El Ágora
VOLVER AL MUNDO
Pensábamos iniciar este
comentario con un análisis de lo obvio; esto es: que es fundamental que la
Argentina vuelva a insertarse en el contexto internacional, reencauce su
política exterior, recupere mercados perdidos por malas políticas económicas y
en definitiva tenga presente aquella máxima atribuída a Winston Churchill según
la cual al mundo lo mueven intereses y no afectos.
Pero dadas las reacciones que hemos
visto en las redes sociales intentaremos analizar las cosas desde otro lado,
tal vez un poco más dramático, pero a la vez más útil para intentar,
modestamente un sano ejercicio de la reflexión:
¿Sirvió de algo aislarse
prácticamente del mundo a lo largo de 12 años?
¿Mejoró la situación y la importancia
relativa del país con los cierres de importaciones y exportaciones?
¿Ayudó en algo haber mantenido el
default a lo largo de tantos años?
¿Mejoró nuestra posición
internacional el incumplir el fallo de la Corte Suprema norteamericana que
aprobó, al no tratarlo, el fallo del juez Griesa?
¿Resultó útil haber celebrado un
pacto espurio con la teocracia antisemita y homofóbica iraní?
¿Fue útil haber montado un circo de
destrucción y desprecio en oportunidad de la visita de George W. Bush a la
Argentina?
¿Lo fue que el canciller Timerman
violara las normas más elementales en materia militar y concurriera con un
alicate a cortar los envoltorios de un avión estadounidense llegado a estas
playas para maniobras?
¿Fue positivo para el país estrechar
vínculos con gobiernos como el de Hugo Chávez o Rafael Correa?
¿Lo fue acercarse a Daniel Ortega, a
los hermanos Castro o a Evo Morales?
¿Fue positivo para el país desgastar
las relaciones con Israel?
¿Logramos algo por la política de
nacionalismo para la tribuna aplicada contra el Reino Unido por el tema de las
islas usurpadas?
¿El acercamiento a cualquier precio
y sin licitaciones internacionales a China y a Rusia para la construcción de
diversas obras, tales como represas y hasta una central nuclear, es una operatoria
que favorece nuestros intereses?
¿Ayudó negarse a integrar el ALCA?
Todas estas preguntas, y muchas
otras, entendemos que se responden solas.
Parecería que el mundo está
compuesto por una inmensa cantidad de países, que conforman un cúmulo de
intereses, pero que todos ellos, salvo los nombrados, hubieran estado en contra
de nuestras aspiraciones de todo tipo.
Demás está decir que países como
Venezuela, Cuba, la propia China o Rusia son dictaduras que se sostienen con
mano férrea y un autoritarismo creciente, pese a las diferencias que existen
entre tales países. No parecen ser los mejores ejemplos a seguir. Pero en todo
caso, acá de lo que se trata es de que la Argentina tiene que comerciar con el
mundo, que eso es lo que verdaderamente cuenta.
¿Acaso los países europeos, los
asiátiáticos (Japón, Israel) o los americanos del norte son la antítesis de lo
que desea la Argentina? ¿No queríamos parecernos a Alemania?
Y cabe recordar que la ex presidenta
ha llegado a decir, muy suelta de cuerpo, que nuestro país tiene mejor calidad
de vida que Australia y Canadá, y que acá hay menos pobres, justamente, que en
Alemania.
¿Podremos intentar bajar a la tierra
de una buena vez y comprender la realidad? ¿O insistiremos en suponer que
“Obama debe haber leído a Perón”?
El viaje a Davos es el primero que
hace un presidente argentino luego de 12 años.
Los Kirchner nunca asistieron ni enviaron a representante alguno a ese
foro. Del mismo modo que no asistieron a las exposiciones de la Sociedad Rural,
o al Coloquio Anual de IDEA (salvo alguna excepción a éste último, como la de
Roberto Lavagna poco antes de ser echado del gobierno por Néstor Kirchner)
Bien, visto este panorama, y
contestadas por sí mismas las preguntas, cabe analizar qué es lo que lo que
pretende hoy la oposición cuando critica hasta las más nimias de las acciones
llevadas adelante por el presidente Macri, el ministro Prat Gay y otros
representantes de la Argentina que asistieron a Davos.
Las múltiples reuniones
mantenidas con políticos y empresarios
de primer orden resultan absolutamente positivas para el país, pero han sido
pintadas por algún politicastro francamente trasnochado, de un intento de
“volver a las relaciones carnales” de las que hablaba el fallecido Guido Di
Tella.
