Segunda
Opinión
UNA ECONOMÍA
RECARGADA
Un balance de la
situación económica a lo
largo del actual gobierno, parece ser necesario sobre el
final del año, el
tercero del mandato vigente.
Resulta
importante resaltar lo ocurrido a lo largo de estos tres años
del actual
gobierno en materia económica. A eso dedicaremos las
siguientes líneas.
La
actual
administración adoptó un criterio gradualista para intentar
resolver el
problema fiscal heredado. Interpretó que un ajuste estilo
shock era
políticamente inviable considerando la situación.
Porque,
en
efecto, se trata de un gobierno cuya representación en ambas
cámaras del
Congreso ha sido y sigue siendo minoritaria y la necesidad de
acuerdos con
diputados y senadores de otras bancadas, más los acuerdos
necesarios con
gobernadores de diversa extracción, es un trabajo ímprobo. Y
la verdad es que
nadie parece dispuesto a resignar algo sin recibir nada a
cambio.
No
somos
analistas políticos pero no podemos dejar de resaltar esto.
Porque la política
gradualista elegida no solamente fue impulsada por ser
conveniente
políticamente, sino porque era la única posible en un marco
político entre
acomodaticio y bastante inescrupuloso en el arco opositor.
Hace
muchos
años que la mayoría de la gente en la Argentina parece haber
perdido la noción
de que todo cuesta dinero, de que nada es gratis. Y no son
pocos los que creen
que los dineros seguirán fluyendo para subsidios, planes,
asignaciones,
tratamientos médicos o lo que sea, así como cae la lluvia o
crecen los pastos.
En
suma, el país
siguió el camino del endeudamiento externo al tiempo que se
suprimían la
mayoría de las llamadas retenciones a las exportaciones y se
iniciaba un
proceso de reforma impositiva mientras se impulsaba también
una reforma laboral
con la intención de ir bajando costos y posibilitando así una
mayor
productividad.
Puede
que no
haya sido una mala idea. Si bajamos los costos y mejoramos la
productividad, la
economía puede crecer y aportar más recursos al Fisco y al
sistema previsional,
de manera que el endeudamiento inicial para financiar el
déficit podría irse
diluyendo en el tiempo. Y si a eso le sumamos una mayor
seguridad jurídica y un
gobierno constitucional adverso al autoritarismo y a los
abusos de poder,
llegarían las inversiones de la mano de un evidente e incondicional apoyo
internacional,
especialmente de China, de EEUU y de Europa en general.
Pero la
verdad es
que por un lado las reformas se iniciaron tímidamente y la
mayor parte del
trabajo ni siquiera comenzó. La reforma laboral terminó a los
cascotazos en la
plaza del Congreso, la reforma fiscal fue apenas un parche, y
poco o nada se
hizo para terminar de una vez con la inmensa maraña
burocrática a la que debe
someterse cualquier habitante de este país que quiera poner en marcha
una actividad.
El
formato
perverso de recaudación de impuestos mediante sistemas
arbitrarios de
retención, percepción, anticipos y pagos a cuenta de los más
diversos tributos
siguió y sigue vivito y coleando. Se aflojó un poco el tema de
los embargos
fiscales que simplemente trababan los fondos y había que
conseguir nuevos
recursos para cancelar la deuda reclamada por la AFIP y
entonces poder disponer
de los fondos trabados. Con lo importante que esto puede
llegar a ser, es
apenas un grano de arena en un desierto de verdadera
prepotencia fiscal.
Al
mismo tiempo
se votó una ley para favorecer a las PYMES con el diferimiento
del pago del IVA
a 90 días de las operaciones, considerando que este impuesto
se declara por lo
devengado y debe pagarse prácticamente a los 20 días del mes
siguiente, cuando
en la mayoría de los casos la cobranza no se ha producido.
Pero entonces la
AFIP reglamentó la operatoria y terminó interpretando que si
una PYME no está
al día ante el Fisco, para decirlo cortito, entonces no puede
gozar del
“beneficio” del pago diferido. Y todos sabemos lo que puede
llegar a significar
eso de estar al día con la AFIP, con la maraña de
presentaciones que deben
hacer los sufridos contribuyentes.
Hay
muchísimos
ejemplos en el plano del ente recaudador nacional, y ni qué
hablar de los
provinciales.
Las
trabas
burocráticas y el peso financiero que encierra la obligación
de efectuar todo
tipo de pagos a cuenta, más el costo administrativo de cumplir
con todas las
exigencias de los distintos fiscos, directamente no se ha
tocado.
El
gobierno
recurrió al FMI como última instancia para intentar mejorar el
cuadro. Era
prácticamente el último recurso.
Porque
si bien ha habido inversiones, especialmente en el área
energética; y se ha
recuperado ostensiblemente la producción gasífera, esto es
apenas una pequeña
dosis de una medicina que necesitamos en cantidades
industriales.
Hoy por
hoy, el
riesgo país está en torno de los 780 puntos, eso significa que
los bonos
argentinos pagan 7,8 puntos más de interés en dólares que los
bonos del tesoro
norteamericano. Y eso ocurre porque quienes invierten en
títulos argentinos,
sólo lo hacen a tasas altísimas, porque el riesgo que perciben
es muy alto.
