Ecotributaria
Boletín de actualidad económica y fiscal
La situación económica del
país ha venido sufriendo a
lo largo del año que termina, los embates de una realidad
inexorable. Las
restricciones cambiarias, el atraso en la cotización de la
moneda extranjera,
las trabas a las importaciones y en general los problemas
derivados del
intercambio comercial externo están absolutamente vigentes.
El gobierno se ha planteado
una y otra vez la
necesidad de acelerar el ritmo de la economía, pero se encuentra
con que las
restricciones señaladas operan claramente en el sentido
contrario. Este factor
es esencial, dado que en un año electoral como es el próximo
sólo será posible
una cierta inyección de moneda y no más, por el riesgo de
disparar la inflación
a niveles directamente astronómicos.
Así y todo, hablar de una
tasa de inflación cercana al
30% es algo bastante común en prácticamente todos los análisis
que hacen reconocidos
economistas.
Es destacable el hecho de que
2013 será un año con
menores vencimientos de deuda externa, lo cual favorecerá el
sostenimiento de
un cierto superávit comercial. Acá hay que tomar en cuenta, sin
embargo, qué
podría ocurrir con la demanda de los fondos llamados buitre en
Nueva York. Como
se sabe, se ha producido un “stand by” hasta el mes de marzo.
Una decisión
desfavorable para el país podría desembocar en un nuevo default
de
consecuencias graves. Al menos hasta donde se sabe, el escenario
más probable
es que se llegue a alguna forma de acuerdo y la sangre no llegue
al río. Pero
ese acuerdo implicará probablemente una mayor erogación en pago
de deuda.
Por el lado de Brasil, se
espera una mejora que por
ahora no resulta del todo cuantificable. El país vecino está
recibiendo grandes
inversiones con vistas a 2014 y su empuje evidentemente
apuntalará la situación
de intercambio con nuestro país.
Precisamente la posible
mejora en el sector externo ha
hecho decir a algunos profesionales que aumentarán las reservas
del Banco
Central. Con todo, la mejora no sería de gran magnitud.
En el campo energético los
problemas son reales y
concretos. La falta de inversiones se ha hecho sentir con todo
rigor, y la
caída en la producción petrolera y gasífera es una constante.
Las mejoras en
los precios de los hidrocarburos por parte del gobierno apuntan
en la dirección
correcta, pero el intervencionismo estatal siempre desalienta
grandes
inversiones y en especial si los resultados habrán de verse en
el largo plazo,
como ocurre con el petróleo.
Se espera un incremento de
las importaciones de
combustibles, especialmente de gasoil, que como se sabe se usa
también para
alimentar las centrales termoeléctricas. La posibilidad de un
colapso en el sistema
eléctrico no puede dejar de considerarse.
El gobierno continuará con
una política de créditos
blandos, forzada desde el Banco Central (como la exigencia a los
bancos de
prestar el 5% de sus depósitos para las PYMES en condiciones muy
favorables a
ellas). La ANSES al parecer no tendrá demasiado “resto” porque
ha agotado su
capacidad prestable. La emisión monetaria se espera que
sobrepase el 40%, cifra
sin duda demasiado inflacionaria como para no ser tomada en
debida cuenta.
La presión tributaria, por su
parte, ha alcanzado
ribetes increíbles. Y no
parece que vaya
a cambiar. En la actualidad llega al 38% del PBI, ello sin
considerar el efecto
de la inflación, que como se sabe es también un impuesto.
Considerándola, la
presión total superaría el 41% del PBI.
En este punto es necesario
tomar en cuenta que cuando
se habla de presión tributaria se habla de valores absolutos, es
decir de
recaudación comparada con el producto bruto, no la presión
teórica que surge de
considerar las distintas alícuotas, que largamente está por
encima del 50% del
PBI.
La política oficial consiste,
hasta el presente, en
sostener las alícuotas, no modificar los mínimos no imponibles y
no ajustar
otros valores máximos y mínimos que llevan dos décadas sin
actualizar. Es
decir, cada día una mayor presión fiscal, que ahora es
raudamente acompañada
por provincias y municipios
en todo el
país.
Algunos analistas estiman que
el déficit nacional
consolidado puede alcanzar en 2013 el 4,8% del PBI, cifra muy
cercana al 5,3%
que existía en el año 2001.
En materia de empleos, en
estos tiempos ha venido creciendo
el empleo público, como en los viejos tiempos.
La política de ocupar a las gentes en cargos remunerados
por el Estado
tiene plena vigencia. Se multiplica así la burocracia y se
precariza la
eficiencia del país con el consiguiente daño al crecimiento,
producto de la
falta de competitividad, azuzada por el tipo de cambio atrasado.
También se nota un incremento
del empleo informal. Las
causas son diversas, pero la presión tributaria y los planes
sociales están
entre las primeras. Los desocupados no quieren perder sus planes
de ayuda, y
los empresarios no quieren asumir compromisos por los enormes
costos de
mantener la remuneración en blanco. Y aquí juega un rol
preponderante el propio
Estado, que continúa con la política de “contratados”, que evita
los cargos
jubilatorios. También los incrementos “no remunerativos”, un
eufemismo que
cuesta comprender porque implica pagar mayores sueldos sin que
sean
considerados sueldos. Este tipo de aumentos se producen en
general por acuerdos
entre empresarios y sindicatos, dado que ambos se ven afectados
por igual por
la gran carga tributaria sobre los salarios.
Establecer si la economía
crecerá o no puede no
resultar tarea sencilla. Ello si nos
atenemos a los constantes cambios que produce el gobierno,
muchas veces de
manera abrupta e impredecible. Las expropiaciones de YPF o ahora
del predio de
la Rural, no apuntan en la dirección de alentar las inversiones
y claramente
generan nuevas dudas. Las distribuidoras de energía eléctrica,
por ejemplo,
están en serios problemas y una salida “estatizadora” no debería
ser
descartada. Claro que de “salida” no tendría demasiado: el costo
de
sostenimiento del sistema eléctrico es una realidad que nadie
puede soslayar.
La caída de la construcción
es también una
consecuencia de lo ocurrido con el mercado cambiario.
Concretamente las
restricciones a la compra y venta de dólares ha producido un
verdadero “parate”
en el sector. Con todo, siendo la propiedad un refugio de valor,
es razonable
esperar un crecimiento. aunque modesto. Pero hay que tener
cuidado porque
siempre está la espada de Damocles de que se toque la ley de
alquileres.
En conclusión el 2013 no será
un año de grandes
logros. El crecimiento de la economía, si es que existe, será
muy cercano a
cero. Las expectativas inflacionarias se verán exacerbadas
esencialmente por el
crecimiento del gasto público al tratarse de un año electoral.
El país sigue
cerrado a las inversiones, más por errores que por méritos. Y el
conjunto de la
economía seguirá sufriendo las consecuencias de las
restricciones comerciales y
cambiarias.
HÉCTOR BLAS TRILLO
Buenos Aires, 24
de diciembre de 2012
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