¿Es positivo o no que intentemos
solucionar el problema de los “holdouts”? ¿Afectará nuestros derechos en las
Malvinas que Macri tenga una reunión en buenos términos con el primer ministro
británico? ¿Será entregar el país que se reúna con el vicepresidente
norteamericano?
¿Estaremos rindiéndonos ante los
“grandes capitales” y las “grandes corporaciones” por conversar con presidentes
de las más importantes empresas del mundo?
Realmente la actitud asumida por
algunos políticos hoy en la oposición resulta más que surrealista. ¿No han tomado
nota de cómo ha quedado el país? ¿No han visto la cantidad de mercados que
hemos perdido (cárnicos, de granos, de lácteos)? ¿No saben que países como
Paraguay o Uruguay llegaron a exportar más carne que nosotros?
Ya es ocioso insistir. Estamos ante
obviedades.
Por ejemplo, hubo en Davos una
reunión entre el ministro Prat Gay y el secretario general de la OCDE, el
mexicano Ángel Gurría, iniciando así conversaciones para ingresar en esa
organización (Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos) en la cual se encuentran 34 países y entre ellos varios
de los más importantes del mundo. ¿es bueno o malo eso?
Y para ir terminando, hablemos del FMI. La Argentina se negó durante 10
años o más a las auditorías de ese organismo del cual SOMOS SOCIOS, con el
argumento de llevar adelante nuestras políticas económicas de manera
independiente y sin la intervención de nadie.
Esto ha servido para varias cosas. La primera es para que nadie confíe
en nosotros porque quien no muestra sus cuentas, por algo es que no lo hace. La
segunda es que todo el mundo sabe que hemos destruido prácticamente todo el
sistema estadístico y que la “contabilidad creativa” se ha convertido en un
deporte nacional. De tal manera, la falta de muchos datos y la absoluta o casi absoluta
falsedad de muchos otros ha servido no sólo para que no exista colaboración
alguna de parte de casi ningún organismo internacional, sino también para que
nosotros mismos, como país, no sepamos dónde estamos parados. Hay que recordar
que un ministro llegó a afirmar que los índices de pobreza dejaron de darse a
conocer porque eso significaba “estigmatizar a los pobres”.
El FMI audita a la mayoría de los países, entre ellos al Chile de la
amada Bachelet, al Uruguay de Tabaré Vázquez o al Brasil de Dilma Rousseff.
Volver al mundo significa aceptar las reglas de juego e intentar
obtener resultados favorables para el país. Designar representaciones
diplomáticas serias y de calidad en los principales países especialmente.
Asistir a foros y reuniones donde el conocimiento mutuo abre las posibilidades
de diálogo y entendimiento. Volver al mundo significa también dejar de apoyar a
dictaduras decadentes como la venezolana, lo cual no significa abolir
relaciones comerciales, sino poner las cosas en su lugar en materia de dejar en
claro de qué lado estamos.
Vale recordar, también, que durante varios años, la Argentina condenó
en las Naciones Unidas al régimen iraní, hasta que se produjo el viraje luego
de la muerte de Kirchner. Esto muestra, además, una falta de coherencia y de
continuidad que nos vuelve poco confiables. Y ya que estamos digamos que esto
no es comparable con el acuerdo llevado adelante entre Irán y los principales
países de Occidente luego del abandono del proyecto nuclear del país asiático.
La Argentina pasó a acordar con el funesto régimen de Mahmud Ahmadineyad, al
que durante años había considerado terrorista.
EEUU levantó el veto a créditos bilaterales que había aplicado a la
Argentina por su comportamiento especialmente al desconocer el fallo de la
justicia neoyorkina. En el próximo mes el presidente Hollande visitará el
país. Se habla de una probable visita
también del presidente Obama, que hasta ahora ha sobrevolado la región para
detenerse en países vecinos únicamente.
Claro, los activistas antisistema dirán que todo esto significa poco
menos que bajarse los pantalones ante el mundo y permitir que vengan los pulpos
y se apropien de nuestros recursos. ¿Es así? ¿Es eso lo que pasa con Uruguay,
con Chile, con Brasil, con México? ¿Es eso lo que ocurre con los países que
están hoy por hoy relativamente integrados al mundo?
Tenemos mucho que madurar, creemos modestamente. Pero en nuestro modo
de ver, y según lo que venimos diciendo, parece que hemos entrado en la buena
senda. Volver al mundo.
Buenos Aires, 23 de enero de 2016 HÉCTOR
BLAS TRILLO
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