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viernes, 30 de agosto de 2019

Segunda Opinión

ECONOMÍA: EL RETROCESO



         Luego del discurso del presidente de la Nación en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso, arreciaron las críticas desde diversos sectores por la falta de un plan económico que fije un horizonte más o menos sustentable



              Posiblemente salvo algunos sectores demasiado jugados ideológicamente, todos los dirigentes de la extracción que sea, están contestes de la necesidad de una reforma del Estado que lo haga eficiente, sostenible y financiable. También es cierto que no toda la dirigencia se expresa en público con la contundencia que lo hace en privado en este aspecto. Los reclamos sectoriales, especialmente sindicales y de organizaciones “sociales” hacen virtualmente imposible hablar de austeridad sin que se vengan encima las más groseras descalificaciones.



             Sin embargo, el Estado se ha convertido no ya en un elefante, sino en una  manada de estos simpáticos mamíferos placentarios. No existe prácticamente ninguna actividad que pueda iniciarse más o menos rápidamente y a un costo de oportunidad razonable.



             Cualquiera que haya intentado abrir un comercio de lo que sea lo sabe.

           

             Trámites, permisos, inspecciones, presentaciones de todo tipo se interponen cada vez más entre los deseos de llevar adelante un negocio y su concreción.



             La cantidad de impuestos, tasas y contribuciones que por los motivos que sean gravan a personas y a empresas a lo largo  y a lo ancho del país oscila, según quien haya estudiado el tema, entre 100 y 160. Nacionales, provinciales y municipales.



             La carga administrativa y financiera es inmensa y prácticamente no deja resquicio alguno para tomar un atajo. A menos que uno pase a desempeñarse informalmente. No entraremos en detalles una vez más. A estas cuestiones nos hemos referido muchas veces y sólo mencionamos el cuadro de situación para avanzar en este comentario.



            Muy bien, dado este cuadro de situación, cuyo costo resulta inconmensurable, ¿Qué está haciendo el Estado?



           Y cuando hablamos del Estado hablamos a nivel nacional, provincial y comunal.



           El presidente ha expresado de alguna manera  en su discurso que la política “gradualista” elegida apuntaba a lograr la llegada de inversiones para lograr un crecimiento que permitiera de ese modo reducir la carga del gasto público en el balance las cuentas públicas. Apuntó que finalmente se cortó la financiación externa, hubo una sequía muy grave, y los precios no acompañaron internacionalmente como hubiera sido de esperar. En otras palabras: si algo salió mal, fue una cosa del destino. Punto.



          Se logró  una tímida reforma fiscal que finalmente no fue más que un parche y encima de mala calidad. Se intentó una reforma laboral que terminó a los piedrazos en el Congreso. Se habló de reducir el gasto un 20%. Y se terminó recurriendo al FMI porque el barco se hundía irremediablemente, así se llegó a  un plan que frena de un plumazo la emisión monetaria, establece una banda cambiaria y entrega el destino de las finanzas públicas a la eterna carrera entre tasas y dólar. Carrera que salvo milagro  ya sabemos cómo terminará.



        Pero  estamos en un año electoral, el avión se aproxima a la pista en medio de una tormenta, y lo que se impone es intentar que aterrice lo más suavemente posible.  Después veremos.



        Todos estamos al tanto  de la crisis económica y financiera que estamos viviendo, a la que se suma la siempre vívida inflación que, sea por aumento de la cantidad de moneda, o por reducción de la producción, sigue presionando sobre los precios.

         El presidente ha anunciado una suba en los montos de la AUH (Asignación Universal por Hijo) durante el discurso en el Congreso. Un paliativo, claramente. Una “ayuda humanitaria” que no hace otra cosa que ratificar que estamos en serios problemas.



         Días pasados también había anunciado una suba en los mínimos no imponibles salariales sujetos a las contribuciones patronales para las PYMES de economías regionales. Otra aspirina que llega apenas al 2% del mundo PYME en su conjunto.



