Probablemente nunca haya quedado del todo claro que los seres humanos, en una democracia liberal, somos iguales ante la ley y merecemos igual tratamiento.
Eso no significa que seamos iguales. De hecho, somos todos diferentes.
El igualitarismo sostiene que en realidad todos somos iguales, lo cual no es cierto. Por eso, surgen discrepancias y discusiones a veces de muy subido tono.
La lógica indica que dado que no somos en realidad iguales, si se pretende que sí lo somos, sería necesaria una ley para cada uno. Una ley diferente para cada uno.
De manera de igualarnos en aquello en lo que somos diferentes.
Algo de eso nos parece que está ocurriendo por estas horas. Y no solamente en el plano político. Cuando la presidenta habla de "pobres y negros" está trazando una línea divisoria que en realidad es imposible de considerar si no hay alguien que marca el límite preciso de tal división. Esto, más allá del marcado tinte racista en los dichos de la señora, implica que alguien, igual a quienes define como pobres y negros, deba tratar tal línea divisoria. El razonamiento deviene absurdo. Si alguien está en condiciones de trazar tal línea divisoria y el resto de los mortales (o muchos de ellos), no, entonces quien se ubica en ese lugar es un "no igual".
No sólo el razonamiento es absurdo. Todo es absurdo. Las formas de racismo y xenofobia conducen a la segregación entre personas por razones de raza o nacionalidad, privándose entonces de elegir a los mejores si no se condicen con la esquematización trazada. Un Einstein sería condenado a una cámara de gas en un mundo antisemita. En sí, toda esquematización termina siendo negativa y pauperizante.
Ahora aparece una jueza autorizando un matrimonio entre dos personas del mismo sexo. Está en su derecho y personalmente nos parece ocioso volver sobre el tema, pero sí es importante observar ciertos considerandos del fallo. Dice en uno de ellos: "Todas las personas tienen idéntica dignidad y son iguales ante la ley. Se garantiza (en la Constitución) el derecho a ser diferente, no admitiéndose discriminaciones que tiendan a la segregación por razones de raza, etnia, género u orientación sexual". Un párrafo notable por su liviandad.
La raza y la etnia son en esencia la misma cosa, por lo que la abundancia al utilizar dos términos básicamente sinónimos, muestra justamente la necesidad de abundar allí donde precisamente sobra. Resaltar el hecho para darle una entidad mayor. El hecho es uno solo: en el caso planteado no está en juego la raza de las personas involucradas y nadie discute sobre eso. Luego viene la referencia al género. Es curioso pero el género es, según el diccionario, un conjunto de seres que tienen uno o varios caracteres comunes. Y todos los seres humanos tenemos unos cuántos caracteres comunes, por lo que en realidad somos del mismo género. El género humano, digamos. En gramática los géneros son masculino, femenino y neutro, lo cual obviamente no es aplicable al tema de que se trata.
Da la impresión de que la jueza se apresuró a utilizar calificativos sin recurrir al proverbial "mataburros". Dicho esto con todo respeto y en tono familiar.
La última expresión utilizada en el párrafo que comentamos, se refiere a la "orientación sexual". Y acá el tema parece acercarse al motivo del reclamo.
Los seres pertencientes al género humano tenemos múltiples variantes e inclinaciones u orientaciones sexuales, como todo el mundo sabe. Si se plantea el caso de un matrimonio entre dos personas nacidas del mismo sexo no está en juego en realidad su orientación sexual, sino la viabilidad legal de sostener una unión de ese tipo. Nos explicamos.
El matrimonio es según también el diccionario la unión de dos personas de sexo opuesto. La unión entre el hombre y la mujer. Por lo tanto no está en juego la orientación sexual de cada uno, sino el hecho de que para que exista matrimonio deben existir un hombre y una mujer. Luego cada uno de ellos puede ser homosexual, bisexual, paidófilo, sadomasoquista o lo que fuere. A su vez si entra en alguna de estas características de "orientación sexual", o cualesquiera otras, tendremos que ver si son legales o no.
Por lo tanto el planteo también deviene absurdo. Y mezclar cosas tales como la orientación sexual con la segregación racial nos parece cuando menos impúdico y esencialmente producto de la ignorancia o del interés por unificar lo que no es unificable. La raza es una cosa, el sexo es otra. Claramente. Así es como se llega desde ciertos lobbies a considerar "nazis" a las personas que se oponen al llamado "matrimonio gay", insultando de manera canallezca a quienes piensan que tal cosa no puede existir.
