NO FUNCIONARÁN
Qué nos pasa como
sociedad. Esta
pregunta suele verse reflejada cotidianamente en innúmeros
comentarios
periodísticos. Editoriales que pretenden descular la verdadera
causa de
nuestros males.
No es fácil, pero a
la vez lo es.
Algo tenemos como sociedad que adquiere características propias,
pero que no
por eso es novedoso.
La mentada
“estatización” del
ferrocarril Sarmiento es un verdadero sofisma. El ferrocarril no
dejó nunca de
ser del Estado argentino. A lo sumo fue dada en concesión su
administración,
bien que bajo la tutela del propio Estado que debió controlar
palmo a palmo el
accionar de los concesionarios. Si
esto
último no ocurrió, la
cuestión no pasa
por la concesión.
En 1946 el Estado
adquirió los
ferrocarriles y a partir de allí empezó la decadencia del sistema. No es verdad que todo pasara
en los años 90.
No. Lo mismo que con la telefonía, con la electricidad o con el
agua corriente. La
cuestión empezó hace demasiados años.
La administración
por parte del
Estado de los llamados servicios públicos siempre fue ineficiente,
cargada de
corruptelas y administrada en forma deficiente. Las tarifas
políticas privaron
siempre, y la desinversión consuetudinaria fue la consecuencia.
Cuando a comienzos
de los 90 se
dieron en concesión los servicios de agua o los ferrocarriles, se
pretendió que
algún privado administrara las cosas mejor que lo que había hecho
el propio
Estado, pero siendo éste el organismo de control.
Sacar al Estado de
la
administración para dejarlo controlando a tal administración es
realmente un
sinsentido propio de quien prefiere ignorar lo obvio. El Estado
argentino no ha
administrado nada bien, ni ha controlado nada bien. Así de
sencillo.
Por eso, pretender
que ahora si
se “estatiza” la administración del Sarmiento las cosas serán
diferentes, es un
sofisma más.
No serán diferentes.
Serán
iguales o peores.
¿Alguien cree de
corazón que el
Estado administrando, por ejemplo, Aerolíneas Argentinas, está
haciendo las
cosas bien? ¿Alguien confía realmente en la eficiencia del Correo
Argentino,
nuevamente administrado por el Estado?
La verdad es que
estamos
vendiéndonos buzones entre todos
nosotros.
Y lo más triste es que
seguimos comprándolos.
Luego del dramático
accidente de
Once en febrero del año pasado, el
gobierno
intentó varias cosas. Desde las explicaciones ridículas y
“madurezcas”
(tomando como referencia a Maduro, el hoy presidente de
Venezuela), hasta el
desplazamiento del concesionario y el otorgamiento de funciones
específicas en
el transporte al Ministro del Interior; todo fue una curiosa forma
de intentar
paliar el resultado de una gestión penosa y en buena medida
criminal.
La realidad se ha
impuesto una
vez más. Ni la pintura ni las luces ni las cámaras en las cabinas
de mando de
las locomotoras han modificado el fondo de la cuestión. Los trenes
chocan y la
gente se lastima o se mata miserablemente.
Y si el último
accidente en lugar
de ocurrir un sábado hubiera ocurrido un día
hábil tal vez estaríamos lamentando varios muertos. Schiavi
tenía razón en
su ridiculez, cuando afirmó que si el accidente fatídico del año
pasado hubiera
ocurrido un día feriado la consecuencia hubiera sido mucho menos
grave.
Deberíamos agregar
que si en la
Argentina alguna vez se hicieran las cosas mejor, también las
consecuencias
serían mucho menos graves.
Sabemos de memoria
que el Estado
administrador se carga de corruptelas de todo tipo, es
deficitario,
clientelista, nepotista, ineficiente y hasta perverso. Si sabemos que es así ¿por
qué insistimos?
Sabemos que la falta
de
competencia produce achanchamiento, ineficiencia, malos
servicios, atraso
tecnológico ¿por qué insistimos?
Sabemos que el
Estado controlador
o administrador genera
malos hábitos,
cohechos, tramoyas. Muchos
hemos vivido
Entel, Gas del Estado, Segba, Obras Sanitarias, Aerolíneas
Argentinas. ¿Por qué
insistimos?
No son pocos los
sindicalistas
que quieren tomar el control de estas y otras empresas. Pero los sindicalistas gozan
de privilegios
incomprensibles. Desde la colegiación obligatoria hasta las obras
sociales
compulsivas a las que asalariados y patrones deben aportar. La
personería
gremial y el sindicato único por rama de actividad son rémoras del
fascismo. Generan
“cajas” poderosísimas, y los popes sindicales se encaraman allí de
por
vida. Todos sabemos eso. Y
sin embargo
no son pocos los argentinos que prefieren el “control sindical” de
las empresas
de servicios. ¿No es
extraño?
El resultado de una
gestión
sindical en estas condiciones es obvio. ¿Por qué insistimos?
Ante el nuevo
accidente en el
Sarmiento el gobierno salió de lleno a intentar deslindar
responsabilidades,
pero es el gobierno el que controla y si las personas que manejan
los trenes no
pasan test psicológicos elementales la culpa no es de esas
personas. Esto también es
demasiado obvio.
Nadie pretende ni
espera la
infalibilidad, pero también es obvio que la desinversión en los
ferrocarriles
durante por lo menos 70 años dejó al país sin ellos, y sólo
quedaron en pie los
vetustos coches que hoy circulan, algunos recauchutados y en
condiciones
deplorables. Pero con televisión en colores.
Tenemos que empezar
a ser
realistas. No es posible hacer andar los trenes en estas
condiciones. No es
posible que los trenes funcionen con pasajes a precios ridículos
que además no
paga casi nadie. No es posible que el Estado los administre bien
porque hace 70
años que viene demostrando que no sabe, no puede o no quiere
hacerlo.
Asumamos que el
problema es otro
y busquemos una solución. Dejemos
de
dorarnos la píldora pensando que esta vez sí, porque eso no
ocurrirá.
¿Cuál es el camino?
Cada uno
podrá esbozar su idea. Pero ninguno puede ser
factible si no existen controles adecuados, tarifas lógicas
y un
servicio acorde con los tiempos que corren.
En lo personal
pensamos que los
trenes deberían ser privados. No dados en concesión. Que debería
haber un
servicio troncal que en todo caso debería poder ser compartido por
varias
empresas. Que las tarifas deberían ser variables acordes con los
servicios
prestados, con los horarios de tales servicios, con la frecuencia,
etc. Y
además, deberían ser libres.
Puede haber
variantes y sin duda
las habrá. Pero poner al frente a un grupo de sindicalistas que
tienen el
mercado de aportes cautivo. O a políticos que saben que pueden
libar en la caja
de estos servicios para hacer carrera. U ofertas similares. No.
Eso no va a
funcionar, señores.
Acá no se trata
siquiera de
enfoques políticos. Hagamos un comité de entendidos. Formemos una
ONG
administradora. Hagamos otra cosa.
Los ferrocarriles
administrados o
controlados por el Estado en la Argentina NO FUNCIONARÁN.
Héctor Blas Trillo
(26 de octubre
de 2013)
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