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sábado, 2 de noviembre de 2013

EL POPULISMO DURA DEMASIADO 3/7/13

El Ágora
EL POPULISMO DURA DEMASIADO

En estos momentos, salvo los muy fanáticos del actual gobierno, todos estamos viendo el profundo deterioro que viene sufriendo el país en prácticamente todos los rubros que queramos considerar.
El régimen kirchnerista fue, desde sus orígenes, un régimen basado en el intervencionismo económico y la arbitrariedad política. Ocioso es abundar en esto, aunque una breve recapitulación nunca está demás.
Desde el tipo de cambio elevado artificialmente para lograr aplicar altísimas retenciones a las exportaciones y simular así un superávit primario al amparo de un artilugio monetario, hasta la distribución discrecional de recursos a provincias y municipios amigos, pasando por toda la gama de subsidios, ayudas, planes, congelamientos, controles de precios y toda una gama inagotable de voluntarismo político y económico.
Mientras el gasto público sigue creciendo a tasas increíbles, el Banco Central se ha convertido en un apéndice de financiamiento con emisión, la ANSES en una administradora de fondos para fines políticos, y el Congreso en una virtual escribanía del ejecutivo; la inflación se ha disparado a niveles incompatibles con una vida medianamente digna, la pobreza crece todos los días, los recursos para subsidios terminan agotándose o perdiendo el valor por efecto de la inflación, y la falta de inversiones de todo tipo a causa de la inseguridad jurídica son datos contantes y sonantes que sólo no perciben quienes están obnubilados con la idea de que esto es un “proyecto”, un “modelo” o un disparador “nacional y popular” de las fuerzas más profundas de una moral nueva y poderosa.
Si observamos qué ocurría hace un par de años y lo comparamos con lo que ocurre hoy, veremos que el deterioro ha sido realmente alarmante.
La baja de reservas supera ya los 13.000 millones de dólares, desde aquellos 52.000 millones alcanzados hacia fines de 2011. El llamado cepo cambiario se hizo realidad luego del estallido de la crisis energética que obliga a importar sumas cercanas a los 15.000 de dólares anuales en combustibles líquidos y en gas. La desastrosa política seguida en materia ganadera, con la recordada prohibición de exportaciones de carne, o la política triguera, con idas y venidas en materia de “permisos”, para citar ejemplos, muestran a las claras los resultados nefastos.
Mientras los ferrocarriles se derruían hasta el drama de los accidentes en los que han muerto decenas de personas, la presidenta de la nación anunciaba con bombos y platillos la construcción de un ramal de alta velocidad de Buenos Aires a Rosario, y de allí a Córdoba.
Mientras se observaba la realidad de que era necesario abolir los subsidios al gas, a la electricidad y en general a los servicios domiciliarios, rápidamente se daba marcha atrás para evitar la medida “impopular” de un aumento intempestivo de tarifas, luego de años de mantenerlas congeladas, a tal punto de haber destruido el abastecimiento energético.
La sanción de un nuevo blanqueo de capitales dentro del mismo régimen político, en el lapso de 5 años, más allá de las condiciones de legitimidad y moralidad, es una consecuencia directa de la necesidad imperiosa de contar con dólares para soportar el peso de las importaciones energéticas, además del contrasentido de crear una cuasimoneda con el valor del dólar para de esa manera intentar reactivar el mercado inmobiliario, frenado casi totalmente como consecuencia del cepo cambiario y de la decisión increíblemente voluntarista de pretender forzar a la gente a operar en pesos.
El Banco Central ha perdido su autonomía, su endeudamiento con el Tesoro en general supera los 60.000 millones de dólares, la emisión monetaria está en torno del 40% anual. La inseguridad jurídica es un dato incontrastable. Las mentiras en las estadísticas. La agobiante propaganda neofascista en los medios oficiales y oficiosos. El ataque a los medios díscolos, a la Corte Suprema, a los opositores, a todo aquel que ose disentir del poder central, se transforma en ignominia.
No hay diálogo, hay insulto. Hay “tuits”. Hay ironías y cadenas nacionales. Hay acusaciones de todo tipo a artistas, a empresarios, a políticos, a economistas, a sindicalistas, a países, a lo que sea.
Las denuncias de corrupción son contestadas con cambios de horario en partidos de fútbol. Los casos más notorios se demoran en una justicia lenta con visos de complicidad política.  Las investigaciones llegan tarde y mal.
Si algo todos podemos ver, más allá de nuestras preferencias políticas, es el deterioro constante. Atraso cambiario, cuasimoneda, controles ominosos  y permisos agobiantes e inconstitucionales. Arbitrariedades y patoterismo de parte de funcionarios que ya no se esconden y que incluso se filman a sí mismos patoteando.
Y ahora, a un paso de las elecciones de medio término, se observa un abanico de posibilidades de seguir con más o menos lo mismo.
Se analiza la posibilidad de conseguir financiamiento para  YPF y sus planes, no se analiza que el paquete accionario de Repsol fue confiscado sin pagar por él. Se analiza el incumplimiento de los fallos con los jubilados, no se dice más nada sobre el robo legal pero ilegítimo de los fondos de las AFJP. Mientras el gobierno se vanagloria de llevar ya 10 años repartiendo dádivas a millones de personas, la oposición en general ve con buenos ojos tales dádivas y no parece cuestionar que no es posible vivir gratis para siempre, y que los gobiernos están para administrar y crear condiciones que posibiliten la llegada de capitales, que construyan fábricas y den trabajo.
El fracaso es convertido en éxito por obra y gracia de un “relato” más o menos inconsistente y hoy plagado de neologismos y extranjerismos, las más de las veces mal usados y hasta preadolescentes.
El país va hundiéndose poco a poco en un marasmo. Nadie invierte, nadie espera que esto cambie, no hay líderes que se opongan seriamente a la dádiva, al robo de empresas extranjeras, a la verdadera inmoralidad de un blanqueo que pretende perdonar a aquellos a los que el finado ex presidente iba a destinarles trajes a rayas.
Los analistas están más preocupados en analizar si los CEDINES funcionarán o no, y cómo, y cuándo, y para qué. No están preocupados por el origen, como no estuvieron preocupados antes  los políticos cuando resolvieron en medio de vítores hacer un “pelito pa la vieja” con la deuda externa.
El populismo dura demasiado, porque las dádivas, el pan y el circo, los feriados, y las fiestas populares inventadas al socaire de suculentos honorarios a músicos y artistas amigos que liban de los fondos públicos, ayuda a sostenerlo.
Pero el final se acerca inexorable. El deterioro será cada vez mayor.
Hay cuestiones que hoy se disimulan porque estamos muy cerca de las elecciones.  Pero cuando las elecciones  hayan pasado, podremos ver nuevos ajustes, nuevos aprietes, más graves y más variados.  Ya sea que el oficialismo pierda o gane. Si pierde por perder, y si gana por ganar. Porque lo cierto es que los números no dan por ningún lado y un dólar a $ 5,40 es una entelequia.
El populismo dura demasiado. Así es. Y la salida es siempre un estallido, lamentablemente. Y por más excusas que se busquen, como sin duda se buscarán, quienes vamos a sufrir somos todos nosotros. Inexorablemente.



HÉCTOR BLAS TRILLO                                                      Buenos Aires,   3 de julio  de 2013


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