Ecotributaria
INFLACIÓN, TIPO DE CAMBIO
Y OTRAS MENUDENCIAS
“La inflación es siempre un fenómeno
monetario” Milton
Friedman
En los
últimos días la suba del tipo de cambio ha provocado
preocupaciones de diversa
índole, especialmente en el gobierno nacional; por más que se
pretenda lo
contrario.
De hecho, el
viernes 28 finalmente el Banco Central salió a vender más de
300 millones
de dólares cuando la
moneda verde había
pasado tranquilamente el techo de los $ 18 por unidad,
intentando ponerle un
freno vendiendo más barato algo que de por sí estaba costando
más caro.
Este tipo de
jugadas no son gratuitas, como todos quienes estamos
vinculados con esta
actividad sabemos.
El tipo de
cambio permaneción más o menos “planchado” mientras la
inflación aumentaba
alrededor de un 60% luego de la salida del ridículo “cepo”
instaurado por
Cristina Fernández y Axel Kicillof intentando tapar el Sol de
la realidad con
el dedo del autoritarismo.
La moneda
norteamericana llegó a costar más de $ 16 a fines de 2015,
valor que bajó a
alrededor de $ 15.- y que se mantuvo con muy pequeñas
oscilaciones hasta hace
un par de semanas.
¿Por qué
ocurrió esto?. Por varias razones que podríamos detallar.
Diremos simplemente
que hubo sobreoferta de moneda extranjera producto de la
política monetaria del
Banco Central, que se centró en las altas tasas de interés en
pesos para “secar”
la plaza, que originaron la llegada de los llamados “capitales
golondrina” que
venden dólares para comprar Lebacs –por ejemplo- con tasas de
interés que en su
momento sobrepasaron el 38% y hoy están encima del 26% en
pesos. De tal manera
que estos inversores primero vendieron sus dólares, que
pasaron a pesos, para luego
volver a dólares y lograr ganancias elevadísimas en moneda
dura. También hubo
ingreso de dólares por el endeudamiento del Estado, en parte
para renovar
financiamientos anteriores y en parte para lograr nuevo
financiamiento a los
efectos de cubrir el enorme déficit fiscal heredado sin tener
que recurrir a
emisión monetaria espuria tanto como fuera posible.
A su vez, la
quita de las llamadas “retenciones” a prácticamente todas las
exportaciones
mejoró los ingresos de divisas por el comercio exterior,
trayendo más y más
dólares que de tal modo se volcaron al mercado.
Es decir,
gran oferta de dólares que mantuvo estancado el valor de la
divisa. Y
aclaramos, por si cupiera, que cuando hablamos de dólares
hablamos de cotización
del peso frente a monedas extranjeras en general. Lo hacemos
para simplificar
el texto y para que se facilite la explicación.
Claro, el
atraso cambiario tiene consecuencias. Para no irnos muy atrás
las tuvo en enero
de 2014, cuando Kicillof debió aceptar que el dólar pasara de
6 a 8 pesos.
También las tuvo cuando mediante el “cepo” intentó mantenerlo
en 9 pesos
provocando enormes problemas con importación de insumos
básicos y hasta de
medicamentos o tampones.
La realidad
es que de una manera u otra nuestros beneméritos gobernantes
han intentado
queriéndolo o no, mantener atrasado el valor del dólar para
frenar así de
manera artificial la inflación.
Pero ocurre que
la inflación es un fenómeno monetario que de una forma o de
otra termina
destruyendo estos ardides intervencionistas. Porque el
problema está en el
déficit fiscal que debe ser financiado, y no en otra parte. Si
se financia con emisión
de moneda sin respaldo, se genera inflación. Si se financia
con endeudamiento,
se tira la proverbial “pelota para adelante”.
Eso ha
ocurrido en la Argentina durante décadas. Salvo escasísimos
períodos de
superávit fiscal.
Actualmente
el país registra déficit comercial. Es decir está importando
más de lo que
exporta. Eso se debe entre otras cosas a que el dólar ha
quedado barato.
También a cierto incremento de la actividad o a la necesidad
de reponer o
mejorar bienes de capital (que es lo que está importándose de
manera creciente)
aprovechando el tipo de cambio.
A su vez los
llamados “capitales golondrina” están saliendo, y el
endeudamiento externo del
Estado para financiar el déficit está aflojando bastante.
Dicho de otro modo,
mientras por un lado aumenta la demanda de dólares por
importaciones, también
lo hace por parte de quienes prestaron sus dólares pasándolos
a pesos en Lebacs
y ahora se retiran. A su vez baja la oferta como consecuencia
de que ha bajado
la tendencia al endeudamiento externo, y han bajado
comparativamente las
exportaciones (si las relacionamos con las importaciones) Más
demanda, menos
oferta: suba del tipo de cambio.
Ahora el
Banco Central, por enésima vez en la historia intenta frenar
la suba del precio
de la divisa para frenar las “tendencias inflacionarias”, para
que tal suba “no
se traslade a los precios”, etc. Nada nuevo bajo el Sol.
