Translate

viernes, 30 de agosto de 2019

Segunda Opinión

ECONOMÍA: PAN PARA HOY

       



              La economía ha sido desde siempre definida como una ciencia social. Esto significa que aunque se usen modelos matemáticos, econométricos o los que fueren siempre existe un imponderable que está conformado por la reacción de las personas ante determinados hechos, y especialmente ante hechos imprevistos.

             Como sabemos estamos en un año electoral y existe hoy por hoy una clara polarización entre el oficialismo y la oposición conformada por un frente determinado que integran quienes gobernaron hasta diciembre de 2015.  Todo se reduce en estos términos a blanco o negro.

             El actual gobierno está tratando de mantener ciertas variables económicas que resultan hipersensibles lo más estabilizadas que le sea posible para evitar cimbronazos y provocar descontento. Las razones son obvias, si se complican las cosas las posibilidades de reelección se complican de manera dramática.

            Esta es la realidad. Pero también hay que tener en cuenta que todas las medidas que se toman para evitar el descontento tienen un precio. Porque la economía es una ciencia social, como decimos, pero los números son los números. Y si el gobierno alimenta los planes tipo Ahora 12, o bonifica las cuotas de los créditos UVA, u otorga planes especiales para adquirir automóviles o deja de subir las tarifas al compás de la pérdida de valor de la moneda, u otorga créditos a PYMES a tasas reducidas o cualquier otra cosa que se les ocurra, todo eso cuesta dinero.

          Dar planes, créditos blandos, tarifas sociales, tasas diferenciales, facilidades de pago con bajo interés, todo cuesta dinero.  Y alguien lo paga.  Que es lo mismo que decir que todos nosotros lo pagamos. O lo pagaremos.

          En estos días ciertos funcionarios se jactan de contar con dólares disponibles suficientes como para evitar cualquier corrida hacia la moneda norteamericana que provoque un salto en la cotización y dispare los precios una vez más.

          Hemos escuchado al ministro Dujovne decir que existe una disponibilidad de 16.000 millones de dólares para enfrentar una situación que se complique.

          Lo que está diciéndonos el ministro es que estamos en problemas pero tenemos una reserva de dinero como para evitar que esos problemas nos estallen en la cara. Pero los problemas están.

         La realidad es que todos los planes, ayudas, congelamientos, asignaciones, créditos blandos y subsidios varios lo que hacen es poner sobre el tapete que estamos en problemas. Esto, que es de una obviedad meridiana, parece ser ignorado por nuestros funcionarios y por no pocos comunicadores y referentes varios.

         El índice de precios al  consumidor viene bajando en estos meses y eso es un buen dato. Pero si esto ocurre porque tiramos la pelota hacia adelante con la ayuda de los dólares de una buena cosecha, o del FMI, o con endeudamiento en títulos públicos, no estamos solucionando el problema inflacionario. Porque para que eso ocurra hay que eliminar las causas de la inflación, que no son otras que el pavoroso déficit fiscal “primario” y el llamado “cuasifiscal”, que son los intereses que el Estado debe pagar en tanto no cuenta con recursos genuinos.

         La enorme presión tributaria y el anclaje del tipo de cambio han permitido reducir progresivamente el aumento de los precios. Baja la actividad, se importan menos productos, se pagan más impuestos, y así se tranquilizan un poco las cosas. Lo que normalmente conocemos como recesión. Simplemente eso.

       En este marco, y en nuestra opinión, el principal problema no es la presión tributaria que en todo caso es consecuencia de la necesidad de contar con recursos para pagar TODO LO DEMÁS.  El problema es que estemos pagando todo lo demás por no corregir las causas que producen el gasto excesivo.

       La Argentina necesita largamente volverse más productiva. Necesita desde hace décadas mejorar su eficiencia. El agobio tributario es la consecuencia de una inmensa maraña burocrática y de subsidios que encarecen la producción de lo que sea.  Por eso el país no es competitivo en el mundo salvo para productos primarios, o esencialmente para ellos.  Abrir una pequeña empresa o establecer un simple comercio en este querido país es costosísimo, es engorroso, requiere innúmeros trámites, pago de tasas, impuestos, sellados y lo que se nos ocurra.  Todo el mundo lo sabe. Pero nada se hace para terminar con esto, o al menos para paliarlo en serio.

       Y no hablamos acá solamente del gobierno nacional. Hablamos también de los gobiernos provinciales y municipales o departamentales. Verdaderas capas geológicas de empleados públicos conchabados al solo efecto de darles un salario y que puedan sobrevivir y que generan nuevos y dificultosos trámites adicionales para lo que sea.  Esto es así desde hace demasiados años.

      De cada peso que un argentino lleva a su bolsillo, casi 60 centavos vuelven al Estado como alguna forma de impuesto. Y no es el Estado el que produce la riqueza, sino los particulares y las empresas.

      Así las cosas, lo que cabe preguntarse aquí es qué pasará luego de las elecciones y gane quien ganare.  El problema es muy serio y un estallido de proporciones es probable.

      Ya se habla de la consabida moratoria “amplia y generosa”. O del enésimo “blanqueo de capitales”.  O sea, se habla de cómo hacer para aumentar la recaudación  para paliar los problemas estructurales, pero nada se dice de corregir tales problemas.

      Porque siempre es así. En lugar de corregir el problema estructural básico, se buscan recursos para financiarlo. Y si se obtienen de una forma u otra esos recursos, seguimos adelante sin cambiar nada. Y si no se obtienen los recursos, defaulteamos y a otra cosa.

     Por eso la Argentina, que a principios del siglo XX era uno de los países con mayor ingreso per cápita del mundo, está hoy en el puesto 80 y con una de las economías más cerradas del orbe.

     Podremos mantener un tiempito la calma chicha, pero finalmente llegará la tormenta, con el gobierno que sea, si no se encara en serio una reforma estructural del Estado en todas sus variantes (nacional, provincial y municipal). De lo contrario, cualquier otra cosa será pan para hoy y hambre para mañana. Y cada vez más hambre.







      

       21 de julio  de 2019                                         HÉCTOR BLAS TRILLO

No hay comentarios.:

Seguidores