El Ágora
La
propaganda
debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas
incansablemente,
presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas,
pero siempre
convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas...
Si una mentira se
repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad.
(Joseph Goebbels)
El CEO del
grupo Clarín,
Héctor Magnetto, inició
una demanda
contra el relator y periodista Víctor H. Morales por daños y
perjuicios, a
causa de lo que considera una “campaña difamatoria” llevada
adelante por el
demandado. En razón del desarrollo del juicio, que lleva un
cierto tiempo, el
juez citó a las partes a una audiencia de conciliación el jueves
pasado, a la
cual, desde ya, debían asistir tanto el relator como el
empresario.
Hasta acá,
nada que no sea
común en los estrados judiciales del país y del mundo entero.
Cuando alguien se
siente perjudicado inicia una demanda, acusa, intenta demostrar
que tiene
razón, el juez llama a audiencia conciliatoria, y luego se ve
cómo sigue la
historia.
Pero estamos
en la
Argentina. En realidad estamos en esta Argentina. En esta
Argentina en la que
desde el año 2008 el gobierno nacional inició una verdadera
campaña en contra del
grupo Clarín, orquestada desde las más altas esferas del poder,
llevada
adelante por los medios gráficos, radiales y televisivos que
digita el
gobierno, y adornada con surrealistas presentaciones públicas de
funcionarios
del poder central, con pancartas, globos y calcetines con
leyendas ofensivas
contra el diario Clarín, del estilo de “Clarín miente”.
A esto se
sumó, como se
sabe, la promulgación de la ley de “medios audiovisuales” formulada y redactada de
acuerdo a las
necesidades políticas del gobierno, para intentar desmantelar de
una vez y para
siempre al emporio periodístico iniciado en los años 40 por
Roberto Noble.
En los
espacios de
propaganda del gobierno, especialmente en la llamada “Televisión
Pública”
(canal 7), se suceden a lo largo de estos últimos años
verdaderas andanadas de
insultos y acusaciones jamás dilucidadas en la Justicia contra
el mencionado
Magnetto, contra el grupo Clarín, contra la viuda de Noble,
contra los hijos
adoptivos de esta señora, contra periodistas que se desempeñan
en ese grupo de
medios, e incluso contra simples “movileros” que han sido
agredidos de palabra
y de hecho en varias oportunidades. De palabra incluso por la
mismísima
presidenta de la Nación y por su difunto esposo, y de hecho por
grupos de
fanáticos pertenecientes a agrupaciones juveniles y no tanto
sostenidas con
dineros públicos.
A todo ello
se han sumado
personajes como el titular de la AFSCA, Martín Sabatella, que
durante varios
meses se cansó de repetir hasta el cansancio que “Clarín
incumple la ley”
cuando los hechos demuestran que, por el contrario, es el
organismo dirigido
por el nombrado el que la incumple, mientras que el grupo
periodístico se ha
sometido a la Justicia y todo lo que ha logrado han sido fallos
a su favor en
esta pelea desigual con un gobierno a todas luces autoritario y
retrógrado.
En
oportunidad de cumplirse
los plazos cautelares, el pasado 7 de diciembre, el gobierno
Nacional organizó
una verdadera campaña de propaganda con el anuncio recurrente de
que en esa
fecha se acababa la “corporación mediática” encabezada por el
diario mencionado,
con el argumento de que a partir de ese día, se iniciaría el
desguace del grupo
para dar cumplimiento a lo dispuesto en un artículo de la ley
que fue recurrido
por inconstitucional y sobre el cual todavía la Corte Suprema no
ha
dictaminado.
A todo esto,
hace ya un par
de años largos se inició una acción mancomunada desde el poder
central por la
adquisición en tiempos del régimen militar, de la empresa Papel
Prensa, de la
cual hoy forman parte los diarios Clarín y La Nación junto al
propio Estado
Nacional. Los intentos por demostrar que los dueños de los
diarios citados
habían adquirido con malas artes las acciones de esa empresa
papelera fueron
reforzados por una curiosa “cadena nacional” a cargo de la
señora presidenta,
intentando reforzar la idea de que, además de haber colaborado
con la
dictadura, haberse apropiado de hijos de desaparecidos, y haber
actuado siempre
en contra de los intereses nacionales, el grupo Clarín había
adquirido de
manera ilegítima una porción de la empresa papelera.
A esto se
sumaron otras
iniciativas, como la determinación de que el papel para diarios
es un insumo de
interés público o la intervención del gobierno en la
distribución y la fijación
del precio, así como de la importación o no de papel de origen
extranjero para
cubrir la cuota según lo que dispongan las autoridades
nacionales. También la
modificación de la ley de mercado de capitales estableció una
norma por la cual
los accionistas minoritarios pueden pedir la designación de
veedores en las
empresas que cotizan en Bolsa, estando tales veedores en
condiciones incluso de
remover a los directores por el lapso de 180 días, lo cual
constituye una
verdadera intromisión en las decisiones empresarias sin contar
con la mayoría
que exige la ley de sociedades comerciales. Dado que luego de la
confiscación
de las AFJP el Estado Nacional posee minorías accionarias en
nada menos que 37
empresas cotizantes, una de las cuales es el Grupo Clarín, la
deducción es
obvia.
