El Ágora
EL FINAL PREVISTO
Volver
a repetir las mismas fórmulas y esperar un resultado
diferente es algo que
parece que sólo ocurre en la Argentina
El
título de este comentario lo
hemos usado varias veces. Una vez más necesitamos hacerlo.
Lo
ocurrido en los últimos días en la
economía argentina demuestra que nada hemos aprendido.
Por
un lado tenemos a los mismos
legisladores que votaron el presupuesto nacional para 2018 que
contempla los
ajustes de tarifas, presentando disparatados proyectos de
congelamiento o de
sujeción a la suba de salarios. Esto puede resultar muy
atractivo en una parte
del electorado, pero es insostenible económicamente. No es
“sustentable”, como
se dice ahora.
Pero
además, es un verdadero golpe de
timón y por eso mismo a la seguridad jurídica. Los inversores
que pudieran
llegar a esta playas esperan, por lo menos, que lo que se
escribe con la mano
no se borre con el codo al poco tiempo. Que las reglas del
juego se mantengan
en el tiempo.
El
Gobierno Nacional por su parte “recalibró” las metas
inflacionarias a fines del
año pasado, pocos días después de haber promulgado la ley de
presupuesto
nacional que contemplaba OTRAS metas. Increíble.
La
Argentina se comió el capital instalado
manteniendo congeladas tarifas, o aplicando tarifas políticas
a lo largo de
muchísimos años. Se endeudó una y otra vez para mantener la
ilusión de que
podría vivirse mejor de lo que las posibilidades reales
ofrecían.
Se
destruyeron así rutas, ferrocarriles,
tendidos de alta tensión. Todo. Se agotaron las provisiones de
energía
petrolera. Una y otra
vez asistimos a
crisis cambiarias, inflacionarias, monetarias.
Un
breve “racconto” puede remontarnos a
Aldo Ferrer luego de la salida de Onganía. Y el ajuste que
derivó en el primer
cambio de signo monetario. Seguimos con la “inflación cero” de
Gelbard y el
“rodrigazo”, continuamos con la “tablita” de Martínez de Hoz y
“el que apuesta
al dólar pierde” de Sigaut. Continuamos con el “plan austral”,
el “plan
primavera” y la debacle hiperinflacionaria de Alfonsín para
pasar luego al
desastre del fin de la convertibilidad, el “corralito” y el
“corralón” para
finalmente terminar con el “cepo cambiario” cristinista.
¿Por
qué se repite la historia? Es una
pregunta que deberemos hacernos de una buena vez.
La
respuesta es simple: tenemos una
economía basada el intervencionismo, en las corporaciones, en
un sistema laboral y
sindical basado en la
“Carta del Lavoro” mussoliniana.
Un
gasto público exorbitante que se
financia con impuestos, con inflación, con endeudamiento. Una
y otra vez.
Hoy
mismo esto sigue ocurriendo. La
gente veranea en el Exterior porque es más barato. Compra
cosas en el Exterior
porque es más barato. La pregunta que hay que hacerse es por
qué ocurre eso.
Ocurre
porque la carga tributaria en
el país es ENORME. También porque se mantiene artificialmente
bajo el tipo de
cambio.
Observemos
esto: cuando el tipo de
cambio se atrasa, se resiente la exportación. Y el tipo de
cambio se atrasa
para frenar la inflación. Cuando se ajusta el tipo de cambio a
un valor más
realista, se favorece la exportación, pero se incentiva la
tasa de inflación.
Entonces se suben las tasas de interés, así se frena la suba
del tipo de
cambio. Y vuelta a empezar.
Una
y otra vez, como en la maravillosa
novela de Bioy Casares “La invención de Morel”, la historia se
repite.
Durante
décadas hemos vivido en un
esquema populista de reparto de dádivas. Décadas de tarifas
“políticas”,
décadas de atraso cambiario para frenar la tasa de inflación
artificialmente.
Décadas de subsidios, décadas de aumento de la presión fiscal.
Décadas de
licitaciones amañadas, de “quintitas” de corporativismo donde
unos pugnan por
vivir a costillas de otros. Décadas.
Los
nuevos anuncios del Gobierno
Nacional ubican la tasa de interés en el 40% anual, cuando
hace poco más de una
semana estaba en un 27,25%.
Prácticamente un 50% más. A su vez, se mantiene la tasa
de inflación
prevista en torno del 15%. Esto significa una tasa positiva
del 25% anual. En
el mundo, la tasa de rendimiento efectiva está entre el 1 y el
3%. Esto es
inviable. Mucho más que inviable. Es directamente surrealista.
Bueno
sería que nuestros beneméritos
políticos se sentaran y opinaran para lograr algo sustentable.
Verdaderamente
sustentable.
Esto
de retrotraer tarifas,
congelarlas, lo que sea, no es serio. No es posible. No es
congruente con lo
que votaron hace 6 meses.
Quien
pretende no ajustar que diga de
dónde sale el dinero para bancar el “no ajuste”. Asumamos de
una buena vez por
todas la realidad. O nos tapará una vez más el magma
populista.
Buenos Aires,
6 de mayo de 2018
HÉCTOR BLAS TRILLO
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