Segunda Opinión
Suplemento del boletín Ecotributaria
DE PRECIOS, CONTROLES, DEVALUACIONES, GOLPISMO Y
OBLIGACIONES
Como se sabe, en
el último discurso en cadena nacional de la señora presidenta,
ésta anunció una
suba de las asignaciones familiares, adornando como siempre su
alocución por
una cantidad de adherentes que concurrieron al acto al sólo
efecto de aplaudir
los anuncios, y también como es costumbre, vivar con cánticos y
aplausos
diversas ocurrencias, en general agresivas hacia los medios
opositores, incluso
intentando adivinar titulares del día siguiente para aplicar un
sarcasmo que en
verdad, está bastante pasado de moda ya.
Al margen de
que no es función de un presidente anunciar ajustes en
asignaciones, pues
corresponde a la cartera pertinente hacerlo; e incluso al margen
de ironías y
una marcada facciosidad, la señora de Kirchner atacó de manera
genérica a “los
empresarios” afirmando que eran éstos los que aumentaban los
precios, ya que el
gobierno, o más precisamente el Estado, no lo hace. Suponemos
entre otras cosas
que al hablar de esa manera no se refería a YPF, por ejemplo. Y
tampoco a la
enorme presión impositiva resultante, entre otras cosas, de no
reconocer la
inflación y obligar a pagar impuestos sobre ganancias ficticias.
La gravedad de
estas afirmaciones no es menor. La inflación es un fenómeno
esencialmente
monetario y la presidenta y sus colaboradores lo saben muy bien.
O sea, lo
saben aunque demuestren entender bastante poco de economía. Y lo
saben porque
la misma señora de Kirchner afirmó
que
la expansión monetaria resultante de los incrementos anunciados
iba a aumentar
la demanda agregada, por lo que ella se dirigía a “los
empresarios” para que en
lugar de aumentar los precios, incrementaran su producción y
oferta de bienes y
servicios. Más claro agua.
La frutilla de
la torta llegó cuando anunció el “plan” de control de los
precios a cargo de “movimientos
políticos y juveniles”, lo cual en buen romance equivale a
autorizar a los
grupos organizados al mejor estilo de las peores dictaduras de
la historia para
que avancen sobre los comerciantes a los efectos de que éstos no
ajusten los
precios. Incluso le dio un nombre al plan: “mirar para cuidar”
No vale la pena
enumerar las cuestiones obvias que se derivan de este tipo de
cosas: aprietes,
miedo, enfrentamientos y un daño social incomensurable están a
la vista.. Y
nada de esto es nuevo además. Desde aquellas campañas en los
años 50 contra “el
agio y la especulación” o el
recordado “denuncie
al comerciante deshonesto” , ha pasado demasiada agua bajo el
puente. Y la moneda
nacional ha perdido demasiados
ceros como consecuencia de la irresponsbilidad y la mala
intención de los
políticos de turno, casi sin excepción.
Porque que la
moneda actual tenga la friolera de 13 ceros menos que aquella
que rigió hasta
el 31 de diciembre de 1969 no obedece a causas tales como “el
agio y la
especulación” ni la deshonestidad de tales
o cuales comerciantes. Obedece a la estafa inflacionaria
lograda
mediante la emisión espuria de billetes de banco. Esto es: a la
emisión de
dinero sin respaldo, verdadero papel pintado. Y punto.
Recapitulemos:
el peso hoy vigente lo está desde 1992, es decir que entre 1970
y 1991 (21
años) aquel peso moneda nacional se convirtió en este peso de
hoy, que equivale
a diez billones de aquellos viejos pesos. Veamos el número:
m$n10.000.000.000.000.-
equivalen a un peso de hoy, que es el mismo que el de 1992. ¿Es
esto culpa de
la especulación del almacenero de la esquina o del carnicero?
¿Lo es acaso de
los supermercados que durante los años 70 y hasta bien entrados
los 80 ni
siquiera existían?
Como decimos,
no creemos que la presidenta y sus laderos no sepan de qué
hablan. Lo saben,
pero dicen otra cosa.
Es obvio que
resulta imposible suponer que “los empresarios” habrán de
invertir para
producir bienes y servicios y poder abastecer la demanda
adicional producto de
los aumentos de asignaciones, que naturalmente serán pagados
mediante emisión
de moneda adicional. A menos, claro está, que una ingente masa
de recursos
genuinos se vuelque a las arcas del Estado, desde hace varios
años nuevamente
deficitario.
Pero hay más.
¿Hay alguna explicación por la cual éste nuevo ajuste de
remuneraciones no se
hubiera hecho hace larguísimo tiempo en estos 10 años de este
declamado crecimiento a
tasas chinas? ¿No debería
naturalmente estar mucho mejor la gente sin necesidad de este
recurso del
aumento y el amenazante control de las milicias oficiales? ¿Por
qué no lo está
y hace falta esta nueva vuelta de tuerca de amenazas a la
población?
Obviamente que
la gente no está mejor. Y
que además de
no estarlo estamos en un año electoral. Y la gente no está mejor
porque la
inflación viene licuándole sus ingresos de manera vertiginosa,
mientras el
INDEC y el señor Moreno miran para otro
lado y dibujan el índice de precios para, entre tantas
otras cosas,
pagar menos ajustes a los bonos indexados por CER emitidos por
el Estado, según
ha confesado públicamente el secretario de comercio. Que cree
que tal “ahorro”
no se paga por otro lado.
Porque la
realidad es que estafar de esta manera a
los tenedores de bonos es un generador de desconfianza en el
Estado argentino
de proporciones cósmicas.
