El ágora
LA DESMESURA NO ES METAFÓRICA
La metáfora (del griego metá o metastas 'más allá, después de'; y phorein, 'pasar, llevar') consiste en el uso de una expresión con un significado distinto o en contexto diferente al habitual. Establece una relación de identidad total entre dos seres, reflexiones o conceptos, de tal forma que para referirse a uno de los elementos de la metáfora se organiza el nombre de otro
Al momento de escribir estas líneas la trascendencia de las expresiones del ministro de economía, Amado Boudou, son de dominio público. También seguramente lo serán las disculpas esgrimidas en la sede de la DAIA, en una reunión del consejo directivo de esa entidad judía.
El ataque a dos periodistas argentinos durante una conferencia de prensa llevada a cabo en el vestíbulo del hotel Fairmont. De la misma participaron además de los cronistas agraviados, pertenecientes a los diarios Clarín y La Nación, otros periodistas de los diarios Página 12, Tiempo Argentino y el bisemanario Perfil.
El ministro fue compelido a pedir disculpas por el presidente de la DAIA a las pocas horas de haberse conocido la noticia de sus expresiones, que básicamente se redujeron a calificar a los periodistas de Clarín y de La Nación de ser “como los que ayudaban a limpiar las cámaras de gas en el nazismo”.
La enorme repercusión que tuvieron las palabras del ministro no dio lugar a ninguna manifestación de parte del gobierno nacional, excepto un mensaje a través del Twitter de parte del canciller Timerman justificando la actitud en virtud de la posición ideológica de los medios donde tales periodistas trabajan.
El Sr. Boudou justificó sus expresiones argumentando que las mismas fueron dichas en una charla informal, y que en verdad se había tratado de una “metáfora inadecuada”. Con esto, entendió haber cumplido con el pedido de disculpas de la comunidad judía en la Argentina.
A la salida de la reunión en la DAIA, el ministro siguió despotricando contra los diarios Clarín y La Nación desde cualquier punto de vista que uno quiera verlo, todo lo cual está fuera de lugar y carece de significación en el terreno planteado.
Hasta aquí, los hechos. Donde queda en evidencia una vez más la ligereza, la imprudencia, y, de ser ciertas las afirmaciones de los diarios involucrados, incluso la mentira, al negarse que la tal metáfora hubiera sido formulada en la intimidad de una charla off de record.
Cabe entonces formular algunas reflexiones que vienen a cuento y que no son temas menores, en nuestro modo de ver. La justificación del ministro (que no la disculpa) proviene del hecho de haberse tratado de una conversación informal, lo cual aún en el caso de haber sido así, no elimina la base agresiva, descalificatoria y francamente facciosa, clasista y hasta racista de sus expresiones. En efecto: atacar a los periodistas del modo en que lo hizo implica considerar nazis a sus empleadores. Esta verdad de a puño no parece haber sido tomada en cuenta por nadie. Si ellos son empleados de las cámaras de gas, son sus empleadores los jerarcas nazis. Así de simple.
Ningún tratamiento dado a ninguna información, por bastardeado y mentiroso que pudiera ser, puede dar lugar a semejante calificativo. Una cosa es el FMI, estar de acuerdo o no, ser favorable al gobierno o ser “contra”, o cuantas variantes quieran dársele al asunto; y otra cosa muy distinta es ser nazi.
Debemos decir que el ministro no nos parece ni remotamente una persona culta y entendida de la historia reciente. Nos parece más bien un improvisado que busca agredir tomando para ello esa especie de diccionario de las facciones totalitarias de la Argentina, que tildan de nazis a cuanto opositor a sus ideas se les ponga a tiro, literalmente.
En ese marco, llamar nazis a los dos diarios más importantes del país, y plantear que los trabajadores de ese medio son colaboracionistas con el nefasto régimen, es un grotesco de proporciones inauditas.
Y encima no asumir el error con todas las letras y pedido de disculpas subsecuente. Ello constituye la prueba evidente de que este señor no quiere dar marcha atrás.- Tal vez porque piense que es quedar en ridículo. Por ese amor propio adolescente que hace que sus superiores hagan lo mismo en cuanta discusión se les presente. Lo cierto es que lo que hizo y lo que trató de hacer para corregir lo que hizo, todo eso, es una inmensa ridiculez.
La desmesura no es metafórica. La desmesura es la falta de medida para las cosas. La desmesura en la que incurrió este curioso personaje que parece ocuparse de cualquier otra cosa menos de su área técnica específica, supera largamente la escultura mística o pensadora de quienes requerían de metáforas para poder expresar ideas o visiones en la antigüedad, que ese es el origen del término invocado.
E insistimos y recalcamos una vez más que nada tiene que ver en esto la posición ideológica de los diarios involucrados. Ni tampoco importa si lo que tales medios publican es bueno o malo, verdad o mentira. Las mentiras se dilucidan en la Justicia y se exigen retractaciones de corresponder, no mediante “metáforas inadecuadas” que poco tienen de tales y mucho de chabacanería, desconocimiento, facciosidad y brutalidad ideológicas.
Y el silencio oficial no hace sino corroborar esto que aquí expresamos. El breve comentario del canciller, que además es judío, nos exime totalmente de cualquier otra interpretación. Es obvio que el Sr. Timerman observó que la acusación es a los diarios, y no a los periodistas, que son los empleados colaboracionistas. Y si los diarios son “nazis”, como surge de lo expresado, no creemos que eso afecte al Sr. Timerman, como efectivamente no parece haberle afectado.
HÉCTOR BLAS TRILLO Buenos Aires, octubre de 2010
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