El Ágora
ECONOMÍA: DE COLOQUIOS Y ENTELEQUIAS
Hace ya medio siglo que el Instituto para el
Desarrollo Empresarial de la Argentina realiza anualmente su reconocido
coloquio, al que asisten empresarios de todo tipo y color, banqueros, políticos
y economistas. Más allá de toda otra consideración, toda persona de cierta
relevancia es invitada sin discriminación alguna, que sepamos. Con lo cual la
razón de ser de este coloquio, es la de reunir a un grupo de personalidades,
más o menos relevantes, para debatir determinados temas de la actualidad
económica y política y arribar a ciertas conclusiones, en acuerdo o desacuerdo.
Nada más democrático que eso.
Como en prácticamente todos los aspectos de
la vida política y económica argentina, el actual gobierno rehúye el debate y
prefiere descalificar a quienes asisten a él, con lo cual lo que viene
ocurriendo en los últimos años es que ningún funcionario del gobierno nacional
asiste a este coloquio, bajo diversos argumentos descalificatorios en algunos
casos, y bajo ningún argumento en otros.
En la última edición, que finalizara el
viernes pasado, se pudo observar
entonces una vez más la profunda grieta que se abre entre el
empresariado, la banca y la profesión económica, y el gobierno nacional,
focalizado desde hace más de una década en críticas y acusaciones basadas en
teorías especulativas y conspirativas carentes de asidero lógico y, sobre todas
las cosas, tan recurrentes como no
demostradas o denunciadas ante la Justicia.
Mientras en el encuentro en Mar del Plata
se multiplicaban las críticas al gobierno y a sus funcionarios, desde éste
último se gestó un “contracoloquio” como una patética muestra de aquella “contracumbre”
encabezada por Diego Maradona, Hugo Chávez y Luis D´Elía en oportunidad de la
visita de George W. Bush que derivara en serios incidentes y destrozos en
comercios a cargo de facciones de evidente raigambre neofascista que sólo
sirvieron para mostrar al mundo el poder más reaccionario surgido de la
ilegalidad y amparado y protegido por el propio gobierno nacional.
En esta oportunidad, en el coloquio hubo
discursos altisonantes y muy críticos. Ellos parecieron servir de catarsis a
una expresiva gama de empresarios que
durante muchos años vienen silenciando sus disconformidades, temerosos de las
represalias que el régimen kirchnerista ha demostrado que puede tomar en contra
de ellos. Es de destacar la exposición del constitucionalista Daniel Sabsay,
que no trepidó en poner sobre la mesa varias de las peores aberraciones de un gobierno que intenta claramente poner a salvo a sus principales
funcionarios de futuras acciones legales consecuencia de sus actos sospechados
de irregularidades de todo tipo. Consideramos que este profesional se excedió
en sus calificaciones; especialmente al exigir a la presidenta que exhiba su
título de abogada. Pero también es cierto que en general existe una profunda
disconformidad con la manera en que el gobierno de Cristina Fernández ignora
todas y cada una de las cuitas que sufren los principales hacedores de la
riqueza del país. Ello aparte de su ya
clásica posición agresiva y descalificatoria en los discursos y también en los
hechos. La sensación que uno tiene es la de que los empresarios, banqueros y
profesionales están cansados de ser descalificados, vapuleados, desoídos y
acusados de golpistas sin pruebas de ningún tipo; tan sólo con el obvio afán de
poner la culpa en ellos y dejar a salvo todas y cada una de las medidas
económicas que en estos años han provocado un verdadero retroceso económico,
tecnológico y social del país.
El “contracoloquio”, organizado por sectores
afines al gobierno, no fue solamente un verdadero y lamentable fiasco. Fue
también la prueba palpable del infantilismo con el que se ha manejado el
kirchnerismo en todos estos años. El ministro de economía, cuya asistencia a
tal “contracoloquio” se esperaba, prefirió no concurrir. En cambio, llevó a
cabo las correspondientes declaraciones tildando a los asistentes al coloquio de “nostálgicos de los noventa” que pretenden
volver a lo que él llama el “neoliberalismo”.
Cuesta entender por qué razón el ministro en
ninguna de sus alocuciones destina aunque más no fuera un parrafito a
explicarnos a todos los mortales de manera técnica y preclara cuál será el
camino que habrá de seguir para ajustar las cuentas públicas, para bajar la
inflación, para resolver el problema del cepo cambiario o para establecer un
marco institucional de respeto de contratos y del comercio en general. Todas
sus exposiciones apuntan a buscar culpables, contubernios, intentos
“destituyentes” y en general todas las formas imaginables de teorías conspirativas.
Aplicando la lógica más elemental cabría
preguntarse por qué quienes desde distintos sectores asisten al Coloquio añoran
retornar a los años 90 si tanto la presidenta como su difunto esposo se
cansaron de repetir a los cuatro vientos y en cada oportunidad que pudieron que
los empresarios ganaron muchísima plata
(“se la levantaron con pala”, dijo la presidenta en varias
oportunidades) en los años kircneristas.
Escarbando un poco más, cabe preguntarse por qué el sector agropecuario reniega
hoy de un gobierno que en su momento
salió a salvar mediante redescuentos la crítica situación de muchos productores
endeudados como resultado de la crisis originada en el congelamiento del tipo
de cambio durante más de 10 años. Es curioso que todos ellos añoren volver a
una década política aciaga que los dejó literalmente en la lona, intentando
para ello boicotear al gobierno que les permitió “llevársela con pala”..
