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jueves, 21 de octubre de 2010

MÁS XENOFOBIA EN EUROPA 20/8/10

El Ágora

MÁS XENOFOBIA EN EUROPA

Las medidas del gobierno francés contra los inmigrantes ilegales tienen una vez más la pátina de la xenofobia. Triste y retrógrada forma de evitar enfrentarse a la ignorancia y el sectarismo, que constituyen la realidad



Los argumentos difieren. Podría ser el color de la piel o la religión. También la falta de instrucción o de dinero para solventar su estada en el nuevo destino. Las costumbres diferentes, el idioma, la carencia de un lugar donde vivir. En los últimos años, sectores progresistas que adhieren a la misma cáscara xenófoba que todo lo envuelve, la emprendieron con la necesidad de preservar las fuentes de trabajo. Rápidamente adhirieron a estos cantos de sirena los sectores más recalcitrantes del extremismo de derechas y de izquierdas. Esto pudo apreciarse en el último medio siglo tanto en Alemania como en los EEUU, en el Reino Unido o en Italia, en Austria o en la neutral Suiza.

Pero que los inmigrantes ilegales sean acusados de manera masiva de ser potenciales delincuentes nunca había ocurrido con el furor con que se a ahora en países europeos. Hace un tiempo nos ocupamos de España. Ahora es el turno de Francia.

El gobierno de Sarkozy inició un plan de expulsión de gitanos hacia sus países de origen. En general se trata de personas de nacionalidad rumana y búlgara. Los deportados recibieron unos 300 euros por cabeza, lo que le permitió a las autoridades francesas argumentar cínicamente que se trata en realidad de “repatriaciones voluntarias”. Se habla de unos 70 deportados, entre los cuales se hallan mujeres y niños. Y se anunció que el proceso continuará con nuevos anuncios de repatriaciones de inmigrantes rumanos instalados en campamentos ilegales.

La estrategia del gobierno es, según se afirma, la de frenar la delincuencia y la inmigración ilegal en su país. Es decir que pone en un plano de igualdad una cosa y la otra. Si bien es cierto que un inmigrante ilegal es en sí una persona que ha cometido un delito, la sola diferenciación entre inmigración ilegal y delincuencia coloca al exponente en un plano en el que distingue claramente una cosa de la otra.

Y esto no es un tema menor. Deportar a alguien porque está ilegalmente en un país, puede ser reprochable pero está dentro de las facultades legales obvias de las autoridades. Cualquiera que no tenga los papeles en orden es porque se ha instalado fuera de la ley de ese país. Pero pretender atacar así la potencial delincuencia (incluida la de niños) resulta cuando menos un acto abusivo y prejuicioso, además de discriminatorio, por cuanto implica aplicar criterios sancionatorios diferentes para los habitantes nativos y para los extranjeros por el solo hecho de serlo.

Obsérvese por otra parte que la medida del gobierno francés fue criticada por las organizaciones autocalificadas de defensoras de los derechos humanos, que arguyeron que, dado que Rumania y Bulgaria son miembros de la UE, tienen derecho a la libre circulación, lo cual equivale a decir que no son ilegales. Ahora bien ¿el derecho de circular de esas personas termina en el caso de no ser sus países de origen miembros de la UE? Si se supone que los derechos humanos han de ser para todos, la verdad es que la distinción de origen parece bastante fascista y clasista, por decir lo menos. Los “no socios” no entran, sería.

Este comentario lo hacemos para poner en claro con qué bueyes estamos arando. Tener los papeles en orden puede ser un requisito y no queremos poner en tela de juicio la exigencia de un país para permitir la entrada de un extranjero. Pero distinguir entre unos y otros individuos según su origen no es cumplir con un requisito de admisión razonable (como puede ser buenos antecedentes policiales, estado de salud, etc.), más allá de lo que nosotros particularmente pensemos sobre este último punto, que también suele ser un tapón a las migraciones.

El gobierno rumano ha “entendido” la medida del gobierno francés, al tiempo que su presidente afirmó que defiende “el derecho sin reservas a que cualquier ciudadano rumano a circular libremente en el interior de la UE”. Una declaración de conveniencia que suena a algo así como circular no es lo mismo que quedarse, para trascartón afirmar que es necesario un programa de “integración”, declaración que mucho se parece a la de ciertos políticos en estas latitudes cuando afirman que hay que llevar adelante planes de “inclusión”, como vienen haciéndolo en los últimos 70 años por lo menos.

Creemos que tanto franceses como rumanos, lo mismo que en general todos los europeos, tienen los mismos prejuicios y las mismas posiciones “políticamente correctas” respecto de la inmigración. “Nosotros la aceptamos, siempre y cuando no contribuya al delito, no ofrezca mano de obra barata, sea culta, no origine problemas raciales, no profese un culto ajeno a nuestras costumbres, etc.” es decir, no la aceptamos.

El argumento más patético, más recalcitrante y más contrario a la inteligencia es ese de que los deportados podrán regresar a Francia, pero su gobierno se reserva el derecho de deportar a los inmigrantes si cometen algún crimen o si son considerados una carga para la sociedad. Nadie negará lo que tú afirmaste.

Si llegan a Francia centenares de familias de un origen determinado, no serán todas estas familias cometedoras de “algún crimen”, sino alguna persona en particular. Si esa persona comete un crimen, lo que corresponde es que se juzgue su delito dentro de la ley y el estado de derecho francés, aplicando al reo la misma condena que a cualquier otro reo. Y si la condena para un francés que comete un crimen son 30 años de cárcel, no termina de entenderse que la de un rumano sea la expulsión del país. Y menos termina de entenderse que ello signifique (no se puede inferir otra cosa) la expulsión de toda su familia o la expulsión de todas las familias de ese origen, incluidos los niños, muchos de los cuales han nacido seguramente en territorio francés.

Las autoridades francesas, al menos por lo que se publica en los diarios, acusan a los gitanos porque dicen que en muchos casos se dedican al tráfico ilegal de diversos productos y de obligar a los niños a mendigar. Y la solución propuesta es, como queda dicho y reiterado, agarrarlos a todos, padres e hijos, buenos y malos, chicos y grandes, meterlos en un avión y mandarlos al país de origen (de los grandes, porque los chicos como decimos en general son nacidos en Francia).

Y las organizaciones de derechos humanos cuestionarán este accionar únicamente en el caso de que se trate de familias provenientes de países no incorporados a la UE. Una pinturita.









Buenos Aires, 20 de agosto de 2010 HÉCTOR BLAS TRILLO

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