Segunda opinión
LA ECONOMÍA Y
LOS FANTASMAS
“Esto
que estamos viviendo no es
capitalismo sino un anarco capitalismo financiero total, donde
nadie controla a
nadie” Cristina F. de Kirchner
La frase con la que encabezamos este comentario
fue dicha por la presidenta
la semana pasada en Cannes, en la reunión del llamado G-20. Lo
primero que vino
a nuestra mente al oír sus palabras fue aquello de y por casa cómo andamos.
La presidenta también recomendó a los integrantes
del llamado G-20 que
“dejen de controlar en qué gasta cada país” y en lugar de ello
“comiencen a ver
qué hace cada banco de inversión y las calificadoras de riesgo”.
No vamos a entrar en chicanas semánticas pero la
verdad es que mientras la
presidenta habla de que nadie controla a nadie termina
diciéndonos que en
realidad se controla en qué gasta cada país, para pasar a
recomendar que éste
último tipo de control deje de hacerse, lo cual equivale a una
proverbial vía
libre para el gasto.
Así y todo lo cierto es que la Unión Europea
intenta que los países
miembros adapten sus presupuestos a sus posibilidades dentro del
marco de la
sociedad que han hecho al integrar dicha Unión. Es decir, de lo que se trata
es de que se
adecuen a aquello a lo que se han comprometido para que la
asociación sea viable.
La señora de Kirchner repite con demasiada
frecuencia el cliché según el
cual el problema es de la economía financiera, que se opone a la
economía real.
Y a eso le agrega el también la conocida crítica a las
calificadoras de riesgo,
que parte de la base de que son éstas las que originan los
problemas, más que decirle
a inversores y público en general dónde ven más riesgos. Es
decir, culpa al
mensajero.
Hemos señalado en otros trabajos que la economía
incluye la financiación
como una herramienta fundamental para su funcionamiento. Sin
ella, la actividad
se reduciría a operaciones de contado y los dineros ahorrados no
tendrían
ningún incentivo para ser prestados. En
verdad no tendría razón de ser ahorrar dinero, que tan sólo
podría ser
invertido o gastado.
Como puede verse por el absurdo, ningún país del
planeta podría entonces
contar con endeudarse, y estirando un poco más el razonamiento,
también debería
dejar de emitir moneda de
papel, dado
que ésta no es otra cosa que una promesa de pago. Es decir, una
forma de
financiarse.
Obviamente que no es éste el sentido de lo que la
señora pretende dar a sus
palabras, tampoco queremos pasarnos de la raya o hacernos los
tontos.
Pero es que el razonamiento siempre es conveniente
llevarlo a las últimas
consecuencias para poder determinar el sentido último al que
conducirían
ciertas acciones.
Como también la presidenta aludió a quienes ganan
fortunas delante de una
computadora sin producir nada, es importante dejar en claro que
los movimientos
de dinero y de títulos producen justamente ganancias (y
pérdidas) más o menos
importantes, tal como todos
nosotros lo hacemos cuando si tenemos capacidad de ahorro
colocamos el dinero
en un banco a la mejor tasa posible. Esto también es obvio.
Los problemas que aquejan al mundo hoy están
vinculados al intervencionismo
estatal. Es decir que la cosa es exactamente al revés. No es que
por no
intervenir y controlar se generaron los problemas, sino que es
por haberlo
hecho. Y tampoco se trata de no controlar aquello a lo que
específicamente se
han comprometido entre sí los integrantes de la UE. La llamada
crisis de las
hipotecas tuvo su origen en préstamos “blandos” otorgados en
EEUU merced a un
voluntarismo que llevó a bajar las exigencias el otorgamiento de créditos.
La clásica promoción
a bajas tasas para poder acceder a viviendas hizo que muchos
receptores de
tales créditos terminaran no pudiendo pagarlos. En lo esencial
el problema de
fabricar tasas bajas de interés implica que quienes se endeudan
no dimensionen
adecuadamente el riesgo, y quienes prestan intenten cubrirse
sacándose de
encima el crédito concedido lo antes posible. Así se emitieron
títulos
“securitizados” por las hipotecas y se armó la gran bola de
nieve que llevó al
alud.
Decíamos al comienzo que luego de los dichos de la
presidenta nos
preguntamos por lo que
ocurría en la
Argentina.
El intervencionismo estatal exacerbado que vivimos
en estas horas provoca
bruscas oscilaciones en los títulos nacionales, genera rumores
de todo tipo y se
complementa con la aplicación de medidas rústicas y francamente
negativas para
resolver los problemas, como el impresentable control cambiario
en marcha.
Hace pocas horas, la presidenta del Banco Central
expresó en una
disertación en la Biblioteca Nacional
que la compra de dólares por parte de la gente estaba
siendo incentivada
por el periodismo, y que las medidas tomadas
implicaban una “profundización
del modelo” tendiente a evitar que los rumores y las críticas
generaran
consecuencias negativas para la economía nacional.
Sólo con observar que en nuestro país hace más de
cuatro años que hay clara
fuga de capitales bastaría para poner un poco de luz sobre las oscuras intenciones
de ciertos
medios periodísticos a los que aludió la señora Marcó del Pont.
Pero queremos
ser más explícitos.
