El Ágora
DESPIDOS, REGULACIONES Y PYMES
Como es sabido, el Senado aprobó un
proyecto de ley estableciendo la prohibición de despedir personal durante 6
meses, o la obligación de abonar la doble indemnización por antigüedad prevista
en la ley de contrato de trabajo.
El proyecto ha pasado ahora a la
Cámara de Diputados, que podrá aprobarlo o no, o incluso introducir
modificaciones que lo harían retornar a la Cámara de Senadores para un nuevo
debate.
Hay en danza otros proyectos, como por
ejemplo el del Frente Renovador de Sergio Massa, que dispone que la ley a
aprobarse excluya a las PYMES con menos de 40 empleados, manteniendo las
obligaciones del proyecto original para las restantes empresas.
El diputado Felipe Solá, perteneciente
hoy por hoy al Frente Renovador citado, ha hecho declaraciones en el sentido de
que existe un “clima de despidos” y que votar una ley prohibiéndolos por 6
meses para las grandes empresas no hace otra cosa que desactivar tal clima, palabras más palabras menos.
Como hemos señalado en reiteradísimas
oportunidades, el cambio de las reglas de juego está en la base de los errores
políticos que habitualmente se cometen en la Argentina. Es obvio que quien una
vez cambia las reglas, puede volver a hacerlo mañana o dentro de un año, como
si tal cosa. Esto es una obviedad que sin embargo no se debate adecuadamente a
nuestro juicio.
La cuestión del “clima de despidos” nos
recuerda, que se nos permita la digresión, la “sensación de inseguridad” de
otrora. En la situación actual, de acomodamiento de variables económicas que
todo el mundo sabe que debía ocurrir, (llámese ajuste o como se llame) existen
efectivamente despidos, como ya venía ocurriendo en los últimos años, en
sectores tales como estaciones de servicio, frigoríficos o industria de la
construcción.
Esta es una descripción, por supuesto. Está claro que hay problemas, que
había retrasos en tarifas de servicios que eran inmensos y que el sacudón del
cambio ha sido enorme.
Pero eso no quita que debamos
reflexionar sobre el asunto una vez más.
En primer lugar, el sólo hecho de pretender excluir a las PYMES de hasta
40 empleados significa al menos dos cosas: una que esas empresas sí podrán
despedir gente en las condiciones legales hoy vigentes. La segunda cosa, que
deviene obvia, es que, salvo mejor explicación, se pretende distinguir el
mercado laboral entre hijos y entenados violando claramente el principio de
igualdad ante la ley. Los empleados no tienen la culpa de trabajar en empresas
con menos o más de 40 empleados, pero deberán atenerse a las consecuencias de
tal hecho.
En segundo lugar, la perspectiva de que la Argentina sigue con esa
mentalidad de pretender arreglar los problemas atacando sus consecuencias y
cambiando las reglas a piaccere, sólo sirve para desalentar a los inversores,
que obviamente temen futuros cambios por razones de emergencia. Por lo demás,
el sólo anuncio de una ley que prohíbe
despidos es una alarma estridente para las empresas en dificultades, lo que
lleva a apurar el trámite y despedir gente antes de que tal ley se
apruebe.
Cabe recordar que en los últimos años,
aparte de que ya hubo una ley prohibiendo despidos o con doble indemnización,
ha habido muchos cambios producto de iniciativas francamente trasnochadas.
Desde la confiscación de YPF o de las AFJP, hasta la prohibición de girar
dividendos, o de exportar o importar determinados productos, o de tener que
pedir permiso para importar o exportar, por sólo citar algunos ejemplos de
cambios de reglas.
Este tipo de decisiones son
tomadas por los políticos con la intención posiblemente honesta de ayudar a
quienes están en dificultades, pero logran el efecto inverso. No hace mucho
recordamos en otro trabajo el congelamiento de alquileres dispuesto por el
peronismo en los años 50, que destruyó durante casi 30 años el mercado de la
construcción.
El partido gobernante, por su parte,
propone incentivar el primer empleo para jóvenes mejores de 24 años. En este caso lo que se busca es incorporar a
los llamados “ni-ni” al mercado laboral. El proyecto implica que los
empleadores dejen de pagar por estos nuevos empleados las contribuciones
patronales, es decir la parte de las obligaciones previsionales que corresponde
que aporten las empresas.
Estas iniciativas lo que demuestran, antes que ninguna otra cosa, es que
el costo de emplear a alguien en la Argentina es carísimo, y por eso mismo se
recurre a estas “ofertas” tipo fin de temporada. Si las contribuciones del empleador
son elevadas, lo son para todos, no solamente para quienes ocupan personal
menor de 24 años que trabaja por primera vez. Aparte de otra cuestión más que
obvia: es posible que ciertos empleadores dejen fuera del mercado laboral a
personas con experiencia y conocimientos para ocupar los cargos por gente si
tan experiencia. Es decir, que por un lado como el plumero cambian la tierra de
lugar, y por el otro, terminan siendo menos eficientes por no contar con
personal experimentado, que a todo esto estará desocupado.
Cuando se pretende que hay que bajar los costos previsionales, el
argumento político que se opone a esto es el de que así se “precariza el
trabajo”. Es decir, cuando es para promover el primer empleo no se “precariza”,
cuando es para todos (como debe ser, porque la ley debe ser igual para todos),
entonces sí se “precariza”.
Estas contradicciones y estas marchas y contramarchas no hacen más que
mostrar por un lado la pésima costumbre intervencionista que sólo sirve para
alterar y deteriorar las condiciones de trabajo, y por el otro, la verdadera
falta de imaginación para resolver problemas concretos, reales, de una economía
en dificultades.
Desde hace muchísimos años, demasiados,
nuestros beneméritos políticos han pretendido atacar: desde la falta de
teléfonos, hasta la insuficiencia de servicios de gas o de electricidad,
mediante el recurrente método de desalentar el uso. Es decir, en lugar de buscar que que vengan
capitales, haya inversiones y se produzca más para satisfacer la demanda de lo
que sea, lo que se hace es pedirle a la gente que “use menos” la luz, el gas,
el teléfono, el auto o lo que sea.
Hemos visto esto tantas veces en el
último medio siglo que no podemos sino recordar el viejo adagio según el cual
el hombre es el único animal sobre la faz de esta bendita tierra, capaz de
tropezar dos veces con la misma piedra.
Buenos Aires, 4 de mayo de 2016 HÉCTOR
BLAS TRILLO
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