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miércoles, 27 de junio de 2018

EL FINAL PREVISTO (6/5/18)

El Ágora
EL FINAL PREVISTO
       Volver a repetir las mismas fórmulas y esperar un resultado diferente es algo que parece que sólo ocurre en la Argentina

           El título de este comentario lo hemos usado varias veces. Una vez más necesitamos hacerlo.
          Lo ocurrido en los últimos días en la economía argentina demuestra que nada hemos aprendido.
         Por un lado tenemos a los mismos legisladores que votaron el presupuesto nacional para 2018 que contempla los ajustes de tarifas, presentando disparatados proyectos de congelamiento o de sujeción a la suba de salarios. Esto puede resultar muy atractivo en una parte del electorado, pero es insostenible económicamente. No es “sustentable”, como se dice ahora.
        Pero además, es un verdadero golpe de timón y por eso mismo a la seguridad jurídica. Los inversores que pudieran llegar a esta playas esperan, por lo menos, que lo que se escribe con la mano no se borre con el codo al poco tiempo. Que las reglas del juego se mantengan en el tiempo.
       El Gobierno Nacional por su parte “recalibró” las metas inflacionarias a fines del año pasado, pocos días después de haber promulgado la ley de presupuesto nacional que contemplaba OTRAS metas. Increíble.
        La Argentina se comió el capital instalado manteniendo congeladas tarifas, o aplicando tarifas políticas a lo largo de muchísimos años. Se endeudó una y otra vez para mantener la ilusión de que podría vivirse mejor de lo que las posibilidades reales ofrecían.
        Se destruyeron así rutas, ferrocarriles, tendidos de alta tensión. Todo. Se agotaron las provisiones de energía petrolera.  Una y otra vez asistimos a crisis cambiarias, inflacionarias, monetarias.
       Un breve “racconto” puede remontarnos a Aldo Ferrer luego de la salida de Onganía. Y el ajuste que derivó en el primer cambio de signo monetario. Seguimos con la “inflación cero” de Gelbard y el “rodrigazo”, continuamos con la “tablita” de Martínez de Hoz y “el que apuesta al dólar pierde” de Sigaut. Continuamos con el “plan austral”, el “plan primavera” y la debacle hiperinflacionaria de Alfonsín para pasar luego al desastre del fin de la convertibilidad, el “corralito” y el “corralón” para finalmente terminar con el “cepo cambiario” cristinista.
       ¿Por qué se repite la historia? Es una pregunta que deberemos hacernos de una buena vez.
       La respuesta es simple: tenemos una economía basada el intervencionismo, en las corporaciones, en un  sistema laboral y sindical basado en la “Carta del Lavoro” mussoliniana.
           Un gasto público exorbitante que se financia con impuestos, con inflación, con endeudamiento. Una y otra vez.
           Hoy mismo esto sigue ocurriendo. La gente veranea en el Exterior porque es más barato. Compra cosas en el Exterior porque es más barato. La pregunta que hay que hacerse es por qué ocurre eso.
           Ocurre porque la carga tributaria en el país es ENORME. También porque se mantiene artificialmente bajo el tipo de cambio.
          Observemos esto: cuando el tipo de cambio se atrasa, se resiente la exportación. Y el tipo de cambio se atrasa para frenar la inflación. Cuando se ajusta el tipo de cambio a un valor más realista, se favorece la exportación, pero se incentiva la tasa de inflación. Entonces se suben las tasas de interés, así se frena la suba del tipo de cambio. Y vuelta a empezar.
         Una y otra vez, como en la maravillosa novela de Bioy Casares “La invención de Morel”, la historia se repite.
        Durante décadas hemos vivido en un esquema populista de reparto de dádivas. Décadas de tarifas “políticas”, décadas de atraso cambiario para frenar la tasa de inflación artificialmente. Décadas de subsidios, décadas de aumento de la presión fiscal. Décadas de licitaciones amañadas, de “quintitas” de corporativismo donde unos pugnan por vivir a costillas de otros. Décadas.
        Los nuevos anuncios del Gobierno Nacional ubican la tasa de interés en el 40% anual, cuando hace poco más de una semana estaba en un 27,25%.  Prácticamente un 50% más. A su vez, se mantiene la tasa de inflación prevista en torno del 15%. Esto significa una tasa positiva del 25% anual. En el mundo, la tasa de rendimiento efectiva está entre el 1 y el 3%. Esto es inviable. Mucho más que inviable. Es directamente surrealista.
         Bueno sería que nuestros beneméritos políticos se sentaran y opinaran para lograr algo sustentable. Verdaderamente sustentable.
         Esto de retrotraer tarifas, congelarlas, lo que sea, no es serio. No es posible. No es congruente con lo que votaron hace 6 meses.
        Quien pretende no ajustar que diga de dónde sale el dinero para bancar el “no ajuste”. Asumamos de una buena vez por todas la realidad. O nos tapará una vez más el magma populista.
Buenos Aires, 6 de mayo de 2018                                                         HÉCTOR BLAS TRILLO



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