La verdad es que muchísimas veces nos hemos
referido en nuestros
comentarios a la impresionante creación de moneda de los últimos
años. Primero
para mantener alto el valor de las divisas artificialmente y
poder así aplicar
retenciones a las exportaciones y afirmar que hay superávit;
luego para
simplemente mantener alto el consumo y no permitir un
“enfriamiento” de la
economía. Estos
argumentos han sido
centrales en el “modelo” y el primero de ellos ya regía
plenamente cuando la
conducción económica estaba a cargo de Roberto Lavagna. Éste
profesional
declaraba públicamente que quienes pedían que bajara el precio del
dólar en ese
entonces, lo hacían porque querían viajar a Miami. Nos hemos
referido a ello en
varias oportunidades y especialmente señalamos que no es con
ironías
descalificatorias como se resuelven los problemas. Porque
quienes pueden
tomarse vacaciones en Miami no están demasiado preocupados por
el valor del
dólar, pero sí lo están quienes necesitan adquirir tecnología,
por ejemplo.
Porque la verdad es que el famoso artilugio del dólar competitivo, tan defendido por las
autoridades de la UIA,
produce altos precios de insumos importados y un verdadero atraso
tecnológico para nuestro
país, como puede observarse claramente hoy en el parque
automotor, para citar
un ejemplo. Ello más allá de las insólitas medidas que prohíben
las
importaciones de productos de imperiosa necesidad, como
repuestos de lavarropas
y de heladeras de uso doméstico. En tiempos del Dr. Lavagna,
éstas últimas
medidas no regían, pero anticipamos varias veces que el día
llegaría. Y no por
ser autorreferenciales es que lo decimos, sino porque es obvio
que a medida que
aumenta el gasto público y también el privado como consecuencia
de la gran
emisión de moneda, se produce un incremento en dólares de los
costos, por no
ser posible mantener el ritmo de crecimiento del tipo de cambio
dado que se
dispararía la inflación ya de por sí muy elevada. En otras
palabras, cerrar
importaciones mediante prohibiciones es, en la práctica, lo
mismo que cerrarlas
por tener el tipo de cambio demasiado alto y hacer imposible el
consumo de
bienes importados. En ambas situaciones se busca mejorar la
balanza comercial
en el sentido de que arroje un saldo a favor de la Argentina.
En la actual coyuntura, el intervencionismo a
ultranza es la causa de los
rumores y los miedos. Y no al revés. Y la presidenta propone al
mundo más
intervencionismo al tiempo que pretende que no se controle el
gasto. Si la
situación que se le presenta a pequeños ahorristas que intentan
adquirir cifras
de 100 o 200 dólares no es anárquica, qué cosa lo es.
No pretendemos ni por asomo enmendar la plana de
las autoridades
argentinas, pero sería bueno que contaran con un asesoramiento
tal vez un poco
más variopinto, integrando en una especie de foro a
profesionales de la
economía con distintos puntos de vista, en lugar de
descalificarlos
públicamente como tantas veces ha hecho la presidenta.
La actual intención de moderar los subsidios es
una prueba contundente que
conviene no dejar pasar. Porque si la señora Marcó del Pont
habla de
profundizar el modelo cabe preguntarse entonces por qué eliminar
o disminuir
justamente aquello que es parte fundamental del mismo: los
subsidios.
El argumento de que hay gente que puede pagar los
mayores costos es casi
irreverente. Siempre hubo y habrá gente que puede pagar los
mayores costos,
como siempre ha habido gente que puede viajar a Miami. Pero
parece que antes
era funcional al “modelo” y ahora dejó de serlo.
Otorgar a determinados sectores la capacidad de
consumir por encima de sus
posibilidades; electricidad o lo que sea, es lo mismo que
otorgar hipotecas a
bajo costo, señores. Subsidiar
es hacer
que el Estado se haga cargo
de la
diferencia. Es exactamente igual a dar créditos “blandos”.
Alguien habrá de
pagar la diferencia de tasa.
Y para terminar una obviedad: los rumores, cuando
son ridículos, no
influyen en la gente. Lo hacen cuando se vinculan con hechos
probables. Y un
gobierno que toma
medidas como las que
hoy están vigentes en el mercado cambiario no puede esperar que
la gente no se
asuste.
Tampoco puede esperar que los opositores no
intenten sacar tajada. Ni que
los que quieren hacer negocios hagan lo propio.
Es el famoso “a río revuelto”, ¿verdad? Entonces
la pregunta que hay que
hacerse es quién ha sido que revolvió las aguas. Y está más que
claro que las
mentiras estadísticas y el intervencionismo a ultranza y las
prohibiciones
arbitrarias son la causa principal de que se hubiera generado
incertidumbre.
Los argentinos tenemos sobrada experiencia en todo
esto.
Hace un tiempo la propia presidenta pidió a la
gente que no comprara
dólares. El Dr. Pesce, vicepresidente del Banco Central dijo
hace pocos días
que era mejor quedarse en pesos.
En verdad, cuando las cosas funcionan, no tiene
por qué ser mejor una
alternativa que la otra.
Es obvio que quedarse en pesos para ganar más
implica que alguien se hará
cargo de la diferencia. Y otra vez lo mismo.
Francamente no necesitamos de calificadoras de
riesgo para saber dónde pararnos.
Es suficiente con leer u oír estos discursos.
Y al menos por la información con que contamos, no
son pocos los
integrantes del actual gobierno los que creen a pie juntillas en
las teorías
conspirativas. Ni por un segundo se detienen a observar lo que
ha hecho el
Estado con el INDEC, con la AFJP, con las reservas del Banco
Central, con las
arbitrariedades para importar y exportar, con los controles de
precios, y mil
etcéteras.
No son fantasmas, entonces, son realidades.
HÉCTOR BLAS TRILLO
Buenos Aires, 7
de noviembre de
2011
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