El Ágora
UNA VEZ MÁS LA INFLACIÓN
La inflación en términos
económicos ha sido definida de muchas formas. Tal vez la definición más común
es aquella que dice que “es la suba sostenida y generalizada de los precios”.
Si bien esto es cierto, la definición encierra una suerte de sofisma, porque en
verdad lo que ocurre es que pierde valor la moneda de cambio, y por eso suben
los precios. El “aumento de precios” en realidad debería llamarse “ajuste de
precios” por pérdida de valor de la moneda.
Salvo en algunos
períodos, la Argentina ha sido en los últimos 70 años un país que ha convivido
con diversos procesos inflacionarios, de distinto grato e intensidad, pero
todos ellos respondieron a las mismas causas generales: la emisión espuria de
moneda para financiar el déficit del sector público. Esto es: el excesivo gasto del Estado por
encima de los ingresos se ha cubierto mediante la impresión lisa y llana de
billetes, lo cual significa que todos los billetes de la economía pierden valor
y todos los tenedores de esos billetes resultan perjudicados en su patrimonio.
Podemos decir, en este orden de
ideas, que la inflación es un impuesto, que grava a todos quienes conservan
billetes y especialmente a aquellos que tienen ingresos fijos, como por ejemplo
los asalariados. Una inflación de,
digamos, un 30% anual, implica que una persona que gana por ejemplo $ 10.000,-
pierde a lo largo del año, mes a mes, un porcentaje promedio de dos o tres puntos,
y que al cabo del año, esos $ 10.000 terminan convirtiéndose, a moneda
constante, en $ 7.000.- Dicho de otro modo, si al comienzo del período la
persona adquiría 1000 unidades de bienes, al final del mismo podrá adquirir
solamente 700. Cuando mediante paritarias el salario se “recompone”, la persona
vuelve a tener el poder adquisitivo que tenía al comienzo, ahora en moneda
devaluada; digamos 13.000 pesos, y con ellos podrá volver a comprar 1000
unidades. Pero todas las unidades que ha tenido que ir dejando de comprar a lo
largo del año, no las recupera más. Esto es lo que yo personalmente llamo la
estafa inflacionaria.
Y obsérvese que a lo largo de los
años, la ley de presupuesto nacional siempre contempla un porcentaje de
inflación. Es decir el propio Estado prevé que parte de su gasto será
financiado mediante la emisión de moneda. Será financiado quitándole de su
bolsillo el dinero a la gente no por la vía de un impuesto legislado y
establecido, sino mediante el ardid de emitir moneda sin respaldo.
Una de las formas que tienen los
gobiernos de tratar de frenar la inflación es el retraso cambiario. Otra es el
control de precios. Estos formatos
significan que el Estado gasta de más, emite moneda para cubrir su déficit, y
luego pretende frenar las consecuencias mediante artilugios y controles. Sin
embargo, establecer controles o dejar atrasar el tipo de cambio, equivale a
confesar que si eso no se hace, los precios subirían. O subirían más de lo que
ya lo hacen. Pero los controles de
precios o de cambios terminan en un estallido
de mayores o menores proporciones. Ocurrió con la inflación cero de
Gelbard y el llamado rodrigazo; ocurrió con la “tablita” de Martínez de Hoz,
ocurrió con el “plan Austral”, ocurrió con la “convertibilidad” y ocurre ahora
con la salida del llamado “cepo cambiario “ y el reconocimiento de que hace
largo rato que el dólar no vale $9,50 sino $ 14.-
Medidas como la liberación del tipo
de cambio y la baja de impuestos a las exportaciones, o la quita de
restricciones al comercio exterior producen efectos muy positivos en la
economía, pero en lo inmediato lo primero que ocurre es que se “sinceran” los
precios. Como se sabe, las economías regionales estaban paradas, era muy
difícil conseguir dólares para importar insumos industriales, se encontraba
frenado el mercado inmobiliario, se perdieron mercados a los que
tradicionalmente exportábamos granos y carnes y en general no se realizaban
inversiones ni crecía el empleo privado en los últimos 4 años. Todas consecuencias negativas producidas
esencialmente por el retraso cambiario y por el “cepo”. Es decir, todas las
consecuencias de pretender frenar artificialmente la inflación.
