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domingo, 24 de noviembre de 2013

NO FUNCIONARÁN 26/10/13

NO FUNCIONARÁN

Qué nos pasa como sociedad. Esta pregunta suele verse reflejada cotidianamente en innúmeros comentarios periodísticos. Editoriales que pretenden descular la verdadera causa de nuestros males.
No es fácil, pero a la vez lo es. Algo tenemos como sociedad que adquiere características propias, pero que no por eso es novedoso.  
La mentada “estatización” del ferrocarril Sarmiento es un verdadero sofisma. El ferrocarril no dejó nunca de ser del Estado argentino. A lo sumo fue dada en concesión su administración, bien que bajo la tutela del propio Estado que debió controlar palmo a palmo el accionar de los concesionarios.  Si esto último no  ocurrió, la cuestión no pasa por la concesión.
En 1946 el Estado adquirió los ferrocarriles y a partir de allí empezó la decadencia del sistema.  No es verdad que todo pasara en los años 90. No. Lo mismo que con la telefonía, con la electricidad o con el agua corriente.  La cuestión empezó hace demasiados años.
La administración por parte del Estado de los llamados servicios públicos siempre fue ineficiente, cargada de corruptelas y administrada en forma deficiente. Las tarifas políticas privaron siempre, y la desinversión consuetudinaria fue la consecuencia.
Cuando a comienzos de los 90 se dieron en concesión los servicios de agua o los ferrocarriles, se pretendió que algún privado administrara las cosas mejor que lo que había hecho el propio Estado, pero siendo éste el organismo de control.
Sacar al Estado de la administración para dejarlo controlando a tal administración es realmente un sinsentido propio de quien prefiere ignorar lo obvio. El Estado argentino no ha administrado nada bien, ni ha controlado nada bien. Así de sencillo.
Por eso, pretender que ahora si se “estatiza” la administración del Sarmiento las cosas serán diferentes, es un sofisma más.
No serán diferentes. Serán iguales o peores.
¿Alguien cree de corazón que el Estado administrando, por ejemplo, Aerolíneas Argentinas, está haciendo las cosas bien? ¿Alguien confía realmente en la eficiencia del Correo Argentino, nuevamente administrado por el Estado?
La verdad es que estamos vendiéndonos buzones entre  todos nosotros.  Y lo más triste es que seguimos comprándolos.
Luego del dramático accidente de Once en febrero del año pasado,  el gobierno intentó varias cosas. Desde las explicaciones ridículas y “madurezcas” (tomando como referencia a Maduro, el hoy presidente de Venezuela), hasta el desplazamiento del concesionario y el otorgamiento de funciones específicas en el transporte al Ministro del Interior; todo fue una curiosa forma de intentar paliar el resultado de una gestión penosa y en buena medida criminal.
La realidad se ha impuesto una vez más. Ni la pintura ni las luces ni las cámaras en las cabinas de mando de las locomotoras han modificado el fondo de la cuestión. Los trenes chocan y la gente se lastima o se mata miserablemente.
Y si el último accidente en lugar de ocurrir un sábado hubiera ocurrido un día  hábil tal vez estaríamos lamentando varios muertos. Schiavi tenía razón en su ridiculez, cuando afirmó que si el accidente fatídico del año pasado hubiera ocurrido un día feriado la consecuencia hubiera sido mucho menos grave.
Deberíamos agregar que si en la Argentina alguna vez se hicieran las cosas mejor, también las consecuencias serían mucho menos graves.
Sabemos de memoria que el Estado administrador se carga de corruptelas de todo tipo, es deficitario, clientelista, nepotista, ineficiente y hasta perverso.  Si sabemos que es así ¿por qué insistimos?
Sabemos que la falta de competencia produce achanchamiento,  ineficiencia, malos servicios, atraso tecnológico ¿por qué insistimos?
Sabemos que el Estado controlador o administrador  genera malos hábitos, cohechos, tramoyas.  Muchos hemos vivido Entel, Gas del Estado, Segba, Obras Sanitarias, Aerolíneas Argentinas.  ¿Por qué insistimos?
No son pocos los sindicalistas que quieren tomar el control de estas y otras empresas.  Pero los sindicalistas gozan de privilegios incomprensibles. Desde la colegiación obligatoria hasta las obras sociales compulsivas a las que asalariados y patrones deben aportar. La personería gremial y el sindicato único por rama de actividad son rémoras del fascismo. Generan “cajas” poderosísimas, y los popes sindicales se encaraman allí de por vida.  Todos sabemos eso. Y sin embargo no son pocos los argentinos que prefieren el “control sindical” de las empresas de servicios.  ¿No es extraño?
El resultado de una gestión sindical en estas condiciones es obvio. ¿Por qué insistimos?
Ante el nuevo accidente en el Sarmiento el gobierno salió de lleno a intentar deslindar responsabilidades, pero es el gobierno el que controla y si las personas que manejan los trenes no pasan test psicológicos elementales la culpa no es de esas personas.  Esto también es demasiado obvio.
Nadie pretende ni espera la infalibilidad, pero también es obvio que la desinversión en los ferrocarriles durante por lo menos 70 años dejó al país sin ellos, y sólo quedaron en pie los vetustos coches que hoy circulan, algunos recauchutados y en condiciones deplorables. Pero con televisión en colores.
Tenemos que empezar a ser realistas. No es posible hacer andar los trenes en estas condiciones. No es posible que los trenes funcionen con pasajes a precios ridículos que además no paga casi nadie. No es posible que el Estado los administre bien porque hace 70 años que viene demostrando que no sabe, no puede o no quiere hacerlo.
Asumamos que el problema es otro y busquemos una solución.  Dejemos de dorarnos la píldora pensando que esta vez sí, porque eso no ocurrirá.
¿Cuál es el camino? Cada uno podrá esbozar su idea. Pero ninguno puede ser  factible si no existen controles adecuados, tarifas lógicas y un servicio acorde con los tiempos que corren.
En lo personal pensamos que los trenes deberían ser privados. No dados en concesión. Que debería haber un servicio troncal que en todo caso debería poder ser compartido por varias empresas. Que las tarifas deberían ser variables acordes con los servicios prestados, con los horarios de tales servicios, con la frecuencia, etc. Y además, deberían ser libres.
Puede haber variantes y sin duda las habrá. Pero poner al frente a un grupo de sindicalistas que tienen el mercado de aportes cautivo. O a políticos que saben que pueden libar en la caja de estos servicios para hacer carrera. U ofertas similares. No. Eso no va a funcionar, señores.
Acá no se trata siquiera de enfoques políticos. Hagamos un comité de entendidos. Formemos una ONG administradora. Hagamos otra cosa.
Los ferrocarriles administrados o controlados por el Estado en la Argentina NO FUNCIONARÁN.

Héctor Blas Trillo (26 de octubre de 2013)

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