Precisamente
no hace mucho
tiempo todos vimos por televisión al secretario Moreno, su
señora, el director
de la Comisión Nacional de Valores y el denominado viceministro
de economía
Kicillof, irrumpir en una Asamblea del grupo Clarín como una
verdadera patota,
encabezada por el secretario mencionado, quien entre otras
bellezas propias de
un bravucón, señalaba con el dedo a una persona expresando
frases como “¿quién
es éste?”. Todo ello filmado a instancias justamente del mismo
secretario, en
un alarde patoteril digno de la Chicago de los tiempos de Al
Capone.
Todos estos
antecedentes,
que enumeramos someramente, no son ociosos. Porque han servido
para crear un
clima hostil que ha sido utilizado justamente por los
comunicadores contratados
por el régimen para agredir impunemente a personas sin necesidad
de demostrar
ninguna de sus afirmaciones, y contando con el obvio beneplácito
de la propia
presidenta y de sus genuflexos colaboradores.
Así las
cosas, el relator
Morales, otrora insigne opositor al “modelo” y hoy increíble
defensor de las
atrocidades e incluso de las imbecilidades más notables, se ha
encargado desde
los programas que conduce de atacar verbalmente al directivo de
Clarín e
incluso a la señora de Noble.
Según consta
en la
prentación judicial, el mencionado relator ha expresado
públicamente que el Sr.
Magnetto “no tiene ningún problema en lavarse todas las mañanas
la sangre que
le corre por los dedos de la que participó para hacer valer sus
intereses”. Y también
que el citado CEO es “socio de
asesinos, apropiador de niños, hijos de personas asesinadas,
extorsionador de
gobiernos, ladrón de jubilados (sic), por 15 años ladrón del
fútbol…extorsionador
de gobiernos…”
Hay más
citas, pero no vale
la pena abundar. La verdadera impunidad en la que se ha movido
este señor para
insultar y degradar sin acudir a la justicia para acusar y
demostrar sus dichos
es elocuente.
Es evidente
que estamos
ante una situación en la que la propaganda y el apriete han
llegado a límites
que nada tienen que envidiarle al fascismo mussoliniano. Y ni
qué hablar de la
impunidad con que se han movido en estos años las mismas
personas que antes
invitaban y almorzaban en Olivos con Héctor Magnetto casi
semanalmente, según
lo dicho en alguna oportunidad por la propia señora de Kirchner.
Lo cierto es
que en este
marco, es razonable suponer que los grupos de fanáticos, e
incluso de aquellos
que pretenden ser “más papistas que el Papa”, tomen la
iniciativa de ir a
reventar a Magnetto por el sólo hecho de serlo, salir a la calle
y encima
denunciar a uno de sus “cuadros” (Morales). Es una deducción más
que obvia.
Cuando desde
las mismas
usinas del poder político se conciben, pergeñan y llevan a la
práctica estas
cadenas de agresiones al periodismo no oficial, es natural que
pueda pasar lo
peor.
Y bien, el
señor Magnetto fue
agredido e insultado al concurrir a la audiencia de conciliación
a la que nos
referimos. Él y sus abogados defensores recibieron insultos,
tiradas del
cabello y hasta golpes de puño de parte de “militantes”
oficialistas, como el
candidato a diputado Alex Freite, según denuncia de propio
diario Clarín. El grupo
de agresores se acercó a las
inmediaciones de lugar
de la audiencia,
y el propio Morales les indicó a los patoteros que el señor
Magnetto “está
arriba, esperando para salir a que se vayan Uds.”. Morales
estaba acompañado
por parte de su propia familia.
Si no
ocurrió nada peor, ha
sido porque al menos en este caso la Policía Federal protegió
como pudo a
Magnetto y a los abogados defensores, mientras arreciaban los
insultos, los
golpes y los escupitajos.
Ésta es la
Argentina que
llega al domingo 11 de agosto a las llamadas “elecciones
primarias”. En un
clima de agresiones, de prepotencia, de insultos y de
maledicencias
absolutamente impunes. Una Argentina en la que personajes que
hasta hace pocos
años expresaban un disenso absoluto con las prácticas fascistas
del régimen,
hoy adhieren a él y se muestran incluso como víctimas,
insultando y acusando a
personas cuya culpabilidad en absoluto está demostrada, de
llevar a cabo los
peores crímenes, de tener las manos ensangrentadas (tal como
también lo hiciera
el propio Moreno en la embajada norteamericana contra una
reconocidísima
periodista de Clarín el 4 de julio pasado) y otras barbaridades
impropias de
una persona que se supone debe manejarse dentro de las formas de
la convivencia
y el Estado de Derecho.
Estas son
las consecuencias
de la propaganda fascista. Y en nuestro modo de ver los ataques
arreciarán en
la medida en que la situación socioeconómica y política siga
deteriorándose.
Las cúpulas
gobernantes,
cuando sienten que puede llegar a acabarse el poder, y con él la
impunidad que
las protege, suelen sacar sus garras para pegar el zarpazo como
sea. Y arrastran
tras de sí a la caterva de “militantes” organizados de manera
facciosa y
sostenidos, para colmo, con los dineros públicos. Todo ello
lleva a la
desesperación. Y la desesperación al desastre.
No sería de
extrañar que en
poco tiempo más ocurran en la Argentina agresiones aún peores
que la relatada.
La escalada de violencia tiene claros responsables. Y podríamos
decir que la
inacción de la Justicia también.
HÉCTOR BLAS TRILLO
Buenos Aires, 10
de agosto de 2013
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