Y un punto al que quiero referirme es
a la intermediación. Porque normalmente se atribuye a la intermediación el
problema de los altos precios y a que “alguien se queda con la ganancia” entre
el productor y el consumidor. En realidad, intermediación ha habido siempre,
porque resulta imposible por ejemplo ir a comprar ciertos productos a los
lugares de producción. Si bien toda
forma de intermediación puede ser mejorable, eso no significa atacar la
inflación. Que alguien vaya a comprar
ropa a la fábrica en lugar de hacerlo en un shopping elegante de Buenos Aires,
le significará un ahorro importante. Pero si va a hacer la misma compra dentro
de, digamos, 6 meses, es muy probable que tanto en un lado como en el otro el
precio sea sensiblemente superior. Y lo mismo cuenta en el caso de la baja
de impuestos a los alimentos. Mejora su
posición relativa y tal vez produce baja
de precios, pero no elimina la inflación, que seguirá su curso mientras no se
corrijan las causas. Podemos eliminar el
calor prendiendo un ventilador o un aire acondicionado, pero cuando los
apagamos, el calor sigue porque las causas, en este caso estacionales, no se
han modificado.
Estas confusiones no son nuevas. Por
estas horas es noticia que se arrojaron manzanas y peras en el sur por ser
antieconómico el precio que se obtiene por ellas cuando por ejemplo en Buenos
Aires un kilo de manzanas llega a venderse hasta a $ 40.- ¿Se piensa acaso en el costo del
traslado de tales manzanas en camiones porque el ferrocarril (mucho más
económico) ha dejado de funcionar? ¿Se piensa en el precio del combustible,
inflado artificialmente para “sostener” la industria petrolera (promedio 60
dólares el barril contra 30 que cuesta en el mercado internacional)? ¿Se piensa
en el costo del flete? ¿en la acumulación de impuestos sobre los ingresos
brutos provinciales que son “en cascada” y que paga el productor, el camionero,
el distribuidor, el comerciante y el consumidor? ¿Es razonable que alguien no
quiera comprar las manzanas en Río Negro y deje que el productor las tire en
lugar de pagar un poco más por ellas y ganar un poco menos?
Imaginemos al verdulero del barrio. Yo
suelo hablar con los comerciantes y consulto estas cosas. Si el verdulero
compra 20 kilos de manzanas para venderlas a $ 20 es probable que las venda sin
problemas. Pero si tiene que venderlas a $ 40.- es probable que en lugar de
vender los 20 kilos venda 4 o 5, porque la gente no las compra. Entonces el verdulero directamente no compra
las manzanas que compraría normalmente, compra menos. Este es el ciclo económico y es aplicable a
cualquier producto. Pasa con la carne, donde todos vemos promociones por todos
lados en las carnicerías, porque la venta ha bajado considerablemente.
Los argentinos estamos demasiado
acostumbrados a culpar a otros de nuestros problemas. ¿Por qué las tasas de
interés están altas? Pues porque la moneda pierde rápidamente valor. ¿Y por qué
no hay crédito? Porque normalmente el gran tomador de dinero es el Estado, que
además paga seguro porque no tiene otra cosa que hacer que recurrir a “la
maquinita” y listo.
En fin, este es un breve análisis de lo
que nos pasa. Muchas veces me he referido a estos temas, lo hago una vez
más. ¿Era posible seguir mucho tiempo
con el dólar atrasado? ¿Ya no había pasado en enero de 2014 que Juan Carlos
Fábrega, presidente del Banco Central, debió convalidar una devaluación del 30%
porque el cambio era insostenible? Y estoy hablando de algo que ocurrió dentro
del mismo gobierno anterior.
Siempre es bueno recordar que en
economía se puede hacer cualquier cosa, lo que no es posible es evitar las consecuencias.
Buenos Aires, 24 de enero de 2016 HÉCTOR
BLAS TRILLO
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