Pero el
problema está en el déficit fiscal, que es el que genera la
emisión espuria de
moneda y por lo tanto la pérdida de valor de ésta, es decir:
la inflación.
Porque la suba de precios no es la causa de la inflación, sino
la consecuencia.
Políticos y
economistas nos han acostumbrado a que el índice de precios al
consumidor,
otrora denominado “de costo de vida” haya pasado a ser
sinónimo de inflación. Y
este concepto es, a nuestro modo de ver, totalmente erróneo.
Los precios suben
de manera dispar, en distintos meses, en distintas épocas, y
en diversos
bienes. No lo hacen todos juntos ni al mismo tiempo. Pero
suben. En realidad el
verbo correcto sería que se ajustan a la pérdida de valor de
la moneda. Pierde
valor la moneda como consecuencia del déficit fiscal, se
ajustan al alza los
precios de bienes y servicios.
Funcionarios,
políticos, periodistas y economistas se preocupan si en un mes
“aumentan las
tarifas”, la carne o lo que sea, porque provocan un “salto
inflacionario” y
este concepto no es correcto. Aumentan el costo de la vida,
sí. Pero la
inflación está allí desde que hay déficit fiscal y mientras lo
haya y sea
preciso financiarlo con emisión de moneda.
Y esto no es
un juego de palabras sino la triste realidad. Porque son estas
cuestiones las
que llevan luego a “frenar el alza del dólar” para frenar así
la inflación,
cuando en realidad lo que ocurre es que se encarece
enormemente la economía en
dólares como consecuencia del artilugio monetario de impedir
que suba el precio
de dólar, o para mejor decir, que se ajuste al alza el precio
de la moneda
extranjera.
El precio del
dólar es un precio más, como el del tomate, el de la luz o el
de la carne.
Frenarlo con artilugios monetarios no hace sino empeorar las
cosas. Comienzan a
bajar las reservas del Banco Central, se encarece la economía,
los turistas
extranjeros disminuyen, los turistas locales viajan más al
exterior, muchos
argentinos viajan a Chile, a Paraguay o a EEUU a hacer sus
compras por los
precios son muchísimo más bajos que aquí y cosas por el
estilo. Es decir que la
economía sufre las consecuencias de esta
forma de intervencionismo, no es un beneficio sino un
perjuicio.
Durante el tiempo
que lleva el actual gobierno no había habido intervención en
el mercado
cambiario sino manejo financiero por parte del Banco Central
de la tasa de
interés en pesos y endeudamiento externo en dólares. Esto es
también una forma
de intervención.
Por supuesto
que es difícil bajar el déficit fiscal. El gasto es inmenso.
El propio Macri
llegó a decir que tiene un “agujero de 500.000 millones de
pesos”. Provincias
endeudadas o directamente en bancarrota, como Santa Cruz. Un
desastre.
Subir los
impuestos es imposible porque lo que se requiere si se
pretende reactivar la
economía es bajarlos.
El gobierno
pensó de entrada en abrirse al mundo e intentar atraer
capitales para mejorar los
ingresos y así financiar el alarmante déficit hasta donde sea
posible con
recursos genuinos. No es mala idea, pero requiere inversiones
que exigen
seguridad jurídica, que sigue estando muy lejos de lograrse.
También ha
intentado incentivar la obra pública y en muchos casos lo ha
hecho, inclusive
transparentando los oscuros métodos de otorgamiento de
licitaciones que fueron práctica
corriente en el gobierno anterior (y en otros anteriores
también). Pero el
camino es largo y sinuoso, como reza el título de una vieja
canción.
Entonces, y
para concluir. Lo primero que debemos tener en claro es cuál
es el núcleo del
problema; que claramente es la inflación; qué cosa la origina:
el déficit
fiscal que lleva a la necesidad de financiarse con emisión de
moneda. Cómo se
corrige: con mayores recursos (inversiones), con baja del
gasto público
(licitaciones no amañadas que eliminen sobreprecios) y
finalmente una reforma
tributaria integral que corrija el verdadero galimatías en que
ha quedado el
sistema impositivo luego de años de improvisaciones.
No hay
milagros. No hay magia, digamos parafraseando a la presidenta
anterior. El país
no tiene el 30% de pobres ni está el doble de caro que nuestro
vecino Chile por
culpa de los supermercadistas o de las maldades de un jamás
definido “neoliberalismo”.
Con que
ciertos políticos se interioricen un poco de las cuestiones
que aquí comentamos
y traten de encontrarle respuestas tendríamos un avance
notable. Eso creemos.
Pero si seguimos en campaña y lanzamos spots en los que
decimos que hay que
bajar el IVA a los bienes de consumo masivo, o que no hay que
comprar en
supermercados, o que hay que bajar la jornada laboral a 6
horas para que todos
tengan trabajo estamos realmente complicados. Y como final
grotesco, el “garrote”
de aquel extraordinario jugador de fútbol que fue José
Sanfilippo, que parece
creer que la economía, las finanzas, la inflación y el
crecimiento de las
inversiones es una cuestión de dar palos, como el inefable
Guillermo Moreno.
Buenos Aires,
29 de julio de 2017
HÉCTOR BLAS TRILLO
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