Y en este marco, y dado que el ministro
habla recurrentemente de “neoliberalismo”, es oportuno dedicar unas líneas al
asunto. Porque el ministro, lo mismo que el grupo faccioso sostenido por el
gobierno y autodenominado “Carta Abierta”, y los funcionarios nacionales en general,
utilizan una y otra vez esa calificación para referirse a los años del
menemismo. El ministro volvió a acusar
al “neoliberalismo” de los años 90, y metió en él a todos los participantes del Coloquio marplatense, en un ejercicio de sectarismo
faccioso notable; sin explicar cómo es posible que un determinado esquema
económico esté basado en el liberalismo con un control estricto del tipo de
cambio durante más de 10 años. Porque la verdad es que eso fue la llamada convertibilidad:
un riguroso control cambiario que permitía demandar infinitos dólares al mismo
precio, con funcionamiento nulo de la ley de oferta y demanda que ajustara el
cambio según las exigencias del mercado. Y en definitiva con un ceñido corsé de
los precios de toda la economía, basado justamente en el control del cambio.
Ya no esperamos que el ministro nos
explique mínimamente estas contradicciones. Su discurso es obvio que le gusta a
la presidenta, a la cual en cierto modo emula. Pero eso no quita que expongamos
una vez más la falta de profesionalismo, la endeblez ideológica de una persona
que se supone es un técnico a cargo de
las finanzas públicas del país todo, que ni por un minuto duda en salir a
intentar descalificar de manera absurda a quienes con todo el derecho del mundo
expresan libremente lo que piensan.
Guste o no.
El actual gobierno ha evidenciado durante
todos estos años ese comportamiento fundamentado en un maniqueísmo de
adolescencia. Es un dato que durante no menos de una década ningún funcionario
tuvo permitido asistir, por ejemplo, a la exposición agrícola-ganadera de la
Sociedad Rural, siendo que es obvio que el país sobrevive gracias a la soja.
Oleaginosa que dicho sea de paso dejó de ser el “yuyo” y el cuco que supo ser
para la propia presidenta.
El tantas
veces mentado diálogo, incluso con los “dueños de la pelota” anunciado
por la presidenta en 2011, no dejó de ser un patético bluf que no duró más que
un par de reuniones entre amigos, donde no se discutió nada importante y donde
obviamente no estuvieron ni los opositores políticos, ni los críticos de
ninguna índole.
Mientras el ministro Kicillof
sostiene que sí hay diálogo, lo
cierto es que todo lo que hay es algún permiso especial, o alguna exigencia,
para que algún sector, tal o cual, se junte con los funcionarios para lograr un
intercambio de favores, en una verdadera rémora del régimen feudal de la
Colonia. Ora las cerealeras, ora las automotrices, todos buscan
interrelacionarse para lograr algún apoyo sectorial. Nada de dialogar con la
oposición política para intentar trazar un trayecto común basado en algunas
premisas básicas, como ocurrió en España en tiempos del Pacto de la Moncloa, o
en México más recientemente. E incluso en Chile.
Vemos con envidia cómo en Brasil se realizan
debates entre los candidatos
presidenciales. O en Chile en su momento. Mientras que acá entre nosotros basta
con tener ideas disidentes con el actual
gobierno para ser considerado un Demonio con tridente y todo.
Tomarse
la molestia de leer cualesquiera de los documentos de “Carta Abierta” es
un ejercicio tedioso en cuanto previamente es necesario prácticamente traducir
al castellano coloquial (justamente) lo que esta gente dice de manera
intrincada y con colosales errores idiomáticos.
Pero, supuesto que uno puede traducir sus expresiones, habrá de
encontrarse con una verdadera facción política que no sólo considera que el
kirchnerismo es la verdad histórica revelada; sino que quienes no adhieren a esta
idea son por lo menos infames traidores a la patria. Somos, para mejor decir.
La ironía de la falta de realismo de un grupo de trasnochados que, en el otoño
de sus vidas, se han abocado a acusar a millones de compatriotas de ser poco
menos que execrables seres cuyas ideas no deben volver jamás a tener un rol
dominante. Así, en esos escritos, quienes se oponen a un gobierno que ha
llevado al país a crisis política y económica más grande de los últimos 12
años, son personas que sólo persiguen oscuros intereses y están al servicio de
la antipatria y el atraso, que defienden además esa difusa patraña que es el “neoliberalismo”,
una consigna hueca que son incapaces de explicar,, y en definitiva y
trágicamente, malvados infames entreguistas de la patria, que ellos dicen
defender al tiempo que reciben sustanciosos emolumentos que pagamos todos,
incluso nosotros, los infames enemigos de la patria. El coloquio a la
entelequia en su punto de ebullición. De la nada al todo. De la patria
defendida desde un bolsillo lleno a la miseria de millones de desamparados que
sobreviven con eternas “ayudas” oficiales. Todos y cada uno partícipes de la
entelequia de un gobierno que descalifica al Coloquio de IDEA y huye temeroso
de enfrentar las críticas, pero al mismo tiempo y por el mismo precio intenta
contraponer un coloquio propio. Demostrando así cuánto le importa y le duele. Y
cuánto miedo tiene de debatir libremente, como ocurre en las democracias,
incluso de nuestros vecinos del continente.
HÉCTOR BLAS
TRILLO
26 de octubre de 2014
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