         Y finalmente también anunció que se otorgarían créditos por $ 100.000 millones  a tasas entre el 25  y el 29%, cuando el Banco Central está pagando el 50% para, entre otras cosas, frenar el avance del tipo de cambio.



         La suba de la AUH costará al Estado unos $ 15.000 millones anuales. La financiación a las PYMES a tasas subsidiadas costará unos $ 20.000 millones anuales como mínimo. Y la baja en las contribuciones a las PYMES de economías regionales nadie la ha justipreciado pero no creemos que supere los $ 10.000 anuales como mucho. Todas cifras que obviamente van en la dirección opuesta a la pretendida obturación del déficit.



         Al mismo tiempo que esto ocurre, desde diversos sectores se le pide al gobierno que siga tirando salvavidas. Los industriales piden protección, baja de impuestos, baja de tasas de interés y proteccionismo extra para las importaciones.

La actividad exportadora en general pide que se quiten las renovadas retenciones a las exportaciones. Los trabajadores piden aumentos de salarios. Los jubilados aumento de sus haberes. Todo el mundo pide que los jueces paguen impuesto a las ganancias. Y así podríamos seguir calculamos que por largo rato.



         Pero el problema de fondo que es una reforma del Estado que lo haga viable y sustentable, sigue allí, como si tal cosa. Ignorado en la práctica por la inmensa mayoría de la población. Dicho de otro modo, ante la debacle producida por el desorden administrativo y interminable gasto público, lo que se pide son ayudas varias que no harán otra cosa que aumentar el gasto público. De hacer las cuentas, poner orden, y bajar las obligaciones burocráticas  para facilitar el funcionamiento de la actividad económica, ni una palabra.



         Uno puede preguntarse algo así como ¿por qué el gobierno no salió en ayuda de las PYMES con semejante línea de créditos subsidiados el 11 de diciembre de 2015? O por qué no aumentó la AUH mucho antes. O por qué no le paga a los jubilados el doble o el triple. O a los maestros o a quienes sea.



         La respuesta es obvia y no queremos atentar contra la inteligencia de ninguno de nuestros amables lectores.



         Nuestra dirigencia no ha tomado hasta ahora el toro por las astas. Y cuando decimos eso no nos referimos exclusivamente al actual gobierno nacional. Tampoco nos referimos a los actuales gobiernos provinciales o comunales. No. Este problema tiene décadas.



         Hace décadas que se habla de “achicar el Estado” pero, o no se hace nada o se hace lo contrario. Se lo agranda. Los sectores comprometidos ideológicamente con ideas más o menos populistas, siguen apostando al distribucionismo de la creciente miseria.



         Cuando Macri se reúne con los gobernadores, nos consta, nadie quiere largar una moneda. Las distintas oficinas públicas están llenas de funcionarios, asesores, empleados, “contratados” o lo que sea que perciben dinero del erario. Algo más de 21 millones de personas reciben mensualmente algún cheque del Estado en todos sus niveles.



         No es un problema únicamente del actual gobierno nacional. Señores. Es un problema muchísimo más profundo, enquistado hasta el tuétano.



          Al mismo tiempo, los organismos recaudadores de impuestos son claramente una máquina de impedir. Ponen trabas y más trabas a quienes más dificultades tienen para pagar. Se multiplican exigencias, regímenes de información, de retención, de percepción, de pagos a cuenta, de lo sea.



          Es imposible pensar siquiera en salir de este atolladero si no estamos de acuerdo en que para que la Nación crezca hace falta ser más eficientes, y para ello hay que terminar con el galimatías tributario-administrativo-previsional que ahoga al país.



          Y si todo eso no ocurre, no es que nos estancaremos, es que seguiremos retrocediendo. Es la pura y cruel verdad.



                            



HÉCTOR BLAS TRILLO                                                                                                        Buenos Aires, 3 de marzo de 2019

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