Segunda Opinión
EL DÉFICIT FISCAL ES EL
PROBLEMA
“En economía puede
hacerse cualquier
cosa, menos evitar las consecuencias”
No por reiterada, la frase con la que encabezamos este
comentario deja
de ser absolutamente cierta.
Reiteremos entonces lo que tantas veces hemos
expresado: el problema
crónico que tiene la economía argentina es el déficit fiscal.
Porque su
financiamiento requiere de mayor deuda pública, mayor presión
tributaria y
emisión de moneda. De tal forma, no existe posibilidad alguna
de que no termine
decayendo la actividad económica y exacerbándose el proceso
inflacionario.
El peso argentino se devaluó en más del 50% en algo más
de 5 meses. Y
todos los esfuerzos de las autoridades por intentar frenarlo
fueron inútiles. O
casi. El valor del peso tenía que terminar acomodándose a la
situación real de
la economía. La cotización del dólar se había quedado atrás
respecto del índice
de precios al consumidor por una sola razón: porque abundaban
los dólares. Por
el endeudamiento, por el ingreso de capitales “golondrina”
para colocarlos en
Lebacs, por el blanqueo, por el incremento de las
exportaciones en el inicio
del actual gobierno debido a la quita de las retenciones, etc.
La situación cambió cuando el déficit de la balanza
comercial fue en
aumento. Es que el
atraso cambiario es
un buen incentivo para importar lo que sea, desde bienes de
capital hasta
automóviles, desde elementos electrónicos hasta bienes de
consumo masivo, como
textiles y calzado.
Cuando la situación de la economía es absolutamente
deficitaria, solo
cabe esperar que el peso en algún momento pierda el valor
tanto como crece la
emisión de moneda sin respaldo. Y eso es inexorable. Cualquier
estadística lo
muestra: más temprano que tarde se vuelve al punto de
equilibrio.
Pero, claro, cuando se
llega al punto de
inflexión, aparece la idea de una crisis. Las autoridades se
asustan, la gente
se asusta. Todo el mundo sale corriendo y es lógico.
No vamos a hacer leña del árbol caído o a ponernos duros con lo que
ha venido
ocurriendo. Pero sí destacar al menos lo más trascendente.
Por un lado nos vimos obligados a recurrir al FMI para
lograr
financiamiento. Por el otro se anunció finalmente una baja del
gasto público de
orden del 15%. Se subieron las tasas de interés por encima del
40%. Se hicieron
cambios en el gabinete. Las conferencias de prensa del
ministro Dujovne en
horas de la mañana mostraron, a nuestro criterio, que el
caballo seguía estando
detrás del carro. Y sigue estando lamentablemente.
El ministro nos contó que habíamos tenido una mala
cosecha por efecto de
la sequía. Que las tasas de interés en EEUU habían aumentado y
eso perjudicaba
a la Argentina. También que llegarían unos 15.000 millones de
dólares del FMI
en el primer tramo del acuerdo. Todo esto es cierto.
Pero con todo el respeto del que somos capaces, sólo
podemos decir que
el ministro nos relató el problema. Y la función de las
autoridades es prevenir
las dificultades. Quienes construyen edificios antisísmicos
toman en cuenta que
éstos deben resistir y no caerse cuando el siniestro ocurra.
Lo mismo quienes
fabrican aviones, deben hacerlos tan resistentes como sea
posible a las
tormentas y descargas eléctricas.
Por eso mismo es que creemos que el ministro Dujovne no
ha aportado nada
en lo que a tranquilizar el mercado se refiere. Sólo nos ha
dicho que no habían
previsto lo que finalmente ocurrió.
Entre los cambios de los funcionarios se destaca el del
presidente del
Banco Central, Federico Sturzenegger, que presentó su
renuncia, según se
informó, y en su lugar
fue designado
Luis Caputo. Pero en el mercado lo que se sostiene es que
Sturzenegger fue
invitado a renunciar, o sea que fue desplazado de su cargo.
Desde aquel aciago
28 de diciembre en que se anunció la “recalibración” de las
metas de inflación,
que el jefe del Banco Central venía siendo muy cuestionado.
Casi todos los especialistas han explicado que Caputo
es un técnico, que
tiene buenos contactos y que ayudará a corregir los problemas.
Su política
intentará desarmar la bola de nieve de las Lebacs y
seguramente todo se
tranquilizará.
Muy bien, sin querer ser agoreros nosotros tenemos no
pocas dudas
respecto de cómo siguen las cosas. El desplazamiento del
Presidente del Banco
Central muestra que la poca o mucha independencia
indispensable de esa
institución ha quedado en el plano de las buenas intenciones.