Evidentemente si de lo que se trata es de unir a dos personas nacidas del mismo sexo con iguales derechos y obligaciones que las del matrimonio convencional, habría que buscar otra palabra. En cierto modo la palabra está, y son dos; "matrimonio gay", que en verdad no es lo mismo que "matrimonio" y requiere y requerirá de por vida las aclaraciones pertinentes. En sí mismo el hecho de que en la práctica deba llamarse diferente implica que se trata de algo diferente. La orientación sexual diferente, es diferente. Y si es diferente, no es igual. Y si no es igual, por qué la jueza la trata como igual. Es curioso pero ella misma lo está diciendo.
Hemos dicho muchas veces en nuestros comentarios que estamos de acuerdo en que las personas del mismo sexo se unan igual que lo hacen las de sexo opuesto, con iguales derechos y obligaciones. Y habrá quienes se oponen desde distintos ángulos, incluyendo el religioso, lo que a nosotros en general no nos parece correcto.
Pero si dos personas plantean en la justicia casarse, siendo nacidas del mismo sexo, están en una situación determinada que nada tiene que ver con el racismo de las declaraciones presidenciales, ni con la xenofobia, no con la orientación sexual. Y muchísimo menos con el género. ¿Por qué razón entonces esta jueza mezcla aserrín con pan rallado de manera tan vulgar?
Vemos en el título del diario que una jueza dicta sentencia considerando inconstitucional el artículo del código civil que impide el matrimonio gay. En realidad ningún artículo del código impide nada, simplemente define las formas jurídicas. También el párrafo citado habla de "idéntica dignidad" y tampoco está en juego semejante cosa. ¿Está en juego la dignidad cuando dos personas recurren a la justicia para intentar conformar una unión dentro de una figura jurídica destinada a otra cosa?. Evidentemente no. Y mucho menos está en consideración eso de "idéntica", porque conlleva de inmediato la comparación ¿idéntica a qué o a quién?
Y no hay nada para comparar. Al menos no lo hay explícitamente. No somos necios y sabemos que implícitamente lo que la jueza está queriendo decir es que es digno tener una "sexualidad diferente" a todos los efectos. Lo es. Claro que sí. Y tampoco esto está en juego. Lo único que está en juego es la figura jurídica elegida.
Si la jueza se hubiera limitado a exponer que un matrimonio es válido por encima de lo que diga el Código Civil y cualquiera sea el sexo de los contrayentes y demostrara que ese es el espíritu del legislador e incluso de los constituyentes, todo bien. Pero no. Abunda en comparaciones de tipo filonazi para encajar allí a quienes no comparten la aplicación que quiere dársele a la figura jurídica. Comete torpes errores gramaticales e incurre en manifiesta ignorancia acerca de las características de las orientaciones sexuales, mezclándolas con género y hasta con razas o etnias.
Bien, volvamos al principio entonces. El igualitarismo pretende que todos somos iguales y por lo tanto todos estamos en condiciones de hacer las mismas cosas, de la misma forma y con las mismas capacidades. Y eso no es así. Y como no es así, hay que hacer una ley para cada uno.
Ser iguales ante la ley implica que ésta no puede discriminar en cuanto a nuestros derechos y obligaciones. Pero nuestros derechos y garantías están definidos en la Constitución y en las leyes.
El problema no está en el matrimonio entre personas del mismo sexo. Sino en el hecho de argumentar de una manera falaz y hasta ignorante sobre las causas que llevan a que no esté aceptado. Y las causas están no sólo en las leyes, sino en un simple diccionario.
Lo que hace falta en la Argentina es una modificación en la legislación de fondo para permitir que dos personas nacidas del mismo sexo se unan con iguales derechos y obligaciones que las que surgen del matrimonio. No inventar inconstitucionalidades donde no existen.
E insistimos en que al hablar de preferencias sexuales hay que incluirlas a todas. Porque todos tenemos los mismos derechos. No es lo que está ocurriendo en el mundo actual. Donde ciertas inclinaciones son consideradas una libre elección y otras una depravación. O una cosa o la otra.
Cada uno de nosotros tiene sus propias preferencias sexuales. Todos somos diferentes. Todos somos dignos. Todos somos blancos, negros o grises. No unos sí y otros no.
Héctor Trillo
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