontecidas en nuestro querido país, especialmente en la última semana. Desde las inconcebibles explicaciones en torno de la pandemia de gripe A, cargadas de incoherencias, con datos contradictorios respecto de la cantidad de afectados (¡¡¡2.800 contra 100.000!!!!!), hasta la freudiana negación de la derrota más estrepitosa de las últimas décadas sufrida por el kirchnerismo y sobre cuyas consecuencias estamos todavía lejos de tomar debida nota.
Nadie tiene del todo claro qué hacer con la gripe A. Nadie sabe qué conviene hacer y de hecho no hay prácticamente una campaña oficial masiva de prevención. Nada. Y si encima tenemos en cuenta que venía postergándose la toma de alguna medida por causa de las elecciones, tenemos el alarmante panorama indescriptiblemente negligente en el que se mueven los dueños de la ética en la Argentina.
Pero no nos vayamos tanto por las ramas. Acá queremos hablar de Honduras.
¿A santo de qué cierto periodismo se rasga las vestiduras por los comentarios de Mirtha Legrand cuando nunca jamás en medio siglo movió un puto dedo por la libertad y la democracia en la dictadura más anacrónica del Continente?
¿Acaso hoy por hoy existe democracia en la isla de Cuba? ¿Acaso el gobierno vigente no se ha sucedido a sí mismo en la figura del hermano de Fidel Castro sin que a nadie se le moviera un pelo dentro del "progresismo" local? ¿De qué estamos hablando?
Claro que una cosa no justifica la otra. Nos apresuramos a decirlo. No sea que nos caiga el sayo de golpistas y destituyentes, si es que ya no nos ha caído. Porque como kirchneristas no somos...
La situación en Honduras es por lo menos confusa y lo que se advierte a medida que llegan las noticias es que se ha producido una situación de hecho absolutamente crítica. Los militares intervinieron a lo bestia, como siempre. Pero intervinieron en un marco de una verdadera división civil de la sociedad, con aditamentos tales como que el depuesto presidente Zelaya al parecer ha desconocido a la propia justicia de su país.
Según un periodista de The Economist afincado en Tegucigalpa, la rebelión ha tenido ribetes insospechados en cuanto a intentar devolver al pequeño país centroamericano a una democracia plena.
No estamos en condiciones de afirmar ni negar nada. No pretendemos justificar de ningún modo que a un presidente constitucional se lo haya sacado de la cama a la madrugada y se lo hubiera puesto en un avión con destino a Costa Rica, destituido. Pero nos preguntamos ¿por qué no se lo detuvo, por ejemplo? Es que en verdad si tenía cuentas que rendir ante la justicia y el marco legal no permitía destituirlo por la vía constitucional, no debería haber sido destituido. Pero dado que eso ocurrió y al parecer con un apoyo civil imprevistamente grande, uno no entiende por qué no se lo sometió a la justicia.
Ahora estamos ante una situación de facto absolutamente agravada ante el accionar de la OEA. El organismo no hizo otra cosa que lo que sabe hacer: condenar el golpe de Estado en Honduras y exigir que sea repuesto en su cargo el destituído Zelaya.
¿A santo de qué la presidenta argentina viajó con el objeto declarado de acompañar a Zelaya a su patria para que sea repuesto en el gobierno que legalmente ostentaba? A Critina Fernández parece que la acompañarán otros presidentes, como el paraguayo Lugo o el ecuatoriano Correa.
¿No es un tema diplomático y por lo tanto a cargo de los respectivos organismos internacionales, como la citada OEA?
Nos parece especialmente grave que la presidenta argentina se involucre de ese modo en los asuntos internos de otro país, por más que allí se haya producido un golpe de Estado y por más que se trate de una asonada absolutamente repudiable. Nada tienen que hacer allí los presidentes. Están asumiendo además un riesgo ante la imprevisibilidad de la reacción del propio pueblo hondureño, dividido y enfrentado de manera masiva. ¿Y si ocurre una desgracia?
América tiene más de 20 jefes de Estado, muchos de ellos absolutamente compenetrados con el sistema democrático y por lo tanto defensores de la continuidad constitucional en Honduras. Citemos por ejemplo a Lula o a Bachelet, que además están enrolados en el "progresismo". Sin embargo, mientras los Estados americanos en general han apoyado la toma de posición de la OEA, sus presidentes no estuvieron dispuestos a formar parte de ninguna cruzada.
La verdad es que lo que está ocurriendo es que ciertos presidentes, como Cristina Fernández, están buscando un protagonismo que han perdido por mérito propio. El caso de Lugo es tragicómico. Y por su parte Correa y su triste papel en la lucha contra las FARC que viene librando Colombia lo presenta antes bien como un negador de la democracia que como lo contrario. Ni hablar de Chávez, que hasta amenazó con mandar la soldadesca, (como hace siempre este bravucón impresentable), para finalmente meter violín en bolsa como cuando no se le atrevió a Vargas Llosa luego de desafiarlo a un debate público. Y ni hablar del propio Néstor Kirchner y su fallido viaje a la zona limítrofe entre Ecuador y Colombia para participar de la liberación de algunos secuestrados hace un par de años.
Honduras es un pequeño país que tuvimos la suerte de visitar hace algunos años. Un país de gente humilde y generosa con el visitante. Un país más de los muchos que en nuestra América hispanohablante se debaten para sobrevivir. Un país que tiene los mismos sinos que muchos otros en la región: grupos de poder, familias tradicionales, estructuras rígidas y hereditarias, etc.
Y a no creerse que en Cuba la cosa es distinta. Porque esa es la otra. La estructura de poder en la tiranía caribeña ha puesto en manos de "la nueva clase" los resortes que antes estaban en manos de la clase tradicional. Y punto.
¿Habrían actuado estos presidentes de igual modo si el problema de Honduras se hubiera presentado, digamos, en Brasil o en Canadá? Ya no hablemos de pensar que pudieran inmiscuirse en lo que ocurre en Rusia o en Irán.
¿Se imagina el amable lector a la trilogía presidencial citada en un avión aterrizando en Teherán pidiendo nuevas elecciones sin fraude? Mamita.
Tan solo intentamos reflexionar respecto del rol que han de jugar los jefes de Estado. Y en el caso argentino en particular lo hacemos además con el dolor y la preocupación de ver cómo un gobierno agresivo y a la deriva intenta remontar la cuesta mediante histriónicos gestos que sólo conducen a tener problemas diplomáticos con terceros países, como si tuviéramos pocos.
Una reflexión final: la OEA ha aplicado sanciones en contra de Honduras tal como lo hizo hace 50 años contra Cuba. Y tal como no lo hizo al no aplicar los acuerdos vigentes cuando la guerra de las Malvinas ¿Este es el camino para resolver de manera incruenta el caso de Honduras? Tememos que no.
Héctor Trillo
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