Segunda
Opinión
EL
“SOLIDARISMO”
«No es por
la
benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero
que podemos contar con
nuestra cena, sino por su propio interés.» Adam Smith
En estas horas tan
complicadas en las
que la economía argentina se consume en su propia salsa
producto de décadas de
populismo, distribucionismo y voluntarismo, nos encontramos nuevamente con los
consabidos reclamos a
empresarios, “formadores de precios”, comerciantes y
productores
agropecuarios a los
que se los acusa de
insensibles, insolidarios, antipatriotas y varios adjetivos
por el estilo.
Rápidamente se
vuelcan a estas lides
los políticos de toda laya y estirpe, que ni lerdos ni
perezosos encuentran la
comodidad de poner la responsabilidad de décadas de
desaguisados en quienes
quieren ganarse la vida desde una empresa o un negocio
cualquiera, de ser los
responsables de la desgracia en la que se ha sumido al país al
menos desde los
años 40.
Así las cosas,
escuchamos y leemos a
funcionarios a cargo de las carteras involucradas con la
producción, las
finanzas y la economía, batir el parche pidiendo “solidaridad”
y amenazando con
castigar a los díscolos que “aumenten los precios sin razón”.
En el medio del
magma en que nos
encontramos, surgen las acusaciones a quienes operan “en
negro”, a quienes
guardan sus cosechas en silos en lugar de salir a venderlas, y
hasta a los
medios de difusión. Una vez más los medios de difusión.
Efectivamente. La
diputada Elisa Carrió
le pidió a la población, desde un canal de cable capitalino,
que “apague su
televisor” en una rémora notable de pedidos en la misma
dirección a cargo de
personajes nefastos, como Jorge Capitanich siendo jefe de
gabinete rompiendo un
diario en público, o la diputada Diana Conti pidiendo a los
gritos que “miren
menos a Lanata”. Sin contar la canallesca campana contra el
grupo Clarín o los
escupitajos a fotografías de reconocidos periodistas a los que
fueron invitados
LOS NIÑOS en la Plaza de Mayo.
Un historiador de
talla, como Jorge
Ossona nos habla de la necesidad de ser patriotas. Y
especialmente se refiere,
según hemos oído, a los productores que guardan sus granos en
silos y no salen
a venderlos, especulando así con el precio pese a que se le
han quitado las retenciones
(a las exportaciones).
Claramente estamos
ante un ataque agudo
de “solidarismo”. Y una
vez más, y por
encima de que la clase política intente cubrirse por guardia y
por retaguardia,
la dirigencia argentina cree que el problema está en el
comportamiento medio
del argentino, que no es ni solidario ni patriota. Así,
conspicuos personajes
del populismo de tantos años, demuestran tener razón: somos
todos insolidarios,
vendepatrias y por lo tanto antipatriotas, por eso el país no
despega.
A
ninguno de nuestros beneméritos dueños de la ética y de la
solidaridad se le
ocurre pensar, ni por un instante, que toda operación
comercial, la que fuera,
se lleva a cabo mediante la moneda de curso legal. Dejemos a
los políticos y
sus intereses partidarios o sectarios. Hablemos de
historiadores,
“intelectuales”, escritores y toda la claque “culta”. Ninguno
de nuestros
benefactores intelectuales parece tomar en cuenta que el
Estado viene
incrementando la masa monetaria a razón de un 30% anual y
pagando tasas de
interés que orillan el 50% para poder financiar la fiesta. No.
Sólo esperan que
todos seamos “solidarios” y salgamos a malvender nuestro
esfuerzo, en una
moneda que pierde su valor como consecuencia de la “política
monetaria” para
financiar un gasto insoportable e insostenible.
¿Por qué razón
alguien malvendería su
cosecha siendo obligado a liquidar las divisas al tipo de
cambio que el propio
gobierno dice, repite y actúa intentando frenarlo en su
disparada alcista? ¿No
equivale eso a pedirle que venda a un precio menor al que
obtendría si el
gobierno no pusiera tiempo, esfuerzo y
muchísimo dinero en intentar contener el alza?
¿No está fuera de
toda lógica suponer que
en una economía cuya presión tributaria hace que de cada peso
que alguien
recibe, 60 centavos al menos vuelvan al Estado como impuestos,
y esto sin
contar la inflación, que es también un impuesto?
Tal vez nuestros
“solidaristas” deberían
preguntarse por qué razón el gobierno, éste o el que fuera, no
actúa de manera tal
de garantizar al país una moneda sana y que no pierda su valor
como
consecuencia de un gasto desmadrado, inconsistente, inviable y
hasta inútil. Si
no deberían, tal vez, buscar allí la solidaridad que ellos sí
tienen pero los
productores y comerciantes NO. En realidad, y para que no se
tome esto
literalmente, digamos que en economía existe lo que se llama
la maximización
del beneficio. El mejor uso de los recursos disponibles, que
siempre son
escasos. De eso estamos hablando, de ser razonables y utilizar
el dinero lo
mejor posible, siendo discretos, modestos y austeros. ¿Nada
para decir al
respecto, estimados “solidaristas”?
¿No es acaso un
absurdo suponer que los
precios que “forman” no sabemos bien quiénes incluyen una
caterva interminable
de impuestos, retenciones, contribuciones, aportes,
percepciones, tasas y hasta
mentirosas “fumigaciones”? ¿Alguien puede imaginar que toda la
venta en negro
que vemos todos los días en calles, estaciones de tren, de
ómnibus, plazas y
lugares públicos de todo tipo surge como los hongos por efecto
de alguna plaga
que nos devora a todos?
¿Acaso no ha sido el
propio Estado el
que ha promovido Saladas y Saladitas, y se ha cansado de
“contratar” empleados
mediante la figura del monotributista para no tener que
soportar cargas
sociales, aguinaldo y vacaciones? ¿No se firman todos los años
convenios
surgidos de paritarias “libres” con cargos “no remunerativos”,
es decir con
eufemismos berretas para no asumir que las cargas sociales son
impagables?
¿No se busca, acaso,
con todas las
“promociones” que el gobierno encara, otorgar “planes” y
exenciones impositivas
y previsionales para incentivar la producción y el empleo? ¿No
significa eso
reconocer que el sistema tal como está NO PROMUEVE NI
INCENTIVA la producción y
el empleo?
Nos hemos referido
muchas veces a la
maraña burocrática que verdaderamente encarajina cualquier
administración, y perdón
por el término, la hace inviable e incumplible.
Y cuando estamos
tapados por el estiércol
y por el magma de impurezas populistas y oportunistas, vienen
los artífices de
tal situación, a acusar a productores, empresarios,
comerciantes y
emprendedores varios de ser los responsables de que la moneda
argentina, la
unidad de cuenta en la que están todos obligados a operar, NO
SIRVE.
Apelar al
sentimentalismo es un recurso
válido en telenovelas. Incluso en las viejas novelas de
bolsillo de Corín
Tellado. Apelar a la “sensibilidad” que al parecer es algo que
los argentinos
no hemos “internalizado”, salvo, claro está, políticos,
historiadores,
“intelectuales” y demás gases raros. Porque ellos sí la tienen
clara. Clarísima.
Se les ha olvidado
eso sí, el detalle
de que nadie malvende el producto de su esfuerzo. Y de que
nadie vende algo si
no hay otro que está dispuesto a pagar el precio.
El “solidarismo” no
sirvió nunca para
nada. Excepto para hacer daño.
Y una vez más está
ocurriendo lo mismo
HÉCTOR
BLAS TRILLO
Buenos Aires, 3 de julio de
2018
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