Es verdad que al haber sido recategorizada la Argentina
como país “emergente”
(era hasta ahora país “fronterizo”) tenemos un buen aliciente. Pero todos los puntos que
hemos mencionado
describen una situación: estamos tratando de cubrir el
agujero, de calmar las
aguas, de tranquilizar la plaza e incluso de pagar menos por
el financiamiento.
Y el problema de fondo es que tenemos que terminar con el
cáncer que origina la
necesidad de tal financiamiento: el déficit fiscal.
No tenemos dudas de los esfuerzos que están haciéndose
a nivel
gubernamental para intentar mejorar el deteriorado cuadro. Se
ha buscado parar
la obra pública que no sea indispensable y que esté en marcha.
Varias obras de
infraestructura se han licitado para ser financiadas de manera
participada por
el sector privado (los
renombrados PPP,
o sea contratos de participación público privada), y el
anuncio de una baja del
15% en el gasto público como señalamos más arriba. A esto se
agrega el
congelamiento de vacantes en la administración pública, el
intento hasta ahora
en ciernes de reducir la cantidad de ministerios, la intención
de sanear el
sistema jubilatorio y pensionado, dando de baja aquellas
pensiones o
jubilaciones otorgadas de manera ilegal, y varios etcéteras.
El problema es serio y a nuestro entender debió
encararse en todos los
planos desde el primer día. La tarea es ímproba si pensamos no
sólo en la
administración nacional, sino en las administraciones
provinciales y
municipales. Amiguismo, nepotismo, “desocupación disfrazada”
en empleos
públicos, asesores, “contratados”
y un
sinfín de compras directas o licitaciones amañadas son la
muestra elocuente del
lugar al que ha llegado el país luego de tantos años de
desmanejo. Está
intentándose, como decimos, pero hay que apurarse y el intento
debe ser
integral y con consensos políticos.
Obviamente cuando llega el ajuste a nadie le gusta,
como decíamos. Hemos
vivido con tarifas subsidiadas, con planes y ayudas varias que
llegan hoy mismo
a que más de 17 millones de habitantes reciban alguna forma de
subsidio
directo. Así las cosas, esto es inviable.
Comprendemos que el trabajo es ímprobo, creemos que a
nadie se le
escapará esta realidad, que no teñimos ni por un momento de
ideas políticas.
Los argentinos hace décadas que vivimos de prestado. En los
últimos 60 o 70
años siempre hemos tenido déficit que debió ser financiado y
pagado o
defaulteado. Es la realidad.
Cuando llega el momento de comprobar que ya no podremos
vivir como
vivíamos si no crecemos y desarrollamos las capacidades
personales, ahí es
cuando despertamos ante la realidad.
Queda el consuelo de saber que esto no es nuevo. Nos
pasó con el
“rodrigazo”. Volvió a pasarnos con la “tablita” cambiaria y su
derrumbe
estrepitoso. Siguió pasándonos con la hiperinflación y el
“plan Bónex”. Volvió
a ocurrirnos con la caída de la convertibilidad y la
“pesificación asimétrica”
más “corralito” y “corralón”. Una y otra vez hemos debido
toparnos con una
realidad desagradable.
Consideramos
que no estamos hoy
por hoy ante una situación tan dramática como las mencionadas,
pero sí estamos
complicados. Y en nuestra opinión corresponde esperar un plan
integral que
permita mediante consensos políticos, abandonar las prácticas
que hoy llamamos
“populistas” y que en verdad son tan viejas como el mundo.
Encauzar la economía
significa reducir el déficit fiscal a montos manejables,
acabar con la emisión
de moneda que hoy mismo crece al ritmo del 30% anual, llevar
adelante y a fondo
una reforma del Estado que incluya una reforma impositiva
total. Generar la
confianza y el respeto del Estado
de Derecho. Garantizar una cierta y real libertad de comercio
como marca la
Constitución, honrar los compromisos y especialmente tener
plena conciencia de
que el dinero en sí mismo es una promesa de pago, no
constituye riqueza. Porque
la riqueza son los bienes, y la moneda es un pagaré.
En
definitiva, todas las medidas
tomadas en estos últimos días son de carácter financiero y
monetario. Intentan
evitar que la sangre llegue al río. Pero por un lado le
cuestan al país
muchísimo dinero, y por el otro no son la solución de fondo. A
lo sumo suavizan
el aterrizaje.
Buenos Aires,
21 de junio de 2018
HÉCTOR
BLAS TRILLO
No hay comentarios.:
Publicar un comentario