Segunda Opinión
“El hombre es el único animal
capaz de tropezar dos veces con
la misma piedra”
Al parecer el
proverbio con el
que encabezamos este comentario es de origen chino. El sólo
hecho de
relacionarlo con la antigua Nación asiática nos lleva a pensar
en la sabiduría.
Entonces, antes de avanzar hacia el descubrimiento de la
pólvora, o de los
fideos, pensamos que lo mejor es bajar a la realidad argentina,
que es
contemporánea y que algo o mucho tiene que ver, tanto con los
tropiezos como
con los fideos.
En estos días
en los que los
gobernantes hablan de pesificaciones y desdolarizaciones, pero
acusan a
periodistas de conspiradores por hablar de esos mismos temas, es
importante
tener en cuenta, aunque más no sea someramente, cómo es que
llegamos a este
insólito no-debate.
Las
inhibiciones para adquirir
dólares se iniciaron a pocos días del nuevo gobierno de Cristina
Fernández, a
fines de octubre pasado. Se habló entonces, y sigue hablándose
ahora, de la
necesidad de solicitar autorización a la AFIP para adquirir la
preciada moneda
verde. Rápidamente comprobamos que se instauró un régimen
absolutamente
arbitrario por el cual el organismo recaudador “valida” o “no
valida” la
adquisición de moneda extranjera sobre bases absolutamente
desconocidas y por
lo tanto descaradamente arbitrarias. Se
anunció que era necesario poder justificar la tenencia de fondos
para la
adquisición, porque de lo contrario se presumía que tenían un
origen espurio,
no declarado. Algo por demás curioso, porque se supone que el
organismo
fiscalizador debe investigar los fondos de ese origen en lugar
de espantarlos.
Rápidamente
quedó claro, en
diversas y recurrentes declaraciones y cadenas nacionales, que
el problema era
y es otro muy distinto: el gobierno quiere que nos
“desdolaricemos”, que
“pensemos en pesos”, que operemos en pesos, y que conservemos
los pesos en nuestros
bolsillos, todo ello en medio de una
inflación del 25 o 30% anual y
con tasas
de interés del orden del 12%, es decir absolutamente negativas.
A estas trabas
se sumaron luego
los gendarmes y la policía, y también los perros (¡!). Pichichos
encargados de
olfatear maletines y baúles de automóviles para detectar la vil
moneda verde.
Casi en
seguida, se trabó la
posibilidad de sacar dólares en cajeros automáticos en el
exterior al cambio
oficial. Y últimamente se inició una verdadera cacería
declarativa para quienes
desearan adquirir dólares para llevar a cabo un viaje al
exterior. Todo ello
sujeto a la aprobación (arbitraria, oculta, esotérica) de un
programa
“sistémico” que nadie conoce. Una especie de “cofre de la
felicidad”, digamos.
Los
exportadores fueron
obligados a liquidar divisas mucho antes de cobrar sus
operaciones. Los
importadores de cualquier rubro se vieron
obligados a exportar cualquier otro rubro en cantidades
equivalentes de moneda
para poder seguir importando. Una insólita medida que encarece y
dificulta,
justamente, tales exportaciones. Aparecieron
las dificultades para girar
utilidades, que afectaron no solamente a los bancos y algunas
compañías.
Algunas normas
fueron escritas y
publicadas, muchas otras no, como por ejemplo el citado método
“sistémico” del
cofre de la felicidad para la compra de dólares.
Es evidente que
el Estado ha
resuelto atacar las consecuencias, y que además lo ha hecho como
el famoso
personaje de Dante Quinterno: Patoruzú.
Esto es: a lo bestia.
Mucho se dijo y
se dice de
conspiraciones. Se comenta que Guillermo Moreno es un
especialista en esa clase
de explicaciones. Y que la presidenta las cree a pies juntillas,
lo que es
sencillamente descorazonador.
Se trabaron las
importaciones
con las famosas declaraciones juradas anticipadas, se trabaron
las
exportaciones con argumentos diversos encaminados a defender “la
mesa de los
argentinos”.
Se obligó a
petroleras y a
mineras a ingresar los dólares de sus exportaciones y
liquidarlos en el mercado
local. Se reformó la carta orgánica del Banco Central que dio
vía libre a la
emisión espuria sin control alguno, por simple decisión de un
grupo de directores.
Cada día más
controles, cada día
nuevas trabas. Más y más dificultades que en la mayoría de los
casos quedan al
arbitrio de funcionarios que simplemente responden sí o no sin
dar ninguna
explicación.
Acaba de
presentarse con bombos
y platillos en plan para la petrolera YPF. Un plan que requiere
inversiones
multimillonarias y precios competitivos, ambas cosas imposibles
de lograr con
un régimen político como el vigente, que no respeta contratos,
que cambia las
normas todos los días. Que confisca o expropia empresas y que no
puede
garantizar mínimamente que ahora sí
va a respetar nada.
Todo esto, con
variantes, en la
Argentina lo hemos vivido y varias veces.
Quizás nunca como ahora el abuso de poder y la
arbitrariedad han sido
puestos sobre el tapete. Y todos sabemos cómo habrán de terminar
estas cosas.
Siguen saliendo
depósitos en
dólares del sistema. Los anuncios presidenciales sobre pasar a
pesos tenencias
de dólares de parte de los funcionarios sólo sirven para dos
cosas: primero
para demostrar que estar en dólares ha sido hasta hoy mismo la
mejor opción, y
que pretender que ahora será mejor lo contrario es cuando menos
inconsistente.
Nada ha cambiado para que ello ocurra.
La confianza en
la moneda, que
es requerida como dato básico para lograr que la población
acepte tal moneda,
no se logra con prepotencia y arbitrariedad, sino con un sistema
monetario
sólido y con políticas coherentes de emisión que sean
permanentes.
Nadie puede
seriamente pensar en
pesos porque los funcionarios lo pidan. O lo exijan. Es
realmente tragicómico.
Los argentinos
estamos
tropezando nuevamente con la misma piedra. Y el resultado no
habrá de ser
diferente que todas las veces anteriores.
La verdad es
que podrían haberse
intentado otras cosas. Podría haberse sostenido un sistema
atractivo que
facilite la llegada de capitales, en lugar de esta mezcla de
voluntarismo y
autoritarismo que sólo puede conducir al abismo.
HÉCTOR BLAS TRILLO
Buenos Aires, 7
de junio de 2012
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