Segunda
Opinión
ECONOMÍA: PAN
PARA HOY
La economía ha sido
desde siempre
definida como una ciencia social. Esto significa que aunque se
usen modelos
matemáticos, econométricos o los que fueren siempre existe un
imponderable que
está conformado por la reacción de las personas ante
determinados hechos, y
especialmente ante hechos imprevistos.
Como sabemos
estamos en un año
electoral y existe hoy por hoy una clara polarización entre el
oficialismo y la
oposición conformada por un frente determinado que integran
quienes gobernaron
hasta diciembre de 2015. Todo
se reduce
en estos términos a blanco o negro.
El actual
gobierno está tratando
de mantener ciertas variables económicas que resultan
hipersensibles lo más
estabilizadas que le sea posible para evitar cimbronazos y
provocar
descontento. Las razones son obvias, si se complican las cosas
las
posibilidades de reelección se complican de manera dramática.
Esta es la
realidad. Pero también
hay que tener en cuenta que todas las medidas que se toman
para evitar el
descontento tienen un precio. Porque la economía es una
ciencia social, como
decimos, pero los números son los números. Y si el gobierno
alimenta los planes
tipo Ahora 12, o bonifica las cuotas de los créditos UVA, u
otorga planes
especiales para adquirir automóviles o deja de subir las
tarifas al compás de
la pérdida de valor de la moneda, u otorga créditos a PYMES a
tasas reducidas o
cualquier otra cosa que se les ocurra, todo eso cuesta dinero.
Dar planes,
créditos blandos, tarifas
sociales, tasas diferenciales, facilidades de pago con bajo
interés, todo
cuesta dinero. Y
alguien lo paga. Que
es lo mismo que decir que todos nosotros
lo pagamos. O lo pagaremos.
En estos días
ciertos funcionarios se
jactan de contar con dólares disponibles suficientes como para
evitar cualquier
corrida hacia la moneda norteamericana que provoque un salto
en la cotización y
dispare los precios una vez más.
Hemos escuchado
al ministro Dujovne
decir que existe una disponibilidad de 16.000 millones de
dólares para
enfrentar una situación que se complique.
Lo que está
diciéndonos el ministro
es que estamos en problemas pero tenemos una reserva de dinero
como para evitar
que esos problemas nos estallen en la cara. Pero los problemas
están.
La realidad es que
todos los planes,
ayudas, congelamientos, asignaciones, créditos blandos y
subsidios varios lo
que hacen es poner sobre el tapete que estamos en problemas.
Esto, que es de
una obviedad meridiana, parece ser ignorado por nuestros
funcionarios y por no
pocos comunicadores y referentes varios.
El índice de
precios al consumidor
viene bajando en estos meses y eso
es un buen dato. Pero si esto ocurre porque tiramos la pelota
hacia adelante
con la ayuda de los dólares de una buena cosecha, o del FMI, o
con endeudamiento
en títulos públicos, no estamos solucionando el problema
inflacionario. Porque
para que eso ocurra hay que eliminar las causas de la
inflación, que no son
otras que el pavoroso déficit fiscal “primario” y el llamado
“cuasifiscal”, que
son los intereses que el Estado debe pagar en tanto no cuenta
con recursos
genuinos.
La enorme presión
tributaria y el
anclaje del tipo de cambio han permitido reducir
progresivamente el aumento de
los precios. Baja la actividad, se importan menos productos,
se pagan más
impuestos, y así se tranquilizan un poco las cosas. Lo que
normalmente
conocemos como recesión. Simplemente eso.
En este marco, y en
nuestra opinión, el
principal problema no es la presión tributaria que en todo
caso es consecuencia
de la necesidad de contar con recursos para pagar TODO LO
DEMÁS. El problema es
que estemos pagando todo lo
demás por no corregir las causas que producen el gasto
excesivo.
La Argentina
necesita largamente
volverse más productiva. Necesita desde hace décadas mejorar
su eficiencia. El
agobio tributario es la consecuencia de una inmensa maraña
burocrática y de
subsidios que encarecen la producción de lo que sea. Por eso el país no es
competitivo en el mundo
salvo para productos primarios, o esencialmente para ellos. Abrir una pequeña empresa
o establecer un
simple comercio en este querido país es costosísimo, es
engorroso, requiere
innúmeros trámites, pago de tasas, impuestos, sellados y lo
que se nos
ocurra. Todo el mundo
lo sabe. Pero nada
se hace para terminar con esto, o al menos para paliarlo en
serio.
Y
no hablamos acá solamente del gobierno nacional. Hablamos
también de los
gobiernos provinciales y municipales o departamentales.
Verdaderas capas
geológicas de empleados públicos conchabados al solo efecto de
darles un salario
y que puedan sobrevivir y que generan nuevos y dificultosos
trámites
adicionales para lo que sea. Esto
es así
desde hace demasiados años.
De cada peso que un
argentino lleva a su
bolsillo, casi 60 centavos vuelven al Estado como alguna forma
de impuesto. Y
no es el Estado el que produce la riqueza, sino los
particulares y las
empresas.
Así las cosas, lo que
cabe preguntarse
aquí es qué pasará luego de las elecciones y gane quien
ganare. El problema es
muy serio y un estallido de
proporciones es probable.
Ya se habla de la
consabida moratoria
“amplia y generosa”. O del enésimo “blanqueo de capitales”. O sea, se habla de cómo
hacer para aumentar
la recaudación para
paliar los problemas
estructurales, pero nada se dice de corregir tales problemas.
Porque siempre es
así. En lugar de
corregir el problema estructural básico, se buscan recursos
para financiarlo. Y
si se obtienen de una forma u otra esos recursos, seguimos
adelante sin cambiar
nada. Y si no se obtienen los recursos, defaulteamos y a otra
cosa.
Por eso la Argentina,
que a principios del
siglo XX era uno de los países con mayor ingreso per cápita
del mundo, está hoy
en el puesto 80 y con una de las economías más cerradas del
orbe.
Podremos mantener un
tiempito la calma
chicha, pero finalmente llegará la tormenta, con el gobierno
que sea, si no se
encara en serio una reforma estructural del Estado en todas
sus variantes
(nacional, provincial y municipal). De lo contrario, cualquier
otra cosa será
pan para hoy y hambre para mañana. Y cada vez más hambre.
21 de julio de 2019
HÉCTOR
BLAS
TRILLO
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