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viernes, 21 de mayo de 2021

CONTRACORRIENTE: LA PENOSA REALIDAD

 Contracorriente

LA PENOSA REALIDAD

 

             Describir la realidad sólo puede llenarnos de escepticismo.

 

           La tristísima situación que vive hoy la Argentina no ofrece perspectivas de mejorar. Y no tanto porque tenga el país la inmensa cantidad de dificultades que hoy tiene, sino porque cada día las cosas se agravan un poco más.  Y el agravamiento tiene como principales responsables a quienes hoy nos gobiernan. Hagamos un repaso general.

           El inicio de la segunda ola de la pandemia nos encuentra sin vacunas, sin arreglo con el FMI, con pilas de irregularidades genéricamente conocidas como “vacunagate”. Nos encuentra además con serias dificultades en materia de importación de insumos, con medidas intervencionistas de todo tipo, con amenazas a los exportadores, con intentos de aplicación de la llamada ley de abastecimiento.  Los controles de precios arrecian mientras la inflación sigue su curso ascendente. La búsqueda de culpables está a la orden del día, como en otros tiempos de triste recuerdo.

         Tanto el presidente de la Nación como el gobernador de la provincia de Buenos Aires y su ministro de Salud, están enfrascados en acusar a la oposición macrista de todos los males. Pareciera que no hubiera siquiera un atisbo de revisión de sus propios actos. La ex presidenta está ocupada en tratar de cambiar la justicia para liberarse de sus múltiples procesamientos.  Miles de fábricas quiebran. Miles y miles de negocios de todo tipo cierran sus puertas. Las empresas extranjeras abandonan una tras otra el país. Los empresarios más encumbrados han debido también tomar el rumbo incierto del exilio.

         Mientras la quiebra se generaliza, el sector público no ha ajustado un solo peso. Ninguna oficina pública, ningún político, ningún  funcionario ha tenido, que se sepa, un recorte en su ingreso mensual.  Todo lo contrario. El Estado asigna partidas inconcebibles en cosas tales como destruir el idioma con el llamado “lenguaje inclusivo” y se desentiende de una funcionaria que ha sido acusada públicamente de irregularidades con una empleada doméstica.

           Las relaciones exteriores no son mejores. Estamos peleándonos con nuestros vecinos, con Europa, con gobiernos con los que deberíamos tener al menos un trato diplomático de nivel por encima de sus lineamientos políticos. No es así en la práctica. El enfrentamiento con el presidente Bolsonaro está vivito y coleando. El desplante a Lacalle Pou por parte de Alberto Fernández sigue haciendo un estruendoso ruido en el  Mercosur.  Con el presidente chileno apenas se calmaron un poco las aguas para volver a agitarlas haciendo poco serias comparaciones respecto de la vacunación.  Nos acercamos a regímenes como el venezolano o el nicaragüense, pasando como siempre por la eterna dictadura cubana.  La simple mención de Nicolás Maduro ofreciendo al mundo su “gotica milagrosa” nos exime de otros comentarios. Un grotesco digno de una película de Woody Allen o de los Hermanos Marx.

           Nuestro gobierno no ha empezado siquiera a comprender que las relaciones con el mundo son algo más que afinidades ideológicas.  Y peor aún es la cosa cuando las afinidades parecen acercarnos a los regímenes totalitarios y hasta ridículos del planeta, casi sin red. Venezuela, por ejemplo, debería tener los estándares de vida de los Emiratos Árabes, dada la riqueza petrolera bajo el río Orinoco. Y cuenta en su haber con millones de emigrantes, y tajantes informes de Michel Bachellet como alta comisionada de la ONU en cuestiones de derechos humanos.

          China y Rusia son hoy por hoy el epicentro de nuestras apetencias presentes y futuras. La propia vicepresidenta lo dijo cuando días pasados hizo referencia a las vacunas de esos orígenes. Y también parece ahora que la vacuna cubana será la panacea. Una vacuna que está aún en fase experimental.

           ¿Cuál puede ser la razón de semejante cerrazón ideológica? La verdad es que no lo sabemos. No somos politólogos. Pero lo vemos. Todos los días.

            Otras veces nos hemos referido a las relaciones que debemos sostener a toda costa especialmente con Brasil. Es evidente que nuestros gobernantes no tienen el menor interés en aplicar la pura lógica de que  los negocios son los negocios y los gobiernos pasan. No se trata de compartir posturas ideológicas, se trata de mantener relaciones positivas con nuestros vecinos ante todo, y con  Europa y EEUU enseguida.

           El tema de la pandemia ha dividido una vez más las aguas. El presidente habla demasiado, se contradice más de la cuenta y bien haría en armar sus discursos por escrito para no dejarse llevar por proverbiales rabietas o compromisos con su agrupación política.

          Estamos ahora con una nueva cuarentena intentando parar los contagios crecientes.  Se supone además que intentando acercar más vacunas. Pero hemos cerrado las puertas durante todo este tiempo a las vacunas que podríamos llamar occidentales. Y sólo por anteojeras políticas.

         El país sigue arrastrándose hacia un precipicio cuya profundidad aún nos es desconocida.    

         La búsqueda de culpables es una constante. El macrismo es el principal destinatario. Pero también lo son las empresas, los medios de difusión, los periodistas, la justicia, los artistas críticos, los escritores disidentes. Todos y cada uno tienen la culpa. Todos menos quienes tienen la responsabilidad real de gobernar y encarar soluciones viables.

        Es imposible pensar en alguna forma de acuerdo político. Y no sólo en el país, sino por lo visto también en el mundo.

        El señor Fernández ha avalado públicamente a líderes sindicales de más que dudosa trayectoria. Ha alabado a gobernadores que mantienen postradas a sus provincias a lo largo de décadas. Se dedica a levantar el dedo acusador y no ha repasado una sola vez su pasado político. Pareciera que todo lo que decía hasta hace un par de años, hubiera sido borrado de su memoria, como un disco rígido que vuelve a configurarse desde cero.

        Ante un futuro incierto, en medio de una pandemia que nadie alcanza aún a descifrar su final, estamos enfrascados en un chiquitaje político de bajísima calidad. Imbuidos, como siempre, de un ideologismo banal de y pésima factura

 

      

          

www.hectorblastrillo.blogspot.com

HÉCTOR BLAS TRILLO                                                                     Buenos Aires, 18 de abril de 2021

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