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viernes, 21 de mayo de 2021

CONTRACORRIENTE: APUNTES SOBRE LA INFLACIÓN

 Contracorriente

APUNTES SOBRE LA INFLACIÓN

                     "La inflación es en todo lugar y en todo momento un fenómeno monetario” (Milton Friedman)

                   A esta altura de la soirée, nos atrevemos a decir que excepto el gobernador Kicillof y tal vez algunos trasnochados que pretenden que la realidad se adapte a sus creencias, nadie tiene dudas de que la emisión de moneda sin respaldo produce inflación. El aumento de la cantidad de moneda sin el correlato del aumento de los bienes y servicios disponibles produce la pérdida de valor de la moneda y su consecuencia: la suba de los precios.

                La moneda es en sí misma una fiducia, un pagaré. Un trozo de papel que sostiene su valor si la gente confía en él. La confianza se gana a lo largo de años y se pierde en un instante. La razón por la cual los argentinos preferimos ahorrar en dólares y no el pesos, es justamente esa. Los pesos los gastamos tan rápido como podemos, sea para comprar bienes o dólares. Así de sencillo.

             Por eso, las explicaciones del tipo de que en los EEUU se emite moneda y sin embargo no sufren de inflación son falaces por donde se las mire.  Por un lado no es que EEUU no tenga inflación, sino que tiene baja inflación. Y ha habido años en los que la inflación fue muy alta, especialmente luego de la crisis del petróleo en los años 70.

           En el año 1971, una onza troy de oro costaba 35 dólares. Hoy cuesta 1.850. Obvio que es incomparable con la pérdida de valor de las sucesivas monedas argentinas, pero es un número.

           Lo que ocurre con el  dólar, o con el euro, el yen y cualquier otra moneda “dura”, es que la gente confía en que mantiene su valor.  Esta explicación, tan simple, no tiene, al menos hasta donde pudimos oír en la Argentina, una argumentación válida de parte de soñadores de formación marxista que quieren imponer el valor de la moneda de prepo. Y quieren, además, obligar a la gente a “ahorrar en pesos”, lo cual constituye un absurdo monumental.

          Lo que ha ocurrido en nuestro país desde el inicio de la pandemia, para no ir más atrás, es que el gobierno ha emitido una cantidad exorbitante de moneda para intentar ayudar así a quienes han sufrido y sufren los efectos de la cuarentena.  La cantidad de circulante más que se duplicó.

         Cualquiera que se interese por la economía, habrá leído o escuchado a economistas de diversa extracción explicar que mientras el país estuvo cerrado, no se demandaban bienes sino a lo sumo dólares, y por esa razón los precios no acompañaban con la suba la depreciación por la gran emisión. Sí se demandaban dólares, por eso en un año el billete verde pasó de $ 60 a $ 150.- Apenas se aflojaron las restricciones, la enorme masa de billetes emitidos se volcó  a la compra de bienes. Porque encima le restringieron aún más la posibilidad de comprar dólares. Los bienes no aumentan sus precios todos al mismo tiempo o en la misma proporción. Los bienes que aumentan su precio primero son los más fungibles, y también los más demandados.  Es decir: el dólar y los alimentos.  Lo primero que la gente sale a comprar son alimentos, luego ropa. Los que tienen capacidad de ahorro compran dólares. También materiales de construcción o renuevan electrodomésticos. Y así siguiendo una escala de preferencias.

                 Por eso, cuando oímos al mismísimo presidente de la Nación decir que no hay motivos para que suban los alimentos, o que no existen razones atendibles para que suba el precio de la carne, no podemos sino suponer que está desenfocado porque, o no entiende el problema o está asesorado por gente que considera que el Estado omnímodo puede fijar el valor de la moneda y conservarlo porque así lo deciden los funcionarios, y no porque logran la confianza en ella.

               Ahora bien, cómo se mide la inflación. Se mide por el índice de precios al consumidor (IPC) que calcula el INDEC. Ese índice surge de una canasta de bienes y servicios que proviene de una ponderación respecto de a qué cosas destina una familia tipo su dinero.

              Cuando el gobierno fija precios máximos, no sube el IPC. Cuando el gobierno subsidia las tarifas, tampoco. Pero que no suba el IPC no significa que la inflación no siga su curso. Y dónde se refleja primero, en los bienes fungibles y en aquellos que son de primerísima necesidad. Por eso suben los alimentos y por eso sube el dólar antes que nada.

             El gobierno interviene en el mercado de cambios mediante artilugios tales como vender bonos en dólares con tasas del 20% anual en esa moneda. Algo que no existe en el mundo y que es absolutamente impagable. Por eso el  llamado “riesgo país” es tan elevado. Porque ese riesgo es un cálculo matemático que refleja la diferencia de tasa de interés que paga un bono argentino versus la que paga un bono de la reserva federal norteamericana, multiplicado por 100. Si la tasa de interés en EEUU es un 2% y un bono argentino paga el 20%, la diferencia son 18 puntos, multiplicados por 100, nos dan los 1.800 puntos de riesgo país.  Aclaramos esto porque suelen hacerse observaciones tales como que el altísimo riesgo país tiene que ver con las consultoras y se presenta como algo hecho adrede. No es así.  Hoy el riesgo país está en torno de los 1.500 puntos. Llegó a estar hace muy poco en 1.650 puntos. Esto es así porque se hace un cálculo con todos los bonos argentinos y no sólo con los que rinden el 20%, por eso, el promedio de rendimiento está hoy en torno del 15%, o sea 1.500 puntos. Esta es la cruda realidad matemática. Tan matemática como la inflación.

             El Estado argentino ha tenido déficit fiscal en 95 de los últimos 100 años. Ese déficit se financia con deuda y con emisión de moneda. La deuda, es emisión de moneda futura. Esa es la causa madre de la inflación.

            Los precios altos no son en sí mismos la inflación. Es la suba sostenida de los precios lo que refleja la  pérdida de valor de la moneda. Nada más.

           Y ahora hablemos un poquito de los salarios. Los salarios caen porque la producción cae. La producción cae por la cuarentena y por la pandemia, esencialmente. Por eso caen los salarios, tanto del sector público como del privado. Tanto las jubilaciones y pensiones como las distintas formas de subsidio. No hay otra cosa.

          Y mientras la producción caiga, caerán los salarios, habrá más desocupación, y todos seremos un poco más pobres.

          Es imprescindible que quienes nos gobiernan hagan un diagnóstico correcto para evitar errores como los del presidente, que parece desorientado y pretende una vez más explicarle a la gente que la inflación recrudece porque los empresarios y los comerciantes son malos y perversos. Habrá gente mala siempre, en todas partes, y en el gobierno ni hablar. Pero el negocio es vender. La carne ha visto mermar su demanda a sus mínimos históricos.  Eso es porque la gente prefiere el pollo o el cerdo, mucho más baratos hoy por hoy.

         Y siempre es bueno recordar que si todos los precios suben, y suponemos que la demanda de bienes y servicios se mantiene más o menos estable, eso es porque HAY MÁS MONEDA CIRCULANDO. De lo contrario, si suben los precios de algunas cosas, habrán de bajar los de otras. En una economía de trueque, como en la antigüedad, la inflación jamás podría existir.

HÉCTOR BLAS TRILLO                                                                     Buenos Aires, 18 de mayo  de 2021

www.hectorblastrillo.blogspot.com

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