Translate

martes, 19 de noviembre de 2019

SEGUNDA OPINIÓN: EL VIEJO TRUCO DE LA "LEY DE GÓNDOLAS"

Segunda Opinión

EL VIEJO TRUCO DE LA “LEY DE GÓNDOLAS”

El diputado Daniel Arroyo aseguró que, en caso de que el Frente de Todos resulte vencedor en las elecciones presidenciales, se implementará inmediatamente la Ley de Góndolas para impulsar la producción y evitar monopolios. "La Ley de Góndolas marca que nadie puede tener más del 30 por ciento de la góndola


               Nuestros comentarios no suelen ser políticamente partidarios dado que expresamos en ellos nuestra modesta opinión basada en conocimientos técnicos y profesionales.  De manera que la referencia que hacemos al diputado Arroyo es meramente ilustrativa. Podría ser cualquier otro y de cualquier partido político. Porque es sabido que una ley de este tipo ha sido propuesta por varios representantes del pueblo en las cámaras.
             Ocurre que por estas horas una vez más resurgió esta vieja idea. Y nos parece importante poder establecer algunas pautas para entender el problema, según nuestra óptica, claro está.
            Lo que se pretende con un proyecto de este tipo es asignar el uso de las góndolas de las cadenas de supermercados a varias marcas, para de esa manera mejorar la oferta, hacerla más general y si se quiere “más democrática”.
           Con esto se pretende evitar la cartelización, fomentar la producción nacional y en definitiva luchar contra “los monopolios”.
           Empecemos con una simple pregunta: ¿por qué razón durante los años de la llamada “convertibilidad” nadie se planteaba siquiera una cuestión semejante? Estamos hablando del tiempo presente, apenas 20 años atrás.
         La respuesta parece obvia: cuando existe estabilidad monetaria la mentada cartelización no existe. Pero ocurre que ahora tampoco. Nos explicamos.
         Los consumidores, como todo el mundo sabe, eligen sus productos según su presupuesto. Esperan las ofertas, compran segundas o terceras marcas y también abundan las compras en los mercados de cercanías, popularmente llamados “chinos” por la procedencia asiática de la gran mayoría de sus propietarios.
        ¿Por qué razón aparece ahora nuevamente esta idea? La respuesta también es obvia. Y no es solo evitar la cartelización, sino lograr que haya mayor competencia y por lo tanto mejoren los precios de los productos ofrecidos. Es curioso pero vale la  pena recordar que quienes menos creen en la denominada ley de oferta y demanda, impulsan ahora un proyecto que se basa justamente en esa ley.
         Es que por la experiencia recogida luego de décadas de inflación, todos más o menos sabemos que los gobernantes atacan las consecuencias de la pérdida del valor de la moneda mediante recursos de sobra conocidos: La cadena de distribución, la intermediación parasitaria, los “vivillos” que se abusan, los acaparadores, y finalmente, la distribución en las góndolas. Fenómeno este último relativamente reciente, ya que el supermercadismo a gran escala no tiene más de 30 años.
        ¿Qué ocurriría si tuviéramos una moneda sólida y estable, en una economía en equilibrio? Muy simple: cualquier intento de cartelización provocaría rápidamente la apararición de marcas sustitutas, nacionales o extranjeras, que se encargarían de acomodar los tantos. Eso pasa en el mundo entero.
      ¿Qué ocurre entre nosotros hoy? Que los intentos de cartelización que pudieran aparecer en la materia, derivan en la búsqueda de sustitutos tanto en marcas como en opciones de lugares de compra.
        Es bueno tener presente, por otra parte, que las compras en las grandes cadenas no superan el tercio de las compras totales de nuestro país. Es decir que no estamos hablando de la panacea, aun suponiendo que esta clase de medidas sirvieran para algo.
       Todo esto podría resumirse así: cuando la moneda se destruye como consecuencia del uso y abuso del gasto público y el incremento del déficit fiscal consecuente, nuestros políticos en general recurren a artilugios para intentar frenar, repetimos, las consecuencias.
        Nuestro país está en condiciones de competir con el mundo entero en materia de alimentos. Todos lo sabemos.  Y la libertad económica en una economía estable no destruye la producción local sino que la mejora, la hace más competitiva y favorece la baja genuina de precios. Y no al revés.
       No es encerrándose como se mejoran los precios o la calidad. ¿Alguien puede ignorar esto?
       Tampoco la inflación disminuye porque se mejore la eficiencia, porque la eficiencia puede lograr que los productos tengan un precio más bajo, pero no puede evitar que sigan subiendo si el Estado recurre a la emisión o la gente desconfía de la moneda. O ambas cosas.
       De manera que sería importante centrar la discusión donde corresponde. La inflación no depende de la poca eficiencia. Tampoco depende de la cadena de distribución o comercialización. Ni siquiera depende de la presión tributaria. Depende de que el Estado pueda contar con una moneda sana, para lo cual es preciso ajustar las cuentas públicas, evitar el déficit fiscal y sobre todo evitar a toda costa la emisión de moneda sin respaldo.
      Desde los años 50 hemos vivido en la Argentina las campañas contra el agio y la especulación, las listas de precios máximos, los controles de precios de todo tipo y color, las acusaciones a empresarios y comerciantes. Una y otra vez, hasta el cansancio.
     Nuestra moneda perdió 13 ceros en 21 años. Entre 1970 y 1991. Eso significa que un peso actual equivale a 10 billones de pesos de 1969. De eso no son culpables empresas, comerciantes, cadenas de comercialización o góndolas.
     Bueno sería que finalmente pudiéramos salir de este círculo vicioso que es consecuencia de poner la culpa en los demás.
     Sólo el Estado fabrica la moneda. Y hace décadas que la moneda se ha degradado.

  



HÉCTOR BLAS TRILLO                                                                                                        Buenos Aires, 8 de octubre de 2019

No hay comentarios.:

Seguidores