Ahora
bien, por
qué razón ese riesgo es tan alto. La respuesta es obvia. Pero digamos primero que
el gobierno ha
pactado con el FMI reducir el déficit fiscal a cero, para lo
cual se ha
comprometido a no emitir moneda sin respaldo hasta junio de
2019. También se ha
encargado de borrar con el codo lo que había escrito con la
mano en materia de
retenciones a las exportaciones, que si bien en porcentajes
mucho menores, las
reinstauró. Incluyendo además a las exportaciones
industriales, que
anteriormente no sufrían esta clase de gravámenes.
Dio
marcha atrás
en la desaparición del impuesto sobre los bienes personales, y
al mismo tiempo
sigue poniendo trabas para impedir el ajuste por inflación de
los balances
impositivos, gravando de ese modo ganancias ficticias. Aplicó
el impuesto a la
renta financiera a los operadores particulares lo cual es un
verdadero horror
que sólo significa subir las tasas de interés y aumentar, de
manera
concomitante, el riesgo país.
Y una
medida por
demás curiosa ha sido la de gravar dentro del impuesto a las
ganancias la
compraventa de inmuebles a partir del 1º de enero de 2018. De
manera tal que si
una persona compra un inmueble luego de esa fecha, y pretende
venderlo después,
deberá determinar la ganancia y
abonar
el 15% de impuesto en lugar del tradicional ITI (impuesto a la
transferencia de
inmuebles) del 1,5% sobre el valor de vanta.
Se
comprenderá sin
demasiado análisis que si un país pretende mejorar la
inversión para lograr un
mayor capital per cápita, que es la verdadera y genuina fuente
para mejorar la
calidad de vida, estas cosas van todas y cada una en el
sentido inverso.
Podemos
sumar
la revaluación de los inmuebles en la provincia de Buenos
Aires, y tal vez en
otras, con el objeto de aumentar por esa vía la recaudación en
el impuesto
inmobiliario. Las tasas y gravámenes municipales y
departamentales siguen su
curso ascendente. Y casi no queda nada por inventar para
agregar nuevas fuentes
de ingresos a los exhaustos fiscos.
Todo
esto
conduce a una sola conclusión que no por reiterada debe ser
remarcada: todo el
ajuste que requiere un Estado gastador, ineficiente y
despilfarrador, lo harán
los privados.
Y las
expectativas son buenas, dicen algunos. Mientras otros
observamos que con tasas
de interés para las PYMES del orden del 80% en los bancos, y
mucho más altas en
el descuento de cheques, con una inflación esperada para 2019
del 25 o 30%, el
destino pare inexorable.
La
realidad es
que se siguen manteniendo los esquemas heredados. Planes de
controles de
precios (“precios cuidados”), tasas de interés exorbitantes
para mantener en
línea el tipo de cambio, retenciones a las exportaciones,
mayor presión
tributaria y una inmensa trama de planes, subsidios,
asignaciones y
jubilaciones sin aportes, todo lo cual hace inviable el
sistema económico en el
mediano plazo.
La deuda
externa
representa hoy el 90% del PBI, un volumen que reclama de
manera urgente la
reestructuración, para evitar males mayores.
La
recesión no
puede sino aumentar. Podrá reducirse algo la inflación
aplicando el corsé
monetario, pero difícilmente se corrijan los problemas
estructurales si no se
ataca de una buena vez el gasto público (incluido el
“social”), si no se lucha
por una mayor eficiencia del Estado (nacional, provincial,
municipal), si no se
termina con la maraña burocrática y un régimen fiscal
verdaderamente rapiñero y
picapleitos. Y por supuesto una reforma laboral que facilite
la contratación de
trabajadores sin la carga leonina que significa hoy por hoy
Nos
guste o no, en
la Argentina hay que terminar con la ineficiencia, con la
sobrecarga
administrativa, con la arbitrariedad en la aplicación de
tributos, con el gasto
desmadrado que sólo pretende financiarse con mayor ajuste del
sector privado,
porque la clase política, ésta y todas las anteriores,
prácticamente no aporta
nada, sólo pretende encontrar algún nicho al que cobrarle un
peso más.
Obsérvese
que si
en algo están de acuerdo desde siempre nuestros beneméritos
legisladores, es
cuando se votan nuevos impuestos.
Prácticamente
la
mitad de la población recibe hoy dinero del estado. Millones
de hogares tienen
tarifas “sociales” de luz, de gas, de agua.
Se reparten asignaciones por hijo sine die. Existe el
“boleto escolar”
por el cual miles y miles de chicos y jóvenes viajan gratis.
Los jubilados
pagan menos de la mitad del valor del boleto de transporte. El
subterráneo para
ellos es gratis. Quienes
usurpan
terrenos y conforman villas de emergencia se ven favorecidos
no pagando los
servicios, al tiempo que los legaliza, se los urbaniza y se le
otorgan todos
los derechos, dejando así el penoso mensaje de que quien roba
o usurpa, gana.
Y estos
son
ejemplos. No estamos hablando de no ayudar a quien lo
necesita, estamos
hablando de ordenar las cosas, de limpiar de malezas el
terreno, de reencauzar
el orden de las cosas, y sobre todo de no convertir en perenne
una ayuda que
por definición debe ser transitoria.
HÉCTOR BLAS TRILLO
Buenos
Aires, 16 de diciembre
de 2018
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