A todo esto se
suman las apreciaciones sobre la devaluación de la moneda. En
esto la
presidenta ha reiterado varias veces que hay en la Argentina
“sectores” que
quieren una devaluación para “ganar” con ella y que eso la
señora no lo va a
permitir. Sin embargo, unos días antes había anunciado un nuevo
sistema de
reintegros de retenciones a las exportaciones de trigo, que en
la práctica
equivalen a una devaluación. Ello aparte de que todos los días
se produce una
mini devaluación del dólar oficial.
La verdad de la
milanesa es que si se produce una devaluación de proporciones
más que ganar se
deja de perder, y en realidad ganan quienes están endeudados en
pesos, porque
el monto de su deuda se reduce en dólares. ¿Y quién es el gran
deudor en pesos
de la Argentina? Ud lo ha dicho: el Estado. Es el Estado el que
debe fortunas
en Lebacs, en Nobacs y en miles de millones de pesos a
proveedores.
Por su parte
quienes hoy exportan soja con un valor por dólar (neto de
retenciones) de $
3,30, dejarían de perder la diferencia entre ese valor y el
dólar libre.
Al margen de
estos razonamientos, lo cierto es que el gobierno necesita,
posiblemente, creer que
las presiones devaluatorias son
producto de contubernios, intentos “destituyentes” y golpistas.
Pero resulta
que la inyección de moneda espuria alcanza al 40% por año en una
economía
prácticamente estancada. El empuje inflacionario es enorme, y la
inflación no
solamente hace subir los precios de las góndolas, señores.
También hace subir
al dólar.
Vivimos otra
vez la lamentable realidad de un atraso cambiario descomunal,
una moneda que
nadie quiere y a la que torpemente el gobierno pretende imponer
de manera tan
absurda como irracional. El atavismo llega a ribetes casi
infantiles y de un
alto grado de autoritarismo. Un autoritarismo que nos remonta a
otras épocas:
controles de precios, agiotistas, especuladores, comerciantes
deshonestos. La misma
retórica de los años 50. Falta
llegar a los “jefes de manzana”.
A este paso
llegaremos. Volveremos al “¿alguien vio alguna vez un dólar?”
como declaración
sublime de la negación en estado puro.
¿Vale la pena
recordar que los controles de precios producen
desabastecimiento, mercado negro
y finalmente estallan por los aires? Las brigadas oficialistas
¿saldrán a
escrachar almaceneros y supermercadistas chinos? ¿tal vez
apretarán al panadero
o al verdulero? ¿Qué le harán? ¿ponerle multas, extorsionarlos,
exigirles que coloquen un retrato de la pareja presidencial como
en otras épocas?
¿Y qué ocurrirá
si no están conformes con los precios o con la falta de
productos? ¿Mandarán a
los comerciantes a Devoto?
Mientras tanto,
el cepo cambiario se agiganta y estremece por su ridiculez.
Crecen las
importaciones en dólares producto de la necesidad y de la
sobrefacturación. Los
exportadores no saben bien qué hacer porque vender sus productos
con un dólar
de entre 3 y 4 pesos cuando sus insumos deben adquirirlos con un
dólar de 9
pesos no deja de ser un impedimento obvio. Se achica la balanza
comercial,
bajan las reservas, disminuyen dramáticamente los depósitos en
dólares en el
sistema bancario. Ahora se limita la extracción de dólares en
países limítrofes
y no limítrofes con tarjeta.
Una
verdadera innovación dentro de este Estado cuasipolicial,
despótico y abusador,
con gobernantes que creen que con estos atentados a la libertad
de las gentes
están construyendo un “modelo “ de país. Un “vamos por todo” que
significa
abusar de todos los derechos sin beneficio de inventario. Porque
a cambio sólo
habrá más y más miseria.
Y en el medio
de todo esto, el banquero oficialista Carlos Heller dice que es
positivo que se
pare el mercado inmobiliario porque significa que la gente no
convalida el
valor del dólar libre. Recordamos
que la
parálisis del mercado inmobiliario, declarada por un conocido
agente
inmobiliario, sirvió para que la señora presidenta saliera a
escracharlo por
cadena nacional por no haber presentado declaraciones juradas.
Escrache puro y
violación del secreto fiscal por haber declarado lo que sabe
todo el mundo,
incluyendo al oficialista Heller.
Y ya que
estamos, terminaremos estas breves reflexiones sobre una
actualidad realmente
lacerante por el daño que día a día están haciéndole al país,
con un comentario
que hizo el mismo Heller por radio días pasados, cuando afirmó
que no está de
acuerdo con que se impriman billetes de mayor denominación que
los 100 pesos de
hoy. Y el argumento que dio para justificar su posición fue que
así se obliga a
la gente a “bancarizarse” porque se vuelven imposibles las
operaciones en
efectivo por la cantidad de billetes que implican.
Hemos
escuchado, y más en estos tiempos, verdaderos atentados al
sentido común, pero
como los dichos de este banquero supuestamente comunista, nunca.
¿Por qué no presenta un
proyecto para SUPRIMIR
los billetes de 100 pesos, y los de 50, y los de 10 y los de 5
pesos? Así la
bancarización es más rápida, ¿verdad?
Aún así, la
idea de este curioso personaje no está tan distanciada de las
cosas que dice
Guillermo Moreno, por ejemplo. La economía debe funcionar bajo
presión y con
obligaciones crecientes. Debemos invertir, debemos mantener los
precios,
debemos producir más, debemos ahorrar en pesos, debemos veranear
en el país,
debemos dejar de comprar departamentos si no nos los venden en
pesos, etc.
A medida que
las papas se calientan y llega a quemar cada vez más, la
sinrazón se incrementa
proporcionalmente, o más.
HÉCTOR BLAS TRILLO
Buenos
Aires, 24 